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Quim Molotov y la implosión del soberanismo
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Rubén Amón

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Quim Molotov y la implosión del soberanismo

El 'president' arruina la causa independentista cuando la sentencia del Supremo estaba llamada a resucitarla

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra. (Reuters)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra. (Reuters)

La sentencia del Tribunal Supremo se vislumbraba como la gran expectativa aglutinadora de la causa soberanista. Estaban rotas las familias y disgregadas las estrategias, pero el veredicto de sedición se percibía como un argumento catártico, estimulante, regenerador. Al menos, hasta que la violencia inducida con las instrucciones del presidente Torra y la huelga del miedo -más gente en las casas y en las oficinas que en las calles- han destripado el mecanismo autodestructivo del independentismo.

Los 'gremlins' de los CDR han sido los roedores de la implosión. Pensaba Quim Torra que los tenía amaestrados, pero la manguera de los antidisturbios los transforma en criaturas violentas y feroces. Sucede así en la película de Joe Dante. El agua convierte a las mascotas en monstruos.

Foto: Policias antidisturbios durante los incidentes que se están produciendo en Barcelona. (EFE)
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El fuego y las barricadas, en efecto, han descompuesto la narrativa del movimiento cívico y lúdico. Un escarmiento que Quim Molotov Torra pretende encubrir con la estrafalaria teoría de los infiltrados del CNI. Tanto se ha sofisticado la inteligencia española que ha introducido en las filas enemigas conductores de tractor del Ampurdán, estudiantes de medicina que no hablan español y señoras de la burguesía que aprovechan un coche en llamas para hacerse un selfie.

La propia huelga general es un fracaso pese al evidente éxito. Se ha paralizado Barcelona en condiciones de extorsión. Las columnas del carnaval soberanista han saboteado la capital del estado fallido, pero los vecinos y los currantes de la ciudad son víctimas de un secuestro, rehenes de una estrategia endogámica e intimidatoria que socava la credibilidad de soberanismo.

Ya decía el exconseller Toni Comín que había que empobrecer Cataluña para dañar a España. 'Nos vamos a joder' es el lema apócrifo del movimiento indepe. Ha vuelto a precipitarse una fuga de empresas. Y la imagen pulquérrima de Barcelona se resiente ahora de la simplificación incendiaria. El fuego atrae a los telediarios de la misma manera que ahuyenta a los turistas. Y la perspectiva exterior relaciona Barcelona con la iconografía de los escenarios traumatizados. El propio Rivera la ha comparado con Alepo y con Bagdad en un ejercicio indecoroso de frivolidad.

Torra ha arruinado la buena imagen internacional del soberanismo. La mayor desgracia de la secesión catalana consiste en la negligencia de su timonel

Torra ha arruinado la buena imagen internacional del soberanismo. La mayor desgracia de la secesión catalana consiste en la negligencia de su timonel. Es el líder que necesitaba España, la baza providencial del constitucionalismo. No ya por haber criado a sus pechos a los pirómanos estelados, sino por sus capacidades incendiarias en sentido político y conceptual. Torra ha provocado una crisis en su Gobierno, ha desquiciado al independentismo y ha terminado aislado en el Parlament. La nueva agenda de la desconexión se la rechaza Esquerra Republicana, cuyos estrategas salivan con la degeneración del condotiero Torra y su desprestigio electoral.

No eran ni mucho menos estos los presupuestos con que comenzaba la semana. Las condenas de sedición, el martirio de los procesados, predisponía una armoniosa coreografía del victimismo y del estupor. Las calles amanecían con la pedagogía floral... y anochecían con la gasolina.

La cuestión no es que los radicales sean una minoría, sino el papel tutelar de quien los ampara. Torra representa el sistema y el antisistema a la vez, lidera el Gobierno y la subversión. Y no solo atmosféricamente: la Guardia Civil, el ejército de ocupación en el glosario oficialista, investiga los vínculos orgánicos entre el 'president' y los vándalos. Una alianza criminal cuyas ambiciones perturbadoras han sido neutralizadas por los Mossos d'Esquadra.

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Es la razón del desencuentro entre Torra y su consejero de Interior. Pensaba Quim Molotov que la policía autonómica iba a abstraerse de sus obligaciones. Y que los Mossos se sumarían a la huelga del viernes, pero la deontología política y la sentencia preventiva del Supremo han convertido a Miquel Buch en protagonista de la resistencia a la sublevación de Torra.

El 'president' ha puesto en peligro a sus propios ciudadanos, a los independentistas y a los no independentistas. Es lo peor que se puede decir de un gobernante. La huelga general ha sido la huelga del miedo en general. Torra no la ha secundado. Bastante ha tenido con organizarla.

La sentencia del Tribunal Supremo se vislumbraba como la gran expectativa aglutinadora de la causa soberanista. Estaban rotas las familias y disgregadas las estrategias, pero el veredicto de sedición se percibía como un argumento catártico, estimulante, regenerador. Al menos, hasta que la violencia inducida con las instrucciones del presidente Torra y la huelga del miedo -más gente en las casas y en las oficinas que en las calles- han destripado el mecanismo autodestructivo del independentismo.

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