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Begoña Villacís

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Libertad para Leopoldo

Pocas veces han estado tan de acuerdo la ONU, la Unión Europea, Amnistía Internacional, Human Rights Watch, así como la mayoría de los partidos políticos en España

Foto: Fachada de la Real Casa de Correos, sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid. (EFE)
Fachada de la Real Casa de Correos, sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid. (EFE)

De quedar libre Leopoldo, esa misma tarde iría a su casa a abrazar a sus hijos, le diría a Manuela que cumplió con su promesa de volver antes de su cumpleaños, le pediría matrimonio de nuevo a Lilian y hubiese salido a abrazar a sus hermanos de Voluntad Popular. De no ser así la sentencia “usted va a tener más miedo de leerla que yo de escucharla, porque sabe que soy inocente” concluyó Leopoldo. Después la sentencia, si es que el mundo libre puede aceptar una apropiación tan indebida del término. 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas.

Terminaba así una pantomima que duraba ya 18 meses, el proceso judicial a Leopoldo, un cutre conato de auto de fe que no se molestaron en decorar ni un poquito. Un año sin declarar ante el juez; 15 presencias en sede judicial sin que se le hiciera interrogatorio alguno, solo leerle cargos. Un juicio no, un puro trámite, en el que no se admitió la declaración de un solo testigo de la defensa, y en el que se tuvo la oportunidad de juzgar entre otras cosas, un incendio que nunca tuvo lugar. La propia juez afirmó que “López llamaba a una salida constitucional del gobierno de Maduro”, sin instigar directamente a la violencia, pero que -y aquí viene lo bueno- “en el fondo se pretendía desobedecer leyes, crear desórdenes públicos y sacar al gobierno de forma no legítima”. El fiscal, después de soportar la farsa de juicio tuvo la decencia de exiliarse de Venezuela.

Puertas afuera, la indignación, la rabia y el cansancio hacían mella en un país donde uno no puede garantizarse un vaso de leche que darle a tus hijos, ni pañales, ni pan, donde la muerte puede estar esperándole a la vuelta de la esquina. Un país otrora rico, bello, construido sobre un manto de oro negro y cobijado por una naturaleza exultante.

Cientos de personas se reunían para denunciar junto a su mujer Lillian Tinttori la degeneración de la justicia en Venezuela

Aquel día, cientos de personas se reunían para denunciar junto a su mujer Lillian Tinttori la degeneración de la justicia en Venezuela, país donde los poderes no se dividen, confluyen, simplemente han degenerado en botones de colores en el panel de control de un presidente todopoderoso y encaprichado.
Enfrente, los afines al régimen, entregados a un recital que no está dispuesto a ceder ante las evidencias o las elecciones. Las oligarquías, los poderosos, las élites y el pueblo, que no es otra cosa que ellos.

Pocas veces han estado tan de acuerdo la ONU, la Unión Europea, Amnistía Internacional, Human Rights Watch, así como la mayoría de los partidos políticos en España y en todo el mundo, a la hora de reconocer un hecho como el encarcelamiento político de Leopoldo, que muestra las carencias democráticas de Venezuela y en particular la absoluta dependencia política del poder judicial.

Leopoldo optó por la salida más difícil, optó por ser libre en la cárcel, opto por entregarse a un proceso con ningún atisbo de garantía, a un sistema penitenciario que reprocha con mano dura el haber salido “respondón”. Los que le descartaban como representante del pueblo silenciaban el hecho de que en su primer mandato como Alcalde de Chacao (Caracas) fue elegido por el 51% de los votantes, y por el 81% en el segundo. Como ven, Leopoldo, si representaba válida y democráticamente al pueblo. Tan pronto como optó por intentar la Alcaldía Mayor de Caracas (hubiera ganado), los chavistas le inhabilitaron. No un juez, sino un órgano administrativo chavista, y de nada ha servido que la Corte Interamericana de Derechos Humanos fallara en contra del estado venezolano y anulara la sanción, puesto que ésta le ha sido renovada en dos ocasiones más “con cumplimiento sucesivo”, en un proceso paralelo al del juicio.

Pareciera que este reducto del mundo la tiene tomada con la oposición, pero no es así, la tiene tomada con la libertad, y con la justicia. Desde la “revolución” 3.000 particulares y empresas han osado a presentar actos jurídicos contra los gobiernos de Chávez y Maduro. Los jueces nunca han fallado en contra del Estado. Ni en un solo caso.

Leopoldo optó por la salida más difícil, optó por ser libre en la cárcel, opto por entregarse a un proceso con ningún atisbo de garantía

La tiene tomada con todo efecto secundario de la libertad, los periódicos que no han sucumbido a la ímproba labor de loar, lo han hecho acosados por multas, racionamiento del papel y el acecho de un régimen que no les quiere ver ni en pintura.

Esta misma semana, dos diputados chavistas del PSUV, afirmaban en Madrid que Leopoldo López era un terrorista, acusándole de los actos violentos “Guarimbas” en los que murieron 43 personas, ya de paso aprovecharon y le colgaron el “promover el desabastecimiento de los comercios”. Señores, enviar a dos diputados para hacer semejante rueda de prensa en la embajada ante la presentación del libro que Leopoldo ha escrito de forma clandestina no demuestra sino miedo a la libertad, que a su vez, es el principal enemigo de su régimen.

Como ven este artículo no va de si España puede o no ser Venezuela. Esto va de libertad, y hoy por hoy resulta inconcebible que en España existan grupos políticos que se estén dejando la piel por defender al chavismo a la menor ocasión, y decenas de personas que asumen packs ideológicos para defenderlos sin análisis personal, cual secta. Y es que en el fondo, y como he tratado de explicar en este artículo, parece que cuando las evidencias a favor escasean, y las que están en contra aplastan, no cabe sino apelar a la fe, y en eso se ha convertido el chavismo en el mundo, en una cuestión de fe, en una especie de fundamentalismo mesiánico a cuya defunción, estoy segura, podremos asistir.

De quedar libre Leopoldo, esa misma tarde iría a su casa a abrazar a sus hijos, le diría a Manuela que cumplió con su promesa de volver antes de su cumpleaños, le pediría matrimonio de nuevo a Lilian y hubiese salido a abrazar a sus hermanos de Voluntad Popular. De no ser así la sentencia “usted va a tener más miedo de leerla que yo de escucharla, porque sabe que soy inocente” concluyó Leopoldo. Después la sentencia, si es que el mundo libre puede aceptar una apropiación tan indebida del término. 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas.

Leopoldo López Nicolás Maduro Ayuntamiento de Madrid
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