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Carta a mi yo del 14 de marzo de 2020: cómo enfrentarte a una pandemia, un año después
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Héctor G. Barnés

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Carta a mi yo del 14 de marzo de 2020: cómo enfrentarte a una pandemia, un año después

Tendrás suerte. Muchos otros no la tendrán. Todos serán héroes, hasta que todos empecemos a buscar villanos

Foto: Preciados, el 15 de marzo de 2020. (Reuters)
Preciados, el 15 de marzo de 2020. (Reuters)

Empecemos por las buenas noticias. Si estás leyendo esto, es porque estás vivo. Tú y los tuyos. Un balance que firmarías en este preciso momento, mientras limpias esa casa a la que crees que vas a mudarte en dos semanas pero que no ocuparás hasta julio. No tienes miedo aún, pero no sabes qué está pasando, lo que a menudo es peor que el miedo. Se oye un runrún, como el del trabajador que sabe que va a ser despedido pero no sabe cuándo.

Estás pensando en llamar a tus padres para veros antes de que el estado de alarma impida que os encontréis el próximo finde. (En realidad, no lo haréis hasta mediados de mayo). No los llamarás y al principio te arrepentirás y luego darás gracias. Mañana te pondrás a toser sin parar, pasado mañana tendrás unas décimas de fiebre y, el día siguiente, sentirás el cuerpo amoratado sin tener un moratón. Nunca llegarás a saber si fue el covid o el miedo al covid.

Tendrás suerte. Muchos otros no la tendrán. Los que tenéis suerte no podréis quejaros, pero los que no la han tenido tampoco podrán hacerlo. Los primeros somos supervivientes incomparables. Los segundos, testigos que recuerdan que algo ha ido mal. Todos molestamos un poco. Todos serán héroes, hasta que todos empecemos a buscar villanos.

En el camino perderás algo. Podrías encontrarlo si supieses qué es

Ahora, las malas noticias. Cuando termines de leer esta carta, darás tu último paseo en bastante tiempo. Los drones sobrevolarán el Puente de Toledo. Advertencia: un innecesario melodramatismo militar marcará el tono de las próximas semanas. Ante las muertes, primero solemnidad, luego enfrentamiento. Piensas que hasta dentro de un mes (porque ya sospechas que no serán dos semanas, sino un mes) no volverás a la redacción. Pasará mucho tiempo hasta que vuelvas. En realidad, aún no has vuelto. En el camino perderás algo. Podrías encontrarlo si supieses qué es.

Al principio, todo encajará con la idea que tienes de lo que es una pandemia. Algo mortal, acelerado, imposible de describir, invernal y lluvioso. Policía por las calles, enfermos en los hospitales, un hongo nuclear invisible con forma de curva que lo engulle todo. Jugarás a ‘Pandemic’ y verás ‘La cosa’ porque siempre has necesitado extender un velo pop sobre la brutal realidad. Como una película de catástrofes de los 90.

placeholder Comparecencia de Pedro Sánchez del 18 de abril. (EFE)
Comparecencia de Pedro Sánchez del 18 de abril. (EFE)

Luego, llegará la verdadera pandemia, como la sobremesa de un cocido. Larga, fatigada, en duermevela. La convivencia en una realidad alternativa en la que ni las cosas irán tan bien como para volver a la normalidad ni tan mal como para volver a refugiarse en el hogar. El ‘shock’ de lo nuevo desaparecerá: las pandemias son aburridas. Las muertes a tu alrededor caerán con cuentagotas, pero a una distancia profiláctica que te permitirá pensar que no va contigo. Estarás alerta las 24 horas, como un ciervo delante de los faros, y cuando bajes la guardia te culparás por ello.

Mucha policía, poca diversión, pensarás muchas veces, y así titularás algún artículo. Te sorprenderá la facilidad con la que aceptamos la distopía y rechazamos las utopías. Te darás cuenta de algo que leíste a Zizek: nos resultaba más fácil imaginarnos el fin del mundo que el final del capitalismo. Muchos parecían estar preparándose para esto. Deseándolo. Tendrás que dejar de hacer muchas cosas que te gustan, menos trabajar. Cuanto más aburrido estés de la pandemia, más hablarás de ella.

