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Cinco pistas sobre quién será el sucesor de Calviño

El presidente del Gobierno elige libremente a todos los ministros, salvo uno. El titular de Economía viene a ser un pacto tácito con Europa a la vista de que es en Bruselas donde España se juega los cuartos

Foto: Héctor Gómez y Nadia Calviño. (Europa Press/Alberto Ortega)
Héctor Gómez y Nadia Calviño. (Europa Press/Alberto Ortega)
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Si la elección de los miembros de un consejo de ministros suele ser un especie de paleta de colores que muestra distintas posiciones políticas —ideológicas, territoriales, correlación de fuerzas dentro del propio partido o, simplemente, confianza personal—, el nombramiento del titular de Economía (a veces con Hacienda) no responde a esa característica. La razón es muy simple. Todos los ministros los elige el presidente del Gobierno, menos el de Economía.

Formalmente, sí que lo hace, como no puede ser de otra manera desde un punto de vista constitucional, pero al contrario de lo que sucede con otros colegas, su elección es un pacto tácito con Europa. En esa clave fue la elección de Calviño en el primer gabinete de Sánchez y es muy probable que así sea su sucesor o sucesora.

La explicación es obvia. Los principales intereses de España se juegan en la Unión Europea y cualquier presidente del Gobierno sabe mejor que nadie que un ministro hostil a la posición dominante en Bruselas es chocar contra un muro. El ex primer ministro griego Tsipras lo sabe bien porque, cuando se le ocurrió nombrar ministro de Finanzas a Yanis Varoufakis, lo que hizo en realidad fue poner en alerta a la Alemania de Merkel, que por entonces imponía un severo plan de ajuste del que ahora —paradojas de la vida— quiere salir tras la decisión del Tribunal Constitucional que le ha aplicado su misma medicina.

No es de extrañar, por eso, que casi todos los ministros de Economía que ha tenido España desde 1977 respondan al perfil más moderado dentro de los gobiernos de Suárez, Calvo-Sotelo, González, Aznar, Zapatero, Rajoy y el propio Sánchez. El caso de Rodrigo Rato es el único algo diferente, no porque se situara a la izquierda del partido, sino porque el objetivo único de la política económica era entrar en el euro, y, por lo tanto, las cartas estaban marcadas por Europa.

Margen de maniobra

Sánchez, por ello, dispone de menor margen de maniobra del que ha dispuesto para elegir, por ejemplo, al ministro de Industria o al de Seguridad Social, en la medida que el sucesor de Calviño será su voz en Europa, algo muy relevante para un presidente que ha puesto especial interés en la política internacional. Al menos, al mismo nivel que González y Aznar, que han sido los jefes de gobierno con un perfil exterior más acusado. Aquí está, por lo tanto, una de las pistas sobre quién será el sucesor, lo que descarta algunos de los nombres que han sonado en los últimos días.

Los intereses de España están en la UE y todos los presidentes saben que un ministro hostil a la posición dominante es ir contra un muro

Otra de las pistas tiene que ver con la propia existencia del Gobierno de coalición. Calviño ha sido hasta ahora el dique que ha parado algunas de las reivindicaciones de la fragmentada izquierda del PSOE, antes Podemos y ahora Sumar, y quien vaya a relevar a la futura presidenta del BEI seguirá siéndolo. No en vano, como decía un alto cargo del Banco de España, poco sospechoso de manirroto, Calviño arrastraba los pies cuando, en los momentos más duros de la pandemia o la elevada inflación, había que tirar de chequera. Es decir, había que gastar más y Calviño se resistía.

La tercera pista hay que relacionarla con una vieja estrategia que casi siempre han abrazado todos los gobiernos, en especial los partidos socialdemócratas, y no es otra que situar al mando de la economía a un economista moderado y, por el contrario, a miembros más a la izquierda en cuestiones sociales. Zapatero, en quien se inspira Sánchez en muchas decisiones en cuanto no tiene miedo al enfrentamiento directo con algunas instituciones, hizo de esto un arte al situar al muy moderado Solbes como titular de Economía, mientras que en cuestiones de derechos civiles —matrimonio homosexual, aborto…— quiso ser más radical. Este doble papel le permite abrir su paleta de colores compensando una política económica claramente conservadora en algunos aspectos con una política más radical en otros en aras de asegurar su electorado de izquierdas.

La socialdemocracia siempre ha optado por un ministro moderado en Economía y por miembros más a la izquierda en cuestiones sociales

La cuarta pista tiene que ver con una previsión. El puesto de gobernador del Banco de España queda vacante el próximo 11 de junio, que es cuando caduca, sin posibilidad de renovación, el mandato de Hernández de Cos. Es muy probable que Calviño continúe en el Gobierno hasta el mes de enero, por lo que está muy cerca del fin del mandato del gobernador, cuya elección es una decisión libérrima del presidente Sánchez, aunque necesite un informe previo del Congreso de los Diputados. Se ha especulado, no pasa de ahí, que pueda ser el ministro Escrivá, que bien pudiera ir a un puesto o a otro.

Una cuestión de coherencia

El titular de Transformación Digital —una cartera que se le queda pequeña— ha trabajado en el BIS que es el banco central de los bancos centrales, por lo que conoce bien el paño. Sería la primera vez que un miembro del Gobierno pasa directamente al banco central, pero a la vista de la política de nombramientos de Sánchez no sería una incoherencia. En EEUU, por ejemplo, la Reserva Federal es independiente y tiene un mandato muy claro, pero Janet Yellen antes de ser secretaria del Tesoro fue gobernadora de la FED. Esto significa, ni más ni menos, que ambos nombramientos —ministro de Economía y gobernador del Banco de España— están conectados. Y es aquí donde aparece el nombre del economista Ángel Ubide, que formó parte del equipo de expertos de Pedro Sánchez al inicio de su liderazgo en el PSOE. Podría estar en cualquiera de las dos carteras.

La quinta pista tiene que ver con una vieja idea que siempre obsesionó a Felipe González durante su mandato: la autonomía del ministro de Economía, por sus especiales características, y de él mismo, respecto del aparato de Ferraz.

La gran batalla del socialismo de los años 80 y primeros 90 fue, precisamente, que Alfonso Guerra, ahora convertido en un fantasma de sí mismo, nunca aceptó que dos ministros moderados, como eran Boyer y Solchaga, llevaran las riendas de la economía sin pasar por Ferraz. González se impuso, y desde entonces tanto Zapatero como Sánchez optaron por ministros alejados del mundo de Ferraz. Solbes fue ministro sin tener carné del PSOE y Salgado nunca estuvo en los entresijos de lo que sucedía en la casa de los socialistas. Esto refuerza la idea de que Sánchez puede elegir a alguien fuera del ámbito de Ferraz para tener las manos libres y no ser cuestionado por la escasa oposición que aún le queda dentro del partido socialista, con más poder mediático —gracias a los periódicos conservadores— que real.

Si la elección de los miembros de un consejo de ministros suele ser un especie de paleta de colores que muestra distintas posiciones políticas —ideológicas, territoriales, correlación de fuerzas dentro del propio partido o, simplemente, confianza personal—, el nombramiento del titular de Economía (a veces con Hacienda) no responde a esa característica. La razón es muy simple. Todos los ministros los elige el presidente del Gobierno, menos el de Economía.

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