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Mientras Tanto
Por
Los intocables de Donald Trump y su asalto al Estado
Hay razones para pensar que el siglo XXI comienza este lunes. Ya, de hecho, hay quien habla de la sustitución del Estado-nación por nuevas entidades supranacionales en las que los nuevos oligarcas serán juez y parte
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En 'Blaze', una deliciosa película de finales de los años 80 con un descomunal Paul Newman, Lolita Davidovich, la joven coprotagonista, recibe un consejo de su madre antes de salir de su pueblo con su guitarra para buscarse la vida como cantante. "Nunca confíes en un hombre que te diga: confía en mí", le dice. La mayoría de los estadounidenses ha confiado en Donald Trump y poco más hay que decir. La encuesta más reciente del New York Times, incluso, estima que muchos de los que no le votaron en noviembre apoyan algunas de sus medidas más polémicas, como la deportación de inmigrantes, lo que refleja una realidad inapelable.
Tener el apoyo de la mayoría, sin embargo, no le da la razón ni a Trump ni a nadie. La historia está llena de ejemplos, algunos trágicos. Es verdad que es útil para ganar elecciones, pero no es ninguna garantía de que la solución sea la mejor. Y el primer problema que tendrá Trump sobre la mesa es el futuro de TikTok, un asunto que puede parecer irrelevante al tratarse de una red social por lo que tiene que ver con entretenimiento, pero no lo es porque a su manera es el compendio de una época.
Trump, como se sabe, ha mostrado su intención de revertir la sentencia del Tribunal Supremo (nuestro Tribunal Constitucional) que ha confirmado la prohibición a la china TikTok de operar en EEUU tras una ley federal. No ha dicho cómo lo hará, pero ha sugerido que utilizará sus poderes como presidente. Si al final ejecuta esa promesa, su decisión no solo significa desoír una sentencia de la magistratura más alta de EEUU, sino que será un paso más en el control del Estado por parte de la nueva oligarquía tecnológica cercana al próximo presidente.
Tener el apoyo de la mayoría, sin embargo, no le da la razón ni a Trump ni a nadie. La historia está llena de ejemplos, algunos trágicos
Elon Musk o Tim Cook, CEO de Apple, necesitan a China para producir automóviles o teléfonos más baratos, y de ahí que la nueva Administración se vea en la obligación de hacer un juego de equilibrios. Trump, por un lado, está obligado a molestar a China con la amenaza de aranceles para así cumplir sus promesas de relocalización industrial, pero, en paralelo, también debe salvar los intereses comerciales de sus compañeros de viaje durante su segundo mandato, y estos no quieren oír ni hablar del cierre de una red social llena de bulos y que podría ser un submarino de la inteligencia china.
Orden ejecutiva
Esto es así porque el propio Trump (que ha invitado personalmente a su toma de posesión al director ejecutivo de TikTok) sabe mejor que nadie que necesita a las redes sociales y a algunas cadenas de televisión (Fox) por su extraordinaria capacidad de desinformar, lo que explica el previsible indulto de TikTok (170 millones de usuarios en EEUU). Este, por lo tanto, es un asunto central para Trump, que estaría pensando en aprobar una orden ejecutiva para suspender la prohibición, algo que tendría difícil encaje constitucional.
Y es esencial porque uno de los ejes del populismo libertario es, precisamente, airear la absurda idea de que existe un "Estado profundo", como lo denomina Trump, que gobierna el mundo (George Soros y otros) a través del control de las instituciones. Esto es lo que le impediría no solo desplegar su agenda involucionista, sino que esas redes oscuras (la teoría de la conspiración está en el ADN de los demagogos) en realidad lo que buscan es censurar al pueblo, que se manifiesta libremente a través de las redes sociales y su enorme capacidad disruptiva con el desarrollo de la inteligencia artificial. No en vano, las redes sociales son las arterias por las que circulan los populismos y los nacionalismos de nuevo cuño.
El Brexit, y el escándalo de Cambridge Analytica, amparado en día por Zuckerberg, que ahora se ha echado en brazos de Trump, marcó el camino a seguir, por lo que tampoco puede extrañar el acoso de la nueva Administración al primer ministro británico Keir Starmer, el último gran gobernante de la vieja política con mayoría absoluta.
Tampoco puede sorprender que fuera el propio Musk (dueño de X) quien entrevistara a la líder de la AfD alemana. Por decirlo de una manera directa, la Casa Blanca y su internacional reaccionaria en el sentido literal del término necesitan las redes sociales como su mejor aliado, ya sea en España, Francia o Italia para liquidar el contrato social firmado por conservadores y socialdemócratas después de 1945, y que es el que ahora se intenta desmontar. Lo que está en juego, de hecho, es la naturaleza de la propia relación transatlántica.
Uno de los ejes del populismo libertario es airear la absurda idea de que existe un "Estado profundo", como lo denomina Trump
Esta estrategia, paradójicamente, coincide con la Rusia de Putin, que busca quebrar a Europa apoyando a partidos útiles para socavar la soberanía europea. O, incluso, con la de China, que prefiere llegar a acuerdos bilaterales con los gobiernos europeos en su política de inversiones porque sabe que de esta manera algunos de sus socios pueden vetar cualquier decisión que pueda dañar sus intereses. Esto es así porque algunos partidos que hasta hace bien poco se mostraban recelosos hacia la propia Unión Europea se han dado cuenta ahora de que es más eficaz ocupar las instituciones para transformarlas desde dentro que rechazar el euro o, incluso, la propia UE. Es decir, puro entrismo en alianza con Trump y lo que representa el próximo presidente de EEUU. Steve Bannon, un asesor clave en su primer mandato, aparece hoy como un aficionado frente a la nueva estrategia que él ayudó a construir.
