Mitologías
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Si no sabe qué hacer con España, invéntese una asignatura: historia de un despropósito
Políticos, profesionales y expertos de todo cuño han encontrado la solución definitiva para todos nuestros problemas: sobrecargar el calendario escolar con materias milagrosas
La asignatura de pensar mucho y bien. La materia de aprender a ser bueno con las personas que te rodean, e incluso con las personas que se encuentran lejos de ti pero con las que también hay que ser bueno. El recreo matinal para que los niños depuren sus habilidades en el curling, quizá convertirlos en atletas de élite de tal dicho deporte. Las lecciones de apoyo para los niños que no saben leer chachi. ¡La licenciatura de freír calamares sin cambiarle el aceite a la freidora! ¡El máster de andares estúpidos! ¡La cátedra de la filatelia decimonónica!
Cada vez existen menos consensos políticos, pero si hay uno que pone de acuerdo a todos los gurús políticos, es que todos los problemas de nuestro mundo pueden y deben solucionarse inventando una asignatura. Como todos sabemos, la creación de clases adicionales, grados estrafalarios, másteres ultraespecializados (un máster para cada español) son lo único que nos salvarán, porque en la educación está todo. Como querer adelgazar atiborrándose de kilos y kilos de verduras cada día.
Ninguna nueva asignatura se crea para mejorar la educación, sino para apuntalar la imagen política o buscar el beneficio económico de su promotor
Lo saben bien nuestros políticos, que deben de pensar que no hay nada que le haga más la boca agua a los españoles que una buena asignaturita recién sacada del horno, imaginando deleitados lo bien que lo van a pasar sus hijos aprendido Cosas Importantes. Como cada vez hay más comicios, también hay más propuestas descacharrantes. Lo único malo de que nos hayamos bajado de la rueda electoral es que tendremos que retrasar el día en el que Revilla proponga una asignatura sobre la ontología del sobao.
Lo sabe bien Albert Rivera, que en mayo propuso una asignatura llamada Constitución Española. Por supuesto, troncal y obligatoria, faltaría más. Y no digas nada, que te suelta que “a quien moleste esta asignatura tiene un problema con la democracia y con la Constitución”. Lo sabe también Pedro Sánchez, que en el debate de noviembre anunció que implantaría una asignatura de Educación en valores civiles, constitucionales y éticos (por cierto, no aparece por ninguna parte en el pacto acordado con Unidas Podemos). Por supuesto, troncal y obligatoria.
Lo sabe también el PP, que propuso una asignatura de cultura financiera ¡desde los cinco años hasta el final de la ESO! Y Celaá se sumó a la fiesta en diciembre, anunciando su intención de implantar una materia de cambio climático y desarrollo sostenible. Que el ritmo no pare, no. Que el ritmo no pare.
No hay que ser un lince para comprobar el carácter ideológico, casi identitario, de cada una de estas propuestas. En realidad, ninguna de ellas tiene el objetivo de reforzar la formación de los jóvenes o mejorar la vida de los españoles, sino más bien, de apuntalar la imagen de cada partido ante su electorado. ¿Que Rivera se erige en el garante de la Constitución? Pues adelante con la asignatura de Constitución. ¿Que Sánchez quiere venderse como un tipo constitucional pero abierto al diálogo? Pues ale, Constitución y valores. ¿Que has ido a una cumbre de dos semanas que no ha servido para nada? Pues alivias la mala conciencia con una asignaturita verde. Y el PP, los dineritos, claro.
Es posible trazar el origen de esta tendencia en las guerras culturales alrededor de las asignaturas de Religión y Educación para la ciudadanía, una de esas piedras de toque que han eclipsado al resto de problemas (reales) de la educación española y que amenazan con reproducirse de nuevo tras el anuncio (sensato, a mí parecer) del gobierno PSOE-UP para que Religión sea voluntaria pero no cuente para la nota media. Puede verse como una cortina de humo, pero yo lo leería como una tarjeta de visita. La educación en la política española suele ser eso, un campo de batalla para guerras de otros mundos.
Una asignatura, un negocio
La pasada semana, la escritora Rosa Montero proponía “una nueva asignatura en los colegios que enseñara a los niños a discriminar las falsedades y a desarrollar espíritu crítico”. En Twitter, @Gaguinepicuro, que siempre sabe lo que dice, respondía irónicamente “y podríamos llamar a esa asignatura Filosofía, por ejemplo”.
