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Lo sabemos desde diciembre: las mayorías amplias se han acabado y ahora toca pactar

Foto: Albert Rivera durante su intervención. (Efe)
Albert Rivera durante su intervención. (Efe)

Que estamos en un tiempo nuevo en la política española ya no lo duda nadie. Han quedado atrás los tiempos en los que dos partidos se repartían la presidencia del gobierno de forma más o menos alternativa, generando la mayoría suficiente merced a pactos con fuerzas nacionalistas que, si bien les exigían determinadas medidas para sus territorios, no impedían a los partidos nacionales aplicar su programa sin mayor rendición de cuentas.

Lo sabemos desde diciembre: las mayorías amplias se han acabado y ahora toca pactar. Es la hora del diálogo entre fuerzas políticas que parten de formas diferentes de entender la sociedad. Ayer recordaba Albert Rivera en el Congreso que los grandes logros de los españoles procedían de las escasas ocasiones en las que se han dado importantes consensos: la Transición, los pactos de la Moncloa o de Ajuria Enea son buenos ejemplos de ello.

No es una novedad en el discurso de Ciudadanos. Desde el primer momento, y así lo expresamos durante la campaña del 20-D, dijimos que estábamos aquí para unir y no para dividir, para ponernos al servicio de los españoles y no al de nuestro partido o nuestros intereses.

La democracia surgida de la voluntad de los españoles en 1978 nos ha dado muchas cosas buenas, pero ha llegado a nuestros días agotada por el mal uso que los partidos han hecho de ella. Y esta última legislatura ha sido buen ejemplo de ello. Un gobierno con amplio respaldo inicial que ha adoptado centenares de medidas, con mejor o peor suerte, pero de espaldas los ciudadanos, a lo que sentían y a lo que esperaban de sus políticos. El gobierno de un partido que no ha hecho pedagogía política, que no ha dado la cara y que además ha sido incapaz de impedir que los corruptos camparan a sus anchas en sus sedes y en la administración.

Es la hora del diálogo entre fuerzas políticas que parten de formas diferentes de entender la sociedad

Una actitud que, por cierto, no ha cambiado desde el 20-D. Porque si en las 11 ocasiones anteriores desde 1979 el Rey siempre había propuesto al Congreso al candidato de la fuerza más votada, esta ocasión ha sido bien distinta. Tras la espantada de Rajoy no estuvo la falta de apoyos -nadie los tiene- sino la constatación de una incapacidad para el pacto que nos temíamos desde las elecciones. Con las encuestas que desde hace más de dos años ha manejado el gobierno, es inconcebible que esta situación sin mayorías claras haya pillado a Rajoy con el pie cambiado.

Así hemos llegado a la sesión de investidura de Pedro Sánchez. Y Ciudadanos, con toda la humildad y con vocación constructiva, se sentó a la mesa de diálogo. Con sentido de estado y dispuestos a sacar lo mejor del PSOE, un partido socialdemócrata, constitucionalista y europeísta, y a tratar de poner en marcha nuestro proyecto común para España, desde nuestra óptica liberal, constitucionalista y europeísta. Poniendo en valor aquello en lo que coincidimos que es mucho. Esta es nuestra aportación para regenerar una democracia a la que se ha tratado a patadas. Y también, por que no decirlo, a abrir una puerta frente a quienes quieren fagocitar al PSOE, imponerle cargos y nombres, y obligarle a aplicar políticas trasnochadas cuando no sectarias y excluyentes.

Muchos han criticado el pacto PSOE-C's y están en su derecho. Pero, a fecha de hoy, es el mejor pacto que está sobre la mesa, porque es el único

Muchos han criticado este pacto, y están en su derecho. Pero, a fecha de hoy, es el mejor pacto que está sobre la mesa, porque es el único. Otros han dicho que es extemporáneo o contra natura, cuando socialdemócratas y liberales gobiernan juntos en 7 países de la UE, quizá porque allí saben que hay que poner el interés de los ciudadanos por delante del de los partidos. Y frente a quienes afirman que Ciudadanos, que acaba de llegar al Congreso, no ha ponderado las consecuencias de firmar un acuerdo como este, Albert Rivera ha dejado claro que los españoles nos pagan un sueldo para que nos entendamos, para que lleguemos a acuerdos que mejoren sus vidas y no para que intentemos proteger nuestro tinglado a toda costa. Es la hora de los valientes y de desenchufar la pantalla de plasma.

Y por supuesto que hay medidas del pacto que son mejorables, pero también contiene unos principios de regeneración democrática a los que muchos no han querido o sabido sumarse. Y este pacto, guste o no, ha acabado definitivamente con el bipartidismo en España, del que además salían beneficiados los nacionalismos excluyentes. Porque queda claro que hay otra opción a la que los grandes partidos nacionales no pueden sustraerse: conformar juntos programas de gobierno para beneficiar a todos los españoles sin excepción. Algo que en otros países es normal y aquí, vaya a saber usted por qué, nos parecía rarísimo.

Y con toda la humildad, si algo ha quedado claro de la primera intervención en el Congreso de Albert Rivera, es que Ciudadanos es un partido necesario, un espacio político que en España estaba huérfano por ese déficit democrático que todavía tenemos con Europa, y que ahora tiene 40 valientes en el hemiciclo para defender la igualdad y la justicia entre los españoles.

"El problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes" dijo Winston Churchill y ayer recordó Albert Rivera. Pues nosotros queremos ser útiles. Útiles para mejorar la vida de los españoles. Por eso, nuestra mano sigue tendida para encontrar el mejor gobierno posible. Un gobierno que ponga a los españoles por encima de sus políticos.

Que estamos en un tiempo nuevo en la política española ya no lo duda nadie. Han quedado atrás los tiempos en los que dos partidos se repartían la presidencia del gobierno de forma más o menos alternativa, generando la mayoría suficiente merced a pactos con fuerzas nacionalistas que, si bien les exigían determinadas medidas para sus territorios, no impedían a los partidos nacionales aplicar su programa sin mayor rendición de cuentas.

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