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Begoña Villacís

Mirada Ciudadana

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En Ciudadanos creemos que podemos ser útiles en ese sentido. Y desde luego, lo vamos a intentar

Foto: Mariano Rajoy en el Congreso. (Reuters)
Mariano Rajoy en el Congreso. (Reuters)

Nada me hubiese gustado más que elresultado del 26J hubiese sido la expresión del hastío social que palpo día a día en la calle, aquello que me hizo tomar la decisión de participar activamente en esta gran oportunidad de cambio, en este momento político. Que el partido que tantas páginas de corrupción ha dado a España hubiese recibido su justo reproche en las urnas, hubiese sido justicia prosaica, un merecido castigo a una conducta mensurable en fajos de sumarios acumulados. No fue así. En el último momento, una minoría silenciosa cuya confesión no había sido capaz de obtener encuesta alguna alzó al Partido Popular a la primera posición. El mantra del 'sorpasso', la interesada inflación delfenómeno Podemos y el imaginario colectivo que creyó que un extremo solo era válidamente anulable por el extremo opuesto contribuyeron, sin duda, a una última decisión conservadora, a susto o muerte.

Pero de esto hace ya más de tres semanas, los resultados ya han sido diseccionados, digeridos y, espero, admitidos. Son las cartas con las que, aceptémoslo, tenemos que jugar. Una lista más votada, minoritaria eso sí, un Parlamento fragmentado y un contexto de eterna transición, siete largos meses de un país en funciones acosado por la necesidad de fijar un techo de gasto y jugándose su capacidad negociadora con Bruselas. Puede que sea mucho suponer que, esta vez sí, Rajoy aceptará la responsabilidad de formar Gobierno, que asumirá en esta ocasión que ser la lista más votada ha de servir para algo más que para fardar de serlo, pero si finalmente la normalidad democrática se impone y el señor Rajoy se presenta, seremos el resto de partidos los que compartiremos el deber de ofrecer una solución a los ciudadanos. Por eso fuimos los primeros en mover ficha, un no político en primera votación a la corrupción, al engaño, a una política no reformista y de recorte fácil, y una abstención en la segunda. Por eso pactamos la formación de una Mesa del Congreso plural en la que contaremos con la presencia suficiente para evitar que los independentistas formen grupo cuando reglamentariamente no tienen los requisitos exigidos, para ejercer la labor de partido regulador que estamos llamados a desempeñar.

Una lista más votada, minoritaria eso sí, un Parlamento fragmentado y un contexto de eterna transición, siete largos meses de un país en funciones

No tardaron en escucharse las voces que nos acusaban de cambalache de sillones y que incluso extrapolaban los términos de este acuerdo puntual a la investidura del presidente del Gobierno. Nada más lejos de la realidad. En primer lugar, porque Ciudadanos ya ha dicho cuál será su posición de voto tanto en la primera sesión como en la segunda, siempre que, claro está, Rajoy acepte del Rey que su nombre sea propuesto a la Cámara. Y en segundo lugar, porque el acuerdo alcanzado el martes dista mucho de ser una exigencia directa de poder al estilo de los ministerios y televisiones que Pablo Iglesias le pedía a Sánchez en sede parlamentaria nada más llegar de Zarzuela.

Este es un acuerdo para trabajar, para conseguir que en esta legislatura, en la que se perfila un Gobierno en minoría, puedan sacarse adelante normas estables y duraderas para el interés general. Porque esta va a ser la legislatura del Parlamento. Por primera vez, no habrá un Gobierno en solitario, ni un Gobierno de la fuerza mayoritaria acordado con los nacionalistas. El Gobierno tendrá que dialogar para sacar adelante sus iniciativas -el Presupuesto de 2017 es la más importante-, y lo normal es que tenga que hacerlo al menos con dos fuerzas políticas más.

El Gobierno tendrá que dialogar para sacar adelante sus iniciativas, y lo normal es que tenga que hacerlo al menos con dos fuerzas políticas más

Este es el acuerdo que adopta una fuerza que cree en el parlamentarismo, que asume su responsabilidad en un escenario sin mayorías y que sabe que su centralidad y capacidad de mediar van a ser muy importantes para que salgan adelante las reformas que necesita España. No vamos a permitir que haya un Gobierno sin control, pero tampoco un Gobierno maniatado. Y para eso, unos y otros han de recuperar su capacidad de hablar, y así acabar definitivamente con esa vida política pendular tan típica de España: leyes educativas que duran cuatro años, reformas y contrarreformas, derogaciones exprés que causan inseguridad jurídica y estupor a partes iguales.

No, no estamos cómodos en un contexto de anormalidad política, de bloqueo institucional. Nuestro medio no es el caos en el que otros partidos parecen moverse como pez en el agua. Nuestro medio es la política y nuestro fin, las reformas, así de simple.

En Ciudadanos, creemos que podemos ser útiles en ese sentido. Y desde luego, lo vamos a intentar. Si conseguimos desterrar todo eso; demostrar a todos que avanzamos mejor desde el consenso, y ser capaces hacer reformas permanentes respaldadas por un amplio espectro político, igual esta legislatura con Gobierno en minoría -'a priori' tan inestable y débil- termina siendo más fructífera que las de los 12 o 16 años anteriores.

Nada me hubiese gustado más que elresultado del 26J hubiese sido la expresión del hastío social que palpo día a día en la calle, aquello que me hizo tomar la decisión de participar activamente en esta gran oportunidad de cambio, en este momento político. Que el partido que tantas páginas de corrupción ha dado a España hubiese recibido su justo reproche en las urnas, hubiese sido justicia prosaica, un merecido castigo a una conducta mensurable en fajos de sumarios acumulados. No fue así. En el último momento, una minoría silenciosa cuya confesión no había sido capaz de obtener encuesta alguna alzó al Partido Popular a la primera posición. El mantra del 'sorpasso', la interesada inflación delfenómeno Podemos y el imaginario colectivo que creyó que un extremo solo era válidamente anulable por el extremo opuesto contribuyeron, sin duda, a una última decisión conservadora, a susto o muerte.

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