La educación es negocio, y cada cual considera que su labor debería convertirse en asignatura, porque pensamos que lo nuestro es más importante
De un par de años a esta parte voy recopilando las propuestas de asignaturas que tendrían que estar, sí o sí, en los currículos de los colegios españoles. Me han salido: el baile (porque es muy bueno para corregir escoliosis y favorece la concentración), el ajedrez (un antiguo profesor decía que el ajedrez es una actividad genial si lo que quieres hacer en tu vida es jugar al ajedrez), el 'mindfulness' o la nutricion. Irónicamente, suelen argumentar la necesidad de estas asignaturas porque mejorarán la concentración de los niños, como si la solución para la dispersión no fuese reducir los estímulos que reciben sino añadir más, más, más.
¿Adivinan? La que propone el baile es bailarina, el que propone la de nutrición es nutricionista y el del ajedrez es ajedrecista. En otras palabras, cada cual, con su propio chiringuito. Más allá de la ideología, la educación es negocio. Y aunque parece natural que cada cual vigile sus intereses y venda lo suyo –hemos llegado a este punto en el que lo natural, lo legítimo, es tener una visión completamente sesgada e interesada del mundo–, quizá la creación de asignaturas no sea el mejor camino.
Hace algo más de un año, el hashtag #AsignaturasQueHacenFalta, popularizado por profesores, ironizaba con esa locura del solucionismo educativo que piensa que la mera creación de un título, una clase o una materia mejorará el país, nos sacará de esa supuesta ignorancia en la que vivimos. Había muchos tuits buenos, pero me quedo con este:
He programado el horario de la Escuela del siglo XXI. Incluye todas las peticiones y ocurrencias de gurús, políticos, banqueros e influencers sobre las asignaturas que deberíamos impartir en los centros educativos.
— Javier (@PsicEduM) December 8, 2018
Al hilo de #AsignaturasQueHacenFalta pic.twitter.com/ZsAA9NDrQd
No voy a meterme demasiado en el asunto, porque los profesores lo conocen mejor que yo, pero sospecho un par de cosas. Una, que el calendario escolar ya está lo suficientemente saturado (y engordado por clases extraescolares) como para añadir más madera, que indefectiblemente irán en detrimento de otros contenidos, como el que se deja los pies al aire para taparse la cabeza. Dos, que en un panorama educativo y laboral donde de lo que se habla es de competencias transversales, 'soft skills' y desarrollo de destrezas, centrarse en el contenido resulta anacrónico.
Los que sufren problemas de concentración no son los adolescentes sino nosotros, que necesitamos buscar soluciones a problemas que no existen
Lo que sí resulta llamativo es que esta tendencia resume una de las peores costumbres de nuestro siglo XXI: el crecimiento como solución a todos los problemas, la necesidad de hacer siempre más cosas y no las mismas (o menos) de manera más eficiente. Inventar problemas donde no los hay para crear otros problemas que solucionemos con nuevos problemas. En la permanente lucha por los recursos limitados –el dinero, pero también la atención–, cada cual vende la moto a su manera. Que la mayoría de estas propuestas nunca se hayan llevado a cabo muestra que, en realidad, nadie se las puede tomar en serio.
Pero aun así, pervive la fórmula de que es mejor inventar que reformar, vender un nuevo crecepelo a revisar los viejos métodos. Los que sufren problemas de concentración no son los niños ni los adolescentes, sino nosotros, que olvidamos que la danza puede estudiarse en Educación Física, el pensamiento crítico en Filosofía y que, si debemos extirpar los valores morales del programa para que se conviertan en una asignatura aparte como si los valores morales no influyesen todas y cada una de nuestras acciones y pensamientos, la educación no sirve para nada.
La asignatura de pensar mucho y bien. La materia de aprender a ser bueno con las personas que te rodean, e incluso con las personas que se encuentran lejos de ti pero con las que también hay que ser bueno. El recreo matinal para que los niños depuren sus habilidades en el curling, quizá convertirlos en atletas de élite de tal dicho deporte. Las lecciones de apoyo para los niños que no saben leer chachi. ¡La licenciatura de freír calamares sin cambiarle el aceite a la freidora! ¡El máster de andares estúpidos! ¡La cátedra de la filatelia decimonónica!