No podría decirte que si hicieses las cosas de otra manera todo saldría mejor

Me gustaría poder darte alguna lección, pero no la hay. Quizá lo más triste de la pandemia, querido “yo” que aún no sabe lo que es una PCR, es que no ha logrado que aprendas nada. Apenas ha dejado lecciones, enseñanzas que contar a los nietos. No podría decirte que si hicieses las cosas de otra manera todo saldría mejor. Hazlas como consideres en cada momento. Todo va a ser inevitable. De eso te vas a dar cuenta pronto.

Un estornudo en el Desembarco de Normandía

Quizá sí tenga un consejo. Como recomendaba Warren Zevon después de que le diagnosticasen un cáncer mortal, disfruta de cada sándwich. Un general americano contaba que su principal recuerdo en el día D fue el terrible catarro que sufría. Lo cuenta Marc Augé, el de los no-lugares, en su último libro, ‘Las pequeñas alegrías’. El título lo dice todo: “Hay alegrías parecidas a ese resfriado: cuando surgen, se resisten a todo, acaparan la imaginación de un individuo y permanecen en su memoria incluso en los momentos más difíciles de su existencia”.

Son las “alegrías pese a todo”.

Foto: Un hombre camina por Bilbao este mismo jueves. (Reuters/Vincent West). Opinión

Sufrirás muchos de esos catarros. Por la novedad, te lo pasarás mejor que lo que el sentido común dicta jugando al tute ‘online’ con amigos que aún no has visto. O viendo todas esas novedades cinematográficas que en un mundo con bares te parecían demasiado tediosas y en un mundo sin bares eran la bomba. O comprando carne un poco más cara que de costumbre (cosas del ahorro), o charlando durante una hora con el frutero, o haciéndote amigo del portero de la comunidad al que después de junio no volverás a ver. Alegrías que acechan detrás de la puerta.

Ese quizá sea un consejo. No sobrevivas, intenta vivir. No duermas, sueña. No te arrojes sobre la cama agotado por el trabajo, los datos y la incertidumbre, y quédate despierto soñando. Haz planes, aunque no confíes en ellos: ninguno saldrá adelante. No hay mapas para enfrentarse a una pandemia, pero pocas cosas hay mejores que dibujar mapas. Son conjuros. En algún momento del confinamiento, cogerás un lápiz, harás un retrato de tus padres para regalárselo y te volverás a olvidar del dibujo.

Esto no se ha acabado, por una parte parece que ya lo ha hecho y por otra que nunca acabará

Permítete la alegría de defraudar a todo el mundo. Lo vas a hacer. Todos lo van hacer. Pero no te defraudes a ti mismo. Todo el mundo va a ser muy generoso al principio y muy egoísta después. No seas uno de ellos, aunque termines mandándote una carta a ti mismo y publicándola en un medio nacional.

Un año después volverás a leer a Mark Fisher: “La normalización de una crisis deriva en una situación en la que resulta inimaginable dar marcha atrás con las medidas que se tomaron en ocasión de la emergencia”. Te reías de los que pensaban que no iba a haber conciertos en unos cuantos años y ahora, supones, se ríen de ti. Un año después, esto no se ha acabado, pero por una parte parece que ya lo ha hecho, y por otra que nunca acabará. Ten paciencia, come bien, descansa, sé compasivo con los demás y contigo mismo. ¿Estás listo para que te rompan el corazón?

Empecemos por las buenas noticias. Si estás leyendo esto, es porque estás vivo. Tú y los tuyos. Un balance que firmarías en este preciso momento, mientras limpias esa casa a la que crees que vas a mudarte en dos semanas pero que no ocuparás hasta julio. No tienes miedo aún, pero no sabes qué está pasando, lo que a menudo es peor que el miedo. Se oye un runrún, como el del trabajador que sabe que va a ser despedido pero no sabe cuándo.

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