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El ángulo muerto de la política y el opio de los intelectuales
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El ángulo muerto de la política y el opio de los intelectuales

Si los partidos centrales del sistema no son capaces de entender el mundo que viene construyendo nuevas mayorías sociales, hay razones para pensar que ganarán los malos y las victorias serán solo pírricas

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Borja Sánchez-Trujillo)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Borja Sánchez-Trujillo)
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Es probable que la mayor fortaleza de Pedro Sánchez sea su debilidad. Cuando alcanzó la Moncloa, hace ahora justo siete años, pocos pensaban que con una mayoría tan precaria y heterogénea podría seguir siendo presidente del Gobierno en 2025. Sánchez, incluso, ha logrado que el sistema político en su sentido más amplio, incluidos los medios de comunicación y el propio Partido Popular, hayan asumido que continuará gobernando hasta 2027, aunque no haya presupuestos del Estado.

Se trata, como se sabe, de una anomalía democrática que nadie, ni siquiera la oposición o el Defensor del Pueblo, ha recurrido ante el Tribunal Constitucional, y cuya importancia viene dada porque los presupuestos son el núcleo del Estado de derecho desde que los monarcas absolutos perdieron sus privilegios y tuvieron que pactar con las nuevas clases emergentes la financiación de los estados nacientes.

El propio Feijóo, de manera silente, parece haber aceptado esta situación y su estrategia política pasa por seguir desgastando al Gobierno socialista a partir de lo que publica la prensa en lugar de ir por la vía rápida. Es decir, haber intentado una moción de censura con los partidos nacionalistas conservadores. La manifestación convocada para la próxima semana va en esa dirección: reforzar su posición interna en lugar de buscar una nueva política de alianzas que ensanche ideológicamente el espacio conservador.

Su oposición frontal a que todas las lenguas nacionales sean reconocidas por la Unión Europea es el mejor ejemplo, aunque no el único, de que el PP busca únicamente el desgaste (estrategia del acoso y derribo) y no tejer una nueva hoja de ruta con nuevos socios parlamentarios, que es lo que llevó a Sánchez a la Moncloa. Por decirlo de una manera sencilla, Feijóo ha aceptado que Sánchez vaya a convertirse, si agota la legislatura, en el segundo presidente, tras Felipe González, con más años en la Moncloa desde la recuperación de la democracia. De paso, deja claro que su objetivo es gobernar con Vox a la espera de que el desgaste recaiga en un hipotético futuro en el segundo partido, como ha sucedido en otras ocasiones.

A cualquier precio

La debilidad de Sánchez, sin embargo, radica en su propia resistencia a convocar elecciones cuando no cuenta con una mayoría suficiente para gobernar. Mantenerse en el poder a cualquier precio (sin presupuestos, sin una mayoría estable y acorralado por asuntos judiciales) supone que el desgaste de la acción de gobierno se multiplica exponencialmente, lo que en última instancia hace prever unos malos resultados electorales en 2027 para los socialistas. Y lo que es peor para sus intereses estratégicos. Cualquier política de tierra quemada deja sin armas a quienes vengan detrás de Sánchez, ya que tendrá que sufrir el peso de la reciente historia del partido socialista. Tanto para lo bueno como para lo malo.

Feijóo ha aceptado que Sánchez se convierta, si agota la legislatura, en el segundo presidente, tras González, con más años en Moncloa

Es verdad que hay razones para pensar que el presidente del Gobierno confía todavía en el viento de cola que puede representar el regreso a la Casa Blanca de Trump, cuyo caótico y dramático mandato debería animar a muchos votantes a huir del populismo reaccionario y votar por opciones más progresistas, como ha sucedido en Canadá o Australia.

No está muy claro, sin embargo, que ese viento de cola sea suficiente. La ciencia política ha acreditado en numerosas ocasiones que cuando los sistemas parlamentarios se tambalean porque los partidos centrales del sistema no responden a las nuevas demandas o no son capaces de entender el mundo que les ha tocado vivir, quien emerge es el populismo en cualquiera de sus formas. En este caso concreto, a causa de que Trump, con su carácter formalmente disruptivo, ha polinizado en Europa, también en España, una forma de hacer política que ha sido capaz de crear caldo de cultivo favorable para el nacimiento de opciones situadas a extramuros de la democracia liberal. Los avances tecnológicos y, en particular, las redes sociales han hecho el resto, además de un incremento de la desigualdad de renta como no se ha conocido en los últimos ochenta años. En sociedades aspiracionales, la rotura del ascensor social crea una sensación de frustración que el populismo y la demagogia capitalizan mejor que nadie.

El caldo de cultivo es tan propenso que en algunos países, Alemania o Portugal, el principal partido de la oposición ya no es el socialdemócrata, sino la ultraderecha, lo que refleja un nuevo ecosistema político de consecuencias imprevisibles. En Polonia, que hoy celebra elecciones presidenciales, los votantes tienen que elegir entre el candidarto de un partido conservador europeísta y otro nacionalista de extrema derecha.

El opio de los intelectuales

El pensador francés Raymond Aron, sobre cuya obra acaba de publicar un interesante libro* la Fundación Faes, dijo de estos movimientos telúricos, refiriéndose al asalto de la Alemania liberal, que eran “monstruos” que hacían que la historia estuviera “de nuevo en movimiento”, y la historia, recordaba,"no obedece a los dictados de la razón o los deseos de los hombres de buena voluntad".

La ciencia política ha acreditado que cuando los sistemas parlamentarios se tambalean quien emerge es el populismo

Aron, que era un ensayista conservador y liberal profundo de amplio recorrido, publicó a mediados de los años cincuenta un libro polémico titulado El opio de los interlectuales en el que acusaba a los progresistas de la época de perderse en debates abstractos o literarios sobre cuestiones como la revolución, el marxismo, la izquierda o el proletariado.

Era una crítica feroz a la intelligentsia, sobre todo francesa alemana, pero es probable que si hubiera podido actualizar su obra llegaría a las mismas conclusiones. Pero no sólo refiriéndose a la izquierda ensimismada en sus propios entuertos sobre el sexo de los ángeles, sino a la derecha que hoy asiste feliz al declive histórico de la izquierda sin entender que detrás vendrá el espacio conservador liberal. Si los partidos centrales del sistema no son capaces de entender el mundo que viene construyendo nuevas mayorías sociales, hay razones para pensar que ganarán los malos y las victorias serán sólo pírricas. El rencor de clase, como diría Esteban Hernández, tiene estas cosas.

*​Raymond Aron. Una introducción. Daniel J. Mahoney. Colección Biografías intelectuales. Fundación Faes 2025

Es probable que la mayor fortaleza de Pedro Sánchez sea su debilidad. Cuando alcanzó la Moncloa, hace ahora justo siete años, pocos pensaban que con una mayoría tan precaria y heterogénea podría seguir siendo presidente del Gobierno en 2025. Sánchez, incluso, ha logrado que el sistema político en su sentido más amplio, incluidos los medios de comunicación y el propio Partido Popular, hayan asumido que continuará gobernando hasta 2027, aunque no haya presupuestos del Estado.

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