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Begoña Villacís

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#Microcuento catalán (basado en hechos reales)

Hay quien no piensa en el 27 de septiembre, hay quien piensa en el 28, y en el 29, y en el mes siguiente: “A mí la independencia… A mí lo que me preocupa es mi trabajo y mi familia”

Foto: Manifestación por la Diada en Cataluña. (EFE)
Manifestación por la Diada en Cataluña. (EFE)

Estación de Barcelona Sants, 10:20, cuatro madrileños esperamos en riguroso orden al taxi en cuestión. Nos dirigimos al acto central de la campaña de las campañas, que es en lo que hemos convertido el 27-S. Se nota a la legua que no somos oriundos, no porque hablemos español, sino porque admiramos Barcelona con ojos de turistas ante una escrutadora mirada de retrovisor. Tratar de no hablar de política es prometerse no hablar de trabajo entre compañeros de trabajo, por ello, porque nos gusta, y porque se da la circunstancia de que estamos en zona cero, acabamos reproduciendo una conversación ya viral, que tiene por objeto el mal llamado “problema catalán”.

“Pues yo soy independentista”, manifiesta inesperadamente nuestro soliviantado conductor. Resulta evidente su molestia. Reconozco que vivir en Madrid aísla de forma muy efectiva de este tipo de vivencias, realmente son pocas las ocasiones en las que una coincide con acólitos de esta nueva religión de manera tan frontal, y ahora lo tengo justo delante. Me puede la curiosidad, y entro de lleno, con respeto, pero sin matizar una sola de mis curiosidades, ruptura de la legalidad, salida de Europa -¿quién dice que vamos a salir de Europa? (no sé, la Constitución, el resto de Europa, el mundo entero…) -, éxodo de empresas, huida de bancos, pensiones que no llegarán a un cajero… y, la verdad, le encuentro menos interesado en debatir que en declararse 'indepe'. Lo suyo es simple y llanamente fe, y como tal, a prueba de argumento, cifra o razón, así que con las mismas vuelvo a lo mío, menos sorprendida de lo que debiera.

Cinco minutos más tarde hemos llegado, pagamos 10,40 y nos bajamos. Lo primero que llama mi atención es la omnipresencia de la CUP, carteles por todas partes de un candidato que se las promete felices, entiendo que como todos. Ni rastro de Ciudadanos, ni de lejos se ve atisbo naranja y, mira por dónde, tiene su lógica. Nuestro recién remunerado independentista se ha garantizado una particular última victoria, la de soltarnos en el evento de campaña de este partido, en lugar del destino acordado al inicio del viaje. Con sinceridad, a 10 minutos de comenzar nuestro acto, me acuerdo de toda la parentela de nuestro resentido taxista y contratamos los servicios del siguiente, llegando milagrosamente justo a tiempo. Prudentemente, omitimos toda confesión en este último trayecto.

Escucho a Inés Arrimadas, a Albert, más preparada que antes para comprender el concepto engaño, un macroengaño urdido en despachos de sedes embargadas, que proyectó infectar y envenenar a toda una sociedad motivado por un solo interés, blindar los intereses de unos pocos, y esconder bajo una oportuna estelada putrefacción y porquería acumulada durante décadas.

Hablamos, en definitiva, de partidos corruptos, vulgares y codiciosos comisionistas empeñados en recrear un delirante y viciado relato, un culebrón de sobremesa de superbuenos y archivillanos. Al servicio de tan ambicioso invento los presupuestos de toda una autonomía, y los dineros de sacrificados sujetos pasivos, sus conciudadanos, a quienes han resuelto someter a la mayor carga impositiva de toda España. Demuestra su alto grado de autogobierno el que hayan podido poner en práctica su inmoral concepto de priorizar, que eleva la propaganda a la categoría de derecho fundamental, muy por encima de mantener quirófanos abiertos, pagar a farmacias, hospitales o escuelas, o un largo etcétera. Sí, les gusta la independencia, siempre que esta no sea una cualidad de un medio de comunicación a su servicio.

Acogidos en su papel de víctima, ignorados por un Estado central miope y relajado, despreocupado diría, la inoculación se consuma y mi vengativo taxista y afines no recuerdan ya la imagen de un cansado Pujol reconociendo su gran traición y su escandalosa fortuna, bien patrocinada por el independentismo. No censuran ya el 3%, ni los palaus, ni las bancas catalanas ni las familias, no tienen más que ojos para España, que les roba.

Paradójicamente, es otro taxista quien me reconcilia con el mundo, ya de vuelta al AVE. Es de este tipo de conductores que te dan palique y te ponen en situación, perfectos retratistas de la realidad. Inmediatamente recojo sus últimas palabras en un 'tuit', por su pragmatismo, por su sentido común: “A mí la independencia... A mí lo que me preocupa es mi trabajo y mi familia”. Y es que hay quien no piensa en el 27 de septiembre, hay quien piensa en el 28, y en el 29, y en el mes siguiente; solo espero que este señor, el que entiende que hay que llevar a las personas a un destino determinado, encuentre tiempo entre carrera y carrera para ir a votar, me da que no estará solo.

Estación de Barcelona Sants, 10:20, cuatro madrileños esperamos en riguroso orden al taxi en cuestión. Nos dirigimos al acto central de la campaña de las campañas, que es en lo que hemos convertido el 27-S. Se nota a la legua que no somos oriundos, no porque hablemos español, sino porque admiramos Barcelona con ojos de turistas ante una escrutadora mirada de retrovisor. Tratar de no hablar de política es prometerse no hablar de trabajo entre compañeros de trabajo, por ello, porque nos gusta, y porque se da la circunstancia de que estamos en zona cero, acabamos reproduciendo una conversación ya viral, que tiene por objeto el mal llamado “problema catalán”.

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