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¿Qué hemos hecho para llegar a esto?

Que en España se forme un Gobierno con representantes de un partido creado con el apoyo de dos de los regímenes más siniestros del mundo -Irán y Venezuela- será la constatación de un fracaso

Foto: Pablo Iglesias se mira en un espejo antes de hacerse la fotografía para su credencial del Congreso. (EFE)
Pablo Iglesias se mira en un espejo antes de hacerse la fotografía para su credencial del Congreso. (EFE)

La posibilidad de que la segunda ronda de consultas del Rey con los grupos parlamentarios del Congreso termine con el encargo al líder del Partido Socialista de formar un Gobierno con socialistas y podemitas y apoyado desde fuera por independentistas cada vez resulta menos remota.

Que en España se forme un Gobierno con representantes de un partido creado hace apenas dos años con el apoyo económico y logístico de dos de los regímenes más siniestros del mundo, la teocracia iraní y el chavismo bananero de Venezuela, un partido de ideología comunista clásica, de formas populistas y con el objetivo declarado de derribar el sistema, será, sin duda alguna, la constatación de un formidable fracaso.

Pero un fracaso, ¿de quién? Esta es la pregunta que todos los que creemos que llegar a esto es la demostración de un colosal fracaso tenemos el deber de contestar. Y somos muchísimos, de todos los partidos políticos, de todas las ideologías, de todas las edades y de todas las condiciones los que hoy nos hacemos esta pregunta: ¿qué hemos hecho para llegar a esto?

Esa llegada de Podemos al Gobierno es consecuencia de una sucesión de errores e irresponsabilidades, cuando no bellaquerías, de muchos

Lo más fácil será cargar la responsabilidad de la llegada de Podemos al poder sobre la ambición de Sánchez, el líder del PSOE que ha obtenido los peores resultados de la historia de su partido, y que ante la alternativa de dimitir (como hizo noblemente Joaquín Almunia en el año 2000 con casi ocho millones de votos y 125 diputados), tras conseguir 5,5 millones de votos y solo 90 diputados, parece dispuesto a gobernar al precio que sea.

Pero echar toda la culpa de la llegada de los podemitas al poder a Sánchez será una forma también irresponsable de contestar a la pregunta, porque es evidente que esa llegada de Podemos al gobierno es la consecuencia de una sucesión de errores, e irresponsabilidades, cuando no bellaquerías, de muchos.

Y en primer lugar, de los políticos. Por supuesto. Que en algún rincón de alguna universidad exista un grupo de profesores y alumnos que sigan cultivando el marxismo más viejo es algo que pasa en España como en todos los países occidentales, pero que sus teorías políticas, que han demostrado con creces que solo llevan consigo desastres para la libertad y la prosperidad de todos, lleguen a tener más de cinco millones de votos solo se puede comprender como un acto de protesta contra el 'establishment' político.

Que todos los políticos sean unos corruptos es evidentemente mentira, pero es muy difícil pedir al común de los ciudadanos que se pongan a distinguir

Protesta que creo que está motivada, sobre todo y ante todo, por la acumulación de casos de corrupción. Cuando la crisis económica ha apretado fuerte, cuando todas las familias han tenido que reducir gastos por todas partes, cuando más de la mitad de los jóvenes -incluso los mejor preparados- están en el paro o en la emigración, cuando el conjunto de la sociedad se ha empobrecido, ver que los políticos no solo no se empobrecen a la vez que los demás, sino que algunos han acumulado dinero a base de comisiones, cohechos y golfadas es algo que subleva a cualquiera. Que todos los políticos sean unos corruptos es evidentemente mentira, pero es muy difícil pedir al común de los ciudadanos que se pongan a distinguir.

Pero no ha sido solo la corrupción. Ha sido también la actitud de los partidos tradicionales, que se han -nos hemos- alejado cada vez más de los ciudadanos. Más preocupados de las historias y de las querellas internas, los partidos han demostrado muy poca capacidad para conectar con unos ciudadanos que lo estaban pasando mal, y muy poca sensibilidad para anteponer el interés general al partidista.

A estas dos poderosísimas razones para la protesta que podríamos encontrar detrás del voto a Podemos, hay que unir una falta que me atrevo a calificar de colectiva y no solo de los partidos tradicionales. En España no hemos sabido valorar y defender con toda la fuerza dialéctica que se merece el modelo democrático liberal de nuestra Constitución del 78. Y aquí incluyo, además de a los políticos (que hemos fallado estrepitosamente), a intelectuales, profesores, periodistas, pensadores y, en general, a todos los que tienen alguna responsabilidad a la hora de transmitir ideas, valores, principios, experiencias y conocimientos al conjunto de la sociedad y, especialmente, a los jóvenes, y de formar la opinión de los ciudadanos.

En España no hemos sabido valorar y defender con toda la fuerza dialéctica que se merece el modelo democrático liberal de nuestra Constitución del 78

Dentro de esa amalgama nefasta de populismo y marxismo que han creado los de Podemos, ocupa un lugar muy importante el asalto a la hegemonía ideológica. Y en ese asalto no han encontrado contrincantes. O muy pocos. Algunos (la mayoría desde la derecha), porque les parecía increíble que ideas tan anticuadas y fracasadas como las podemitas tuvieran algún éxito. Otros (la mayoría desde la izquierda), porque les parecía que un poco de revulsivo podemita podía venir bien, aunque luego hubiera que frenarlo.

El resultado es que, entre unos y otros, Podemos no ha encontrado la oposición intelectual, mediática y política que se merece, y, cada vez más crecido, se maneja sin complejos ante la casi nula respuesta de todos los que sabemos -sí, porque la Historia nos lo ha enseñado- que los peores remedios para los fallos (que reconocemos) de nuestro sistema democrático son el populismo y el comunismo. Cuando la auténtica solución pasa por la grandeza de espíritu y la generosidad de todos los que sí creemos en la superioridad de nuestro sistema democrático.

La posibilidad de que la segunda ronda de consultas del Rey con los grupos parlamentarios del Congreso termine con el encargo al líder del Partido Socialista de formar un Gobierno con socialistas y podemitas y apoyado desde fuera por independentistas cada vez resulta menos remota.

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