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Otegi suelta la serpiente de la paz en Cataluña
El soberanismo incopora al exterrorista como maestro de la 'kale borroka' y fajador del "conflicto"
El soberanismo catalán ha incorporado la maestría de Arnaldo Otegi. Maestría en la 'kale borroka', en la semántica del conflicto y en la indumentaria del pasamontañas. Le concedió TV3 un espacio de propaganda la noche del viernes, precisamente para alojarlo entre los notables de la causa separatista. Y para cosentirle la oportunidad de amalgamar todos los fenómenos independentistas, de forma que no se explicaría el fervor de la estelada sin los trabajos preliminares y libertarios de ETA.
Los 829 muertos fueron, al cabo, un parte de guerra coyuntural, un tributo de sangre necesario en el camino de la utopía independentista. Otegi no admite la derrota de ETA. La interpreta como un periodo de transición hacia la expectativa política del soberanismo. Era necesario el terror. Las tumbas y los presos predispusieron un nuevo escenario de negociaciones y de sensibilidades. Es hora de liberar a la serpiente de la paz.
Otegi considera que Junqueras es un preso político equiparable u homologable a los etarras que todavía permanecen en prisión con los colmillos ensangrentados. No le conviene en absoluto al padre Oriol semejante paralelismo, pero es la propia Esquerra la que ha convertido al feroz Arnaldo en un compadre necesario del sabotaje al Estado.
La credibilidad que se le otorga tanto blanquea su pertenencia en la banda armada -lo dice una sentencia del Supremo- como vincula el soberanismo con los espectros de ETA, pero Otegi aporta excelentes soluciones cavernarias al movimiento 'indepe' -ningún lugar mejor que la extorsión de la calle- y formaliza una suerte de frente común al Estado español.
La política es un invento de los griegos donde siempre ganan los nacionalistas vascos
No participa abiertamente el PNV de semejante aberración, pero sí especula con sus resultados. Y aprovecha el desgaste de Cataluña para prosperar en el autogobierno, no digamos si los diputados de Madrid resultan otra vez imprescindibles en las aritméticas. La política es un invento de los griegos donde siempre ganan los nacionalistas vascos.
Arnaldo Otegi ha logrado que se le llegue a percibir como a un estadista. No superaría un control de metales, pero el cariño que le tiene Pablo Iglesias y la condescendencia con que lo tratan los corresponsales extranjeros redundan en una reputación que ahora le cultivan los aliados del soberanismo catalán. Se trata de un giro hacia la radicalidad, pero sucede que el movimiento 'indepe' se ha despojado de la impostura afable.
Torra es un activista incendiario, las CUP se imponen tanto en la calle como en el parlamento, mientras que Esquerra simpatiza con el discurso del apartheid que condujo a Otegi a mistificarse ridículamente con Nelson Mandela. Avergonzaba verlo salir de prisión con una bolsa que reivindicaba la bandera de Sudáfrica. E impresionaba que sus partidarios se tatuaran el número de preso. El sitio no era la muñeca. Era la nuca.
Henchido por el viento a favor de las esteladas, fanfarronea Arnaldo con el Estado opresor y fantasea con la patria oprimida. Razones tiene. No porque padezca las represiones, sino porque las ejercen los soberanismos y los soberanistas. Más de la mitad de la sociedad catalana se desenvuelve bajo la discriminación institucional, cultural, conceptual y propagandística del independentismo.
Lo demostró la manifestación de ayer. No podía ser tan multitudinaria como las ortodoxas del régimen porque el constitucionalismo no consiste en un movimiento organizado, religioso ni burocratizado, pero la presencia de PSC, PP y Ciudadanos en el umbral de una misma pancarta sobrentiende un consenso pendiente de reflejarse en el Parlament e ilustrativo de una sociedad coaccionada y hostigada por el oficialismo.
Se ha incorporado a él Arnaldo Otegi con el pasamontañas en el cajón. Todavía no puede presentarse a cargo de lehendakari porque está inhabilitado. Lo hará en 2021. El Estado de derecho que sus pistoleros quisieron reventar concibe la rehabilitación y la reinserción, pero resulta aberrante y atroz la posibilidad de redimirlo en la política, como si ETA hubiera sido un peldaño necesario, un trampolín a la gloria.
Que se rehabilite, sí. Pero no en la vida pública. Que lo haga desempeñando un oficio discreto cuya rutