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Begoña Villacís

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Sublimación

Determinadas conciencias apreciamos, probablemente en exceso, el valor de lo concreto, de lo enunciable. No somos de intangibles, somos más bien de la cuenta la vieja, qué quiere que le diga

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (Reuters)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (Reuters)

Esto ya lo he vivido, ¿a qué me recuerda? He tirado de Wikipedia para tratar de ilustrarles (término que no me termina de convencer en el presente contexto) el reencuentro que determinados discursos me producen respecto de recuerdos que no terminaba de reconstruir. Discursos etéreos, irrecordables, cuyo único principio activo parece ser el tópico. Discursos iguales, repetibles, contextualizables en tertulias, ponencias, investiduras y debates, repletos de fórmulas hermosas y florituras desinflables. Bonitos, psssse, y banales.

Reflexionar sobre el hecho me devuelve a un curso de EGBy a la “sublimación”. Confirmar mis sospechas me lleva 0,24 segundos y elegir el primero de 929.000 resultados:“Sublimación es el proceso que consiste en el cambio de estado de sólido al estado gaseoso sin pasar por el estado líquido”. “En psicoanálisis, transformación de los impulsos instintivos en actos más aceptados desde el punto de vista moral o social”. Existe una tercera acepción, pero me la ahorro porque no viene al caso. Las dos primeras, sin embargo, son perfectas para explicar el fenómeno del discurso evaporado.

Determinadas conciencias apreciamos, probablemente en exceso, el valor de lo concreto, de lo enunciable. No somos de intangibles, somos más bien de la cuenta la vieja, quéquiere que le diga. De hacer estoo dejar de hacer aquello, por muy bien que nos suenen palabras como “sistémico, endémico, estructural, institucional, estético, ético, pelético, las clases, los pueblos y las gentes”.Aun con todos estos bellos términos confluidos en una misma intervención –qué bien habla,admira el señor (o señora, por supuesto) mientras escucha su enésima tertulia- ,como que no nos termina de convencer.

Me he propuesto denunciar a todo autor de discurso evaporado y lo haré tras aplicar a cuanto escuche un test de verificación de contenido basado en preguntas

Estoy empezando a pensar que soy incapaz de digerir el metapolitiqués, que es al estado al que se llega cuando los impulsos instintivos, los auténticos, los concretos, ceden ante aquellos más aceptados desde el punto de vista moral y social, y ya de paso, electoral. Cuando de la solidez de una batería de propuestas, caramelos para todos (y todas, por supuesto), y que lo paguen los ricos, pasamos directamente a lo gaseoso, ni caramelos, ni todos, sino todo lo contrario, lo justo, lo ético, lo estético, ellos, nosotros, las clases, los pueblos, ni comunismo ni izquierdas, aunque no todo lo contrario. Discursos potencialmente mancillables por hemerotecas.

Les reconozco que últimamente fantaseo con la idea de bloquear un discurso con ocho de estos términos elegidos al azar esperando alguien que reconozca que no es que el traje sea invisible, es que no existe, aun a riesgo de parecer ignorante. Les reconozco que empiezo a sospechar que esta técnica ha sido empleada contra mí en algún debate. Me consuela saber que no soy la única víctima, pero me he propuesto firmemente que en adelante denunciaré a todo autor de discurso evaporado y lo haré tras aplicar a cuanto escuche un sencillo test de verificación de contenido basado en preguntas. La primera que me he propuesto es: ¿Qué ha dicho?; la segunda: ¿qué va a hacer?;la tercera:¿es posible?; y la cuarta:¿cuánto cuesta?

Un auténtico discurso evaporado se caracteriza por incluir al menos un término icónico (sistémico, endémico y compañía)y por quedarse en la primera pregunta, el encuentro con la realidad, no ha dicho nada. En sus grados más elaborados, este tipo de discursos pueden parecer responder a la segunda, o incluso a la tercera, pero nunca franquearán la cuarta, y mejor que no lo hagan. Lamentablemente, bajo la reluciente epidermis no hay nada, o hay la nada más absoluta, prefiero no saberlo. Mientras tanto, llámenme prosaica, pero seguiré recelando de falsos Mesías y desconfiando de soluciones mágicas y ritualistas,y educadamente perseveraré en reclamar que se me hable en términos de qués, cómos y cuántos, aun a riesgo de desvestir emperadores.

Esto ya lo he vivido, ¿a qué me recuerda? He tirado de Wikipedia para tratar de ilustrarles (término que no me termina de convencer en el presente contexto) el reencuentro que determinados discursos me producen respecto de recuerdos que no terminaba de reconstruir. Discursos etéreos, irrecordables, cuyo único principio activo parece ser el tópico. Discursos iguales, repetibles, contextualizables en tertulias, ponencias, investiduras y debates, repletos de fórmulas hermosas y florituras desinflables. Bonitos, psssse, y banales.

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