Un estorbo
Es en este contexto en el que hay que situar la intención de Trump de jibarizar la Administración estadounidense porque es un estorbo que impide que la Casa Blanca se comunique con el pueblo a través de las redes sociales, sin intermediarios, y cualquier agencia federal, en ese sentido, no es más que un estorbo.
Según ese esquema sobran las instituciones —el pueblo 'soy yo'— y también los contrapoderes, que han sido sin duda la mayor aportación de la democracia americana al progreso de las naciones. Sobra, en particular, el departamento de Justicia en la medida que ha sido en los últimos cuatro años el azote de Trump y sus seguidores, a quienes condenó por el asalto al Capitolio. Es decir, el viejo debate entre la legitimidad de origen, las urnas, y la forma en que se articula la democracia para que no se convierta en un poder omnímodo y tamice con la realidad social el resultado electoral.
Trump, de hecho, prefiere un contacto bilateral con Xi Jinping o el mismo Putin —es cuestión de tiempo— antes que hacerlo a través de la propia CIA o de los servicios de inteligencia, a quienes considera corruptos. El propio Trump, cabe recordar, robó documentación secreta de su país y se la llevó a Mar-a-Lago porque entiende las relaciones diplomáticas como una transacción comercial que no necesita intermediario. Si su Gobierno es más un consejo de administración lleno de multimillonarios que un Ejecutivo al uso, carece de sentido guiarse por la vieja forma de hacer política.
Sobra, en particular, el departamento de Justicia en la medida que ha sido en los últimos cuatro años el azote de Trump
Por eso le sobran la ONU (sus ínfulas expansionistas son contrarias a la Carta de Naciones Unidas), la OMC (prefiere tratar los acuerdos comerciales de forma bilateral y bajo el principio de la amenaza) o, por supuesto, los acuerdos sobre cambio climático. Incluso los bancos centrales están en su objetivo, no solo por la presión que ya ha ejercido sobre el presidente de la Reserva Federal, sino porque con la apuesta por las criptomonedas que patrocinan los oligarcas tecnológicos para así quedarse con las transacciones financieras, lo que se busca es erosionar el sistema de pagos que el mundo ha conocido en el último siglo. Los bancos centrales, por decirlo de una manera directa, también sobran, como Milei ha planteado en Argentina, y de ahí que el primer paso sea acabar con el efectivo para entregar todo el poder a los nuevos operadores en el mercado del dinero.
Captura del regulador
Como han escrito Brunello Rosa y Casey Larsen, la nueva Guerra Fría transcurre en el ámbito de la tecnología y en última instancia pasa por el control de los medios de pago, lo que explica que las grandes plataformas necesitan hoy estar cerca del Estado, incluso gestionando algo tan aburrido para un innovador como es la Administración, como hace el propio Musk. También en el ámbito de la defensa la inteligencia artificial cumplirá un papel fundamental, lo que explica el acercamiento de las grandes corporaciones tecnológicas a Trump en busca de contratos, como también ha hecho el propio Musk, que en la práctica ha dejado a la NASA como una empresa subordinada con el apoyo de Biden.
La nueva guerra fría transcurre en el ámbito de la tecnología y en última instancia pasa por el control de los medios de pago
En definitiva, una especie de captura del regulador que va mucho más allá de lo que ha sido tradicional, ya que las cañerías del sistema productivo, gracias a la inteligencia artificial y a sus redes de comunicación, pasan por sus dominios. Incluso la supremacía del dólar como moneda de reserva está en juego porque el desarrollo de las criptomonedas liquida el papel de los bancos centrales a la hora de crear dinero de la nada. Y la mejor autopista para ganar clientes sin que se necesite abrir una oficina son, lógicamente, las redes sociales, que pueden captar depósitos o realizar cualquier operación entre particulares sin que medien cámaras de compensación o liquidación. Como ha escrito Harari, la economía de la información sustituye a la economía del dinero.
La elección del exdirector de operaciones de PayPal, David Sacks, para ser su zar de inteligencia artificial y criptomonedas en la Casa Blanca es algo más que una señal. Ni habrá restricciones a la inteligencia artificial ni medidas antimonopolio, que históricamente han representado el poder del Estado para articular la convivencia en pos de gestionar de forma equilibrada el conflicto social.
Se trata, en definitiva, de sustituir un multilateralismo basado en reglas de interés general por una democracia construida sobre la base de la correlación de fuerzas, y en este aspecto es obvio decir que EEUU gana y Europa pierde. Ya, de hecho, algunos hablan de la sustitución del Estado-nación por nuevas entidades supranacionales en las que los nuevos oligarcas serán juez y parte. Hay razones para pensar que el siglo XXI comienza este lunes.
En 'Blaze', una deliciosa película de finales de los años 80 con un descomunal Paul Newman, Lolita Davidovich, la joven coprotagonista, recibe un consejo de su madre antes de salir de su pueblo con su guitarra para buscarse la vida como cantante. "Nunca confíes en un hombre que te diga: confía en mí", le dice. La mayoría de los estadounidenses ha confiado en Donald Trump y poco más hay que decir. La encuesta más reciente del New York Times, incluso, estima que muchos de los que no le votaron en noviembre apoyan algunas de sus medidas más polémicas, como la deportación de inmigrantes, lo que refleja una realidad inapelable.