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Begoña Villacís

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¿Vuela?

El problema de la justicia española no es precisamente la falta de recursos legales, más bien se halla en la falta de recursos con los que aplicarlos

Foto: Mujeres se manifiestan en Santiago de Compostela en contra de la violencia de género. (EFE)
Mujeres se manifiestan en Santiago de Compostela en contra de la violencia de género. (EFE)

Recordaba esta semana una reciente campaña contra la violencia en el hogar, recogía una sarta de repugnantes evidencias del machismo más sincero, a la vez que ofrecía una cómoda transición del terror a la liberación. Vuela, acababa diciendo. Lo que la campaña obviaba, es que para muchas mujeres, su fuga no será más que un espejismo que habrá de frustrarse cada fin de semana alterno, momento en el que un maltratador constatado recibe a la prolongación vital de la que mujer que osó escapar. No se vuela, se alarga la cuerda, y cada viernes por la tarde se produce la antinatural entrega de un hijo a alguien que, a pesar del diagnóstico jurídico “no ha demostrado ser un mal padre”.

El pasado 1 de agosto David Oubel le daba el tiro de gracia a su ex mujer Rocío. Me niego a recoger que lo que hacía era asesinar brutalmente a sus dos hijas, simplemente porque nunca lo fueron. Automáticamente pienso en ella, pienso en su terror, en el momento de la entrega, que habrá de perseguirla de por vida, en su infinito duelo. Me resulta inconciliable la sucesión de delirantes hechos con un escenario improbable, el de un hogar amueblado, con aparador, tele, fotos enmarcadas y libros escolares. Recuerdo a Ángela González, y su largo e insatisfecho peregrinar en busca de un perdón que tarda en reconocer la justicia española, aún tras la pública condena de la ONU.

De forma inmediata se suceden minutos de silencios y necesarios pésames, y de forma, igual de inexorable, pero algo menos inmediata, los esperables envites pseudoideológicos entre unos y otros, izquierdas, derechas y variantes. Alguien con criterio debería a aconsejar a determinados actores cuán ruin y perjudicial es el uso de la tragedia como estrategia electoral. Finalmente son evacuadas alguna Ley, instrucción, amago de inyección presupuestaria oportunamente comunicada y nuevamente parecemos blindados ante la maldad y sinrazón.

No parece existir un sincero interés por incidir en las verdaderas causas de las disfunciones de la justicia en España

La incontinencia normativa es, ya me he quejado varias veces, una constante en los últimos gobiernos, no es casual que uno de los indicadores de gestión de un gobierno se base en el número de páginas de BOE que es capaz de generar. Sin perjuicio de lo acertado de muchos de estos textos, no parece existir la debida proporcionalidad entre la proliferación de Leyes, y la eficacia en la gestión de los casos, y con la misma celeridad que rellenamos páginas en boletines oficiales, se acumulan toscamente voluminosos expedientes en nuestros juzgados, casos que retratan familias entrampadas en algún momento del proceso.

No parece existir un sincero interés por incidir en las verdaderas causas de las disfunciones de la justicia en España. No parece que nadie quiera admitir que un informe psicosocial en Madrid que, por ejemplo, precise un padre que pretenda reanudar un régimen de visitas, pueda tardar hasta un año en llegar, cinco meses en el mejor de los casos. Que la designación de un punto de encuentro que permita “normalizar” los encuentros entre progenitores e hijos pueda tardar hasta 8 meses en tramitarse. A nadie parece avergonzarle que además se le exija al padre o madre que pague su correspondiente entrada al centro en forma de tasa, ni la ralentización generalizada de los procesos, que no denota sino la responsabilidad de quienes se resisten a juzgar los casos en masa acudiendo a los consabidos arquetipos.

No es por falta de Leyes, el problema de la justicia española, no es precisamente la falta de recursos legales, más bien se halla en la falta de recursos con los que aplicarlos. No es abordable desde un artificial acortamiento de los plazos en otra norma más, sino desde la optimización de los recursos y la facilitación de medios que permitan que reconvertir cifras o expedientes en personas y familias, y a los jueces, detenerse y realizar grandes análisis de casos pequeños.

Recordaba esta semana una reciente campaña contra la violencia en el hogar, recogía una sarta de repugnantes evidencias del machismo más sincero, a la vez que ofrecía una cómoda transición del terror a la liberación. Vuela, acababa diciendo. Lo que la campaña obviaba, es que para muchas mujeres, su fuga no será más que un espejismo que habrá de frustrarse cada fin de semana alterno, momento en el que un maltratador constatado recibe a la prolongación vital de la que mujer que osó escapar. No se vuela, se alarga la cuerda, y cada viernes por la tarde se produce la antinatural entrega de un hijo a alguien que, a pesar del diagnóstico jurídico “no ha demostrado ser un mal padre”.

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