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Begoña Villacís

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Según escribo, descubro con horror la última entrega de la CUP, leo que maduran dar por concluido su momento de gloria con una, oh sorpresa, última votación, la votación final

Foto: Asamblea de la CUP que votó el apoyo a Mas. (EFE)
Asamblea de la CUP que votó el apoyo a Mas. (EFE)

La verdad es que se hacen querer, estos de la CUP definitivamente saben cómo montárselo. Han pasado sin despeinarse de la asamblea de calle o centro cultural, a la asamblea de salón, foco y alcachofa. Exhiben sin pudor su ultrademocracia, certificable por el hecho de delegar todo lo que huela a decisión a sus militantes. Parece que funciona así. Estos últimos eligen a sus representantes para que, cuando llegue el momento de mojarse, ellos les devuelvan la pelota. Y así sucesivamente. Y así viene siendo día tras día, semana tras semana y mes tras mes.

Y ahora que le quedan unas horas al año, esto va pasando de castaño oscuro. Lo último, un imposible empate, un cupero vencido por la pereza atesorando su voto decisivo a la bartola, y un presidente, también imposible, llamado a ser el 'meme' más punki de estas navidades. A buen seguro que Anna Gabriel y David Pérez fantasearon más de 100 veces con esta situación, los burgueses de CiU bebiendo los vientos por sus votos, los 'business friendly' en manos de sus 10 diputados anticapitalistas y 100 asambleas.

Según escribo, descubro con horror la última entrega, leo que maduran dar por concluido su momento de gloria con una, oh sorpresa, última votación, la votación final. Le dedico una lectura en diagonal a este último capítulo del día de la marmota. ¿Se imaginan un país gobernado bajo este régimen de indecisión permanente? ¿Un Gobierno más parecido a la comunidad de 'Aquí no hay quien viva' o, como me decía un buen amigo, 'La vida de Brian', que a un Ejecutivo? Pues sí, se puede. Vístanlo de participación ciudadana, que consiste a grandes rasgos en pasarse el marrón de unos a otros y de otros a unos, en marear los problemas hasta que acaben por resolverse solos o por derivar en una crisis sin precedentes. Estamos de acuerdo en que no son precisamente pioneros en la práctica de la fórmula, marear la perdiz no exige ser ni anticapitalista, ni asambleario, ni siquiera ser de izquierdas ni de derechas, nuestros dos últimos presidentes son buena prueba de ello.

¿Se imaginan un país gobernado bajo este régimen de indecisión permanente? ¿Un gobierno más parecido a la comunidad de “Aquí no hay quien viva”?

Y sin embargo, este sistema, tan protodemocrático, tan participativo, tiene trampa. Bien lo sabemos en Madrid, donde si tienes una iniciativa y te votan 53.000 madrileños, te están buscando. Y, al mismo tiempo, y con gran desparpajo se vota no, de un plumazo, a más de 300 enmiendas a los presupuestos presentadas por la oposición, 214 de las cuales fueron presentadas por la formación que represento. No sé, esto de practicar la democracia, pero solo con los que piensan como tú, no tiene nada de democracia. Nos vendieron un sistema más participativo y democrático pero los que antes criticaban el rodillo, ahora lo practican a gusto.

Ha sido un año intenso políticamente. Nos hemos enfrentado acuatro procesos electorales que, aparentemente, venían cargados de grandes cambios. Pero termina 2015 y parece que poco o nada ha cambiado. La ideología y el interés propio siguen pesando más que un interés común, que continúa siendo una quimera. Los nuevos adalides de la regeneración democrática siguen empeñados en los juegos de suma cero, en los que las ganancias equivalen a las pérdidas del otro; a la postre, de los ciudadanos. En lugar de jugar a una suma positiva, en que las ganancias de unos sean también las ganancias de los otros. Es decir, una suma que beneficie a todos porque busque el verdadero interés común. El de los ciudadanos.

La verdad es que se hacen querer, estos de la CUP definitivamente saben cómo montárselo. Han pasado sin despeinarse de la asamblea de calle o centro cultural, a la asamblea de salón, foco y alcachofa. Exhiben sin pudor su ultrademocracia, certificable por el hecho de delegar todo lo que huela a decisión a sus militantes. Parece que funciona así. Estos últimos eligen a sus representantes para que, cuando llegue el momento de mojarse, ellos les devuelvan la pelota. Y así sucesivamente. Y así viene siendo día tras día, semana tras semana y mes tras mes.

Artur Mas
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