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Begoña Villacís

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Y de aquellos polvos, estos atascos

La mitad de los vehículos que circulan por Madrid no están domiciliados fiscalmente en el municipio

Foto: Un atasco en las calles de Madrid. (EFE)
Un atasco en las calles de Madrid. (EFE)

En la película 'Un día de Furia', es un atasco la gota que colma el vaso de un Michael Douglas que no soporta un minuto más enjaulado en su coche confinado a su vez en una hilera de coches interminables que por alguna razón están detenidos. Julio Cortázar en su cuento “autopista hacia el sur” lo lleva más lejos y somete a la misma tortura a un heterogéneo grupo de domingueros que a su vuelta a París se encuentran con un clásico embotellamiento de operación retorno que empieza retrasándoles horas y acaba reteniéndoles meses.

Los atascos, ese martirio obligado integrado en la rutina de cientos de miles de ciudadanos no sólo no ha conseguido ser resuelto por sucesivos gobiernos, sino que es un fenómeno creciente con dos consecuencias directas; por un lado, la implicación en la vida de las personas, obligados asumir la sustracción de un par de horas diarias de su vida, horas que sustraen bien a su trabajo, bien a su familia. El segundo efecto es la contaminación, relacionada con más de 2000 muertes anuales, poco más que decir a este respecto a los negacionistas. Es uno de los retos más graves que afrontan las urbes de este siglo.

Los atascos, ese martirio obligado integrado en la rutina de cientos de miles de ciudadanos no sólo no ha conseguido ser resuelto por sucesivos gobiernos

Por extraño que parezca, las insólitas medidas ideadas hasta ahora para combatir el tráfico y de esta manera reducir la contaminación persiguen justo lo contrario. El cierre de Gran Vía supondrá atrofiar una de nuestras principales arterias. La eliminación de carriles para vehículos en pos de carriles bicis segregados, en lugar de apostar por carriles integrados persiguen descaradamente generar más atascos. La teoría es la siguiente; si constriño la circulación, si limito la fluidez al punto que la ruta habitual suponga un cuarto o media hora más esto generará un efecto disuasorio que desplazará automáticamente a los conductores al transporte público. Así de simple.

La grieta de este razonamiento es precisamente este punto. Las ciudades no son simples, las ciudades son realidades complejas, como lo son las realidades de los que las viven. ¿Asumiría perder media hora por la mañana una madre que sabe que a su hora de salida (que es más variable que la de entrada) no tiene atasco, si de esta manera llega a recoger a sus hijos al colegio?, la respuesta la tienen en el embotellamiento diario, que lejos de disolverse continúa empeorando. Y es que, por sorprendente que resulte, la estrategia, por llamarla de alguna manera, no propone la investigación de las causas del fenómeno, los por qué. ¿Por qué miles de personas optan por el coche en lugar del transporte público?, por qué se resignan cada día a ponerse a la cola de una interminable hilera de hormigas camino del hormiguero, al suplicio del punto muerto, primera, segunda, vuelta a primera, a preguntarse eso que hemos pensado todos en algún momento ¿de dónde salen todos estos coches?

Foto: Boina de contaminación en Madrid. (Reuters)

Vamos con algunas de las respuestas.

La mitad de los vehículos que circulan por Madrid no están domiciliados fiscalmente en el municipio. Este dato, extraído de un estudio municipal sobre el parque circulante, que es aproximado y variable según zonas y vías de circulación, indica que Madrid es un gran centro de trabajo, y que gran parte de sus trabajadores residen en la corona metropolitana. En todo caso, nos confirma la necesidad de coordinar actuaciones entre diferentes administraciones y nos hace preguntarnos cómo han cambiado los patrones de movilidad en los últimos treinta años y a qué se deben.

La mitad de los vehículos que circulan por Madrid no están domiciliados fiscalmente en el municipio

Según las estadísticas de los movimientos migratorios de la Comunidad de Madrid por municipios del Instituto de Estadística de la Comunidad, desde el año 1988 hasta el 2016 la población de la ciudad de Madrid ha aumentado en 628.414 personas. Madrid Capital ha ganado 155.742 vecinos, mientras que, en el mismo periodo de tiempo, la Corona Metropolitana subía 460.655, es decir, tres veces más.

Entre los años 1988 y 1997, de hecho, la ciudad perdía 147.873 que eran absorbidos casi en su totalidad por la corona metropolitana que ganaba 97.694. La razón fue la decidida apuesta del gobierno municipal socialista de aquel entonces por limitar el crecimiento de la ciudad, “Madrid ni crece ni crecerá”. Habida cuenta que los movimientos migratorios a nivel mundial apuntaban, ya en aquel entonces, justo en la dirección opuesta, esta limitación sólo podría realizarse de forma completamente artificial y el instrumento elegido a tal fin fue el Plan General de Ordenación Urbana del año 1985 que fulminó de un plumazo todo resquicio de suelo edificable. La oferta cayó en picado, la demanda, como era de esperar, no. En la ciudad los precios de las viviendas empezaron a subir notablemente, y muchos hijos de vecinos de Madrid, que no se lo podían permitir, acabaron poblando el extrarradio de su ciudad. Un ejemplo gráfico de este flujo migratorio lo tenemos en el municipio de Rivas, que en el año 1980 contaba con apenas 500 habitantes, hoy ronda los 83.000.

En el año 1997 Madrid aprueba un nuevo Plan General de Ordenación Urbana, coincidiendo con un período expansivo que llega hasta la crisis, cuando Madrid vuelve al signo negativo. En este mismo periodo, la corona metropolitana continua su crecimiento. Conclusión, la ciudad de Madrid se despuebla y envejece. Las casas donde antes vivían familias hoy son nidos vacíos y los padres están ya jubilados. Si ellos vivían en Aluche, sus hijos viven en Alcorcón, pagan los impuestos en Alcorcón, pero vienen todos los días a Madrid.

Se producen los atascos en las horas punta, por más que se aumente la capacidad de la carretera, porque los flujos son muy iguales

Renunciamos en los ochenta a expandirnos de manera ordenada y continua como núcleo de población único y por lo tanto mallado, para convertirnos en una sucesión de núcleos urbanos periféricos situados en las arterias principales, reduciendo de hecho el espacio real dedicado a la movilidad esas personas. Frente a una ciudad mallada, pasamos de una carretera que va del núcleo periférico al centro. Se producen los atascos en las horas punta, por más que se aumente la capacidad de la carretera, porque los flujos son muy iguales, mucho menos diversos que en una ciudad que no se hubiera constreñido, que hubiera tenido un crecimiento más natural y mejor planificado.

Es obligatorio entender por tanto que el desarrollo urbano es un factor estratégico para combatir tanto la contaminación como el tráfico, forma parte del diagnóstico y debe formar parte de la solución, lo digo ahora que parece que estamos volviendo a los tiempos del “ni crece ni crecerá” por aquello de aprender de los errores cometidos.

Es obligatorio entender que, además, este es un problema que trasciende al Ayuntamiento de Madrid. El problema de la contaminación y por ende, del intenso tráfico, pasa irremediablemente por abordarlo desde una óptica metropolitana. Eso incluye a la Comunidad, a los municipios que forman parte de la corona metropolitana y al Estado donde se sustancien medidas urgentes como carriles de alta ocupación de acceso a Madrid, aparcamientos disuasorios y servicios de transporte público lanzadera, pero también planes de movilidad de grandes centros de trabajo, teletrabajo y logística. No podemos esperar abordar los problemas de este siglo con un Plan General de Ordenación Urbana del siglo pasado y cada uno de los actores mirando para su lado y escondiéndose en el burladero de sus competencias. Ya hemos pasado por esto, y de aquellos polvos estos atascos.

En la película 'Un día de Furia', es un atasco la gota que colma el vaso de un Michael Douglas que no soporta un minuto más enjaulado en su coche confinado a su vez en una hilera de coches interminables que por alguna razón están detenidos. Julio Cortázar en su cuento “autopista hacia el sur” lo lleva más lejos y somete a la misma tortura a un heterogéneo grupo de domingueros que a su vuelta a París se encuentran con un clásico embotellamiento de operación retorno que empieza retrasándoles horas y acaba reteniéndoles meses.

Ayuntamiento de Madrid