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Begoña Villacís

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Lo que hay que oír

En España tenemos un problema, corrijo, tenemos muchos, pero hoy mi ruta me ha hecho toparme con aquel que de forma tan precisa retrataba Ortega hace ya algunos años: el nacionalismo

Foto: El presidente de la Generalitat y de CDC, Artur Mas (d), el presidente de ERC, Oriol Junqueras (i), el cabeza de lista, Raül Romeva (c), la número dos, Carme Forcadell (2d), y la número tres, Muriel Casals. (EFE)
El presidente de la Generalitat y de CDC, Artur Mas (d), el presidente de ERC, Oriol Junqueras (i), el cabeza de lista, Raül Romeva (c), la número dos, Carme Forcadell (2d), y la número tres, Muriel Casals. (EFE)

Empiezo con una frase con la que despacharía una minoría de discursos, declaraciones y tuits que una escucha y lee más por una cuestión de educación que de verdadero interés. Es la misma barrera, la educativa, la que evita la incursión en un debate de besugos al más puro estilo Tip y Coll, un debate que se caracterizará por la proliferación de titulares cantarines de lo menos sugerentes, dogmas de los más manoseados e inseguros guiños que suplican reciprocidad. Así que sin más, leo, escucho, y como seguramente tenga algo más útil que hacer, me dedico a ello.

Resulta que, por si alguien a estas alturas no se ha enterado, en España tenemos un problema, corrijo, tenemos muchos, pero hoy mi ruta me ha hecho toparme con aquel que de forma tan precisa retrataba Ortega hace ya algunos años; el nacionalismo, movimiento que por cierto definía, no en su calidad de visionario, sino de analista, como “el hambre de poder templada por el autoengaño", aquella enfermedad que, según Cela, se curaba viajando.

No es mi intención, ya lo adelanto, para que nadie se lleve a engaño ni exija a este artículo más de lo que modestamente propone, entrar hoy a desvestir el sobado traje soberanista, ni llamar la atención sobre el mal estado de conservación del mismo, dado de sí desde el primer día, de costura rancia, apresurada, y para colmo cara, hoy quiero hablarles del fenómeno epidemiológico y sus distintas cepas.

Seamos realistas, tuvo su vida útil, pero hoy el “café para todos” ha caído en franco desuso, en su lugar hoy encontramos más opciones que en un Starbucks, café sólo, café con leche, descafeinado, mezclas de distintas variedades de cafés que sólo tienen en común la cafeína, por no hablar del mundo de los aromas, del menos al más extremo. Pues bien, por si la oferta desconcertase poco al desprevenido cliente, la inventiva no se ha agotado en la interminable carta, aún hay más. Si unos se afanan en apartarse, otros se empeñan en apartar, todos a codazos, pero codo con codo, baste el ejemplo del señor Junqueras (ERC actual ERC+CDC) alardeando de proximidades genéticas entre catalanes y franceses, mientras que el señor Hernando (PP) se manifiesta quejumbroso ante la posibilidad de “Caciquear desde Barna media España” (qué horror, pensaría, desde Barna, de toda la vida esto se ha hecho desde Génova), tampoco pareció satisfacerle que “Andalucía se mandase desde Cataluña”, ni que en Andalucía mandase un partido político que se llamase Ciutadans ni que tuviese un responsable político que se llamase Albert. Fue entonces cuando Albert, líder de Ciutadans, hubo de explicarle a este señor que, en fin, que era español…. y que el resto de los catalanes también señor Arnaldo, es decir, lo mismo que le ha estado recordando al señor Más los últimos ocho años.

Uno pudiera pensar que, de acuerdo, hace mucho calor en Madrid, y en Andalucía más, eso, la sobrexposición, la bilis, y la azarosa vida del campañero… pero no, es que no acaba aquí, es que, como si de una enfermedad autoinmune se tratase, que condujese de forma vil e inexorable al cuerpo al autorrechazo, la corriente de opinión crece, se reproduce y si nadie lo remedia, acabará convertida en un pobre mantra de campaña.

Diez minutos, los diez primeros minutos de un candidato del PP a la Generalitat, el señor García Albiol, no resuelve (tampoco es esperable), el drama del paro… no lo emplea en desvestir el nacionalismo, no aborda la vergüenza de la corrupción, el proyecto, no. Si los últimos diez minutos de un político pueden ser los de la basura, los primeros diez minutos de un candidato debieran ser los de oro, y en este caso esos diez minutos son dedicados, uno tras otro, de nuevo, a Albert. Extrañamente no citaba a la candidata con la que realmente habrá de medirse en las urnas, Inés Arrimadas, sino que aprovechaba este momento para reprocharle que, siendo catalán, no se porte bien, y se quede en Cataluña, donde debe estar. Me figuro que conversaciones parecidas fueron mantenidas entre nuestros abuelos y nuestros padres cuando decidieron abandonar los pueblos. Los catalanes a Cataluña, los madrileños a Madrid, y todos contentos, se ha cumplido con: el titular cantarín, la dosis de dogma, y el guiño, aunque no con la exclusiva de la idea, que la lleva defendiendo Mas mucho más tiempo, ¿ven lo que hay que oír?

Empiezo con una frase con la que despacharía una minoría de discursos, declaraciones y tuits que una escucha y lee más por una cuestión de educación que de verdadero interés. Es la misma barrera, la educativa, la que evita la incursión en un debate de besugos al más puro estilo Tip y Coll, un debate que se caracterizará por la proliferación de titulares cantarines de lo menos sugerentes, dogmas de los más manoseados e inseguros guiños que suplican reciprocidad. Así que sin más, leo, escucho, y como seguramente tenga algo más útil que hacer, me dedico a ello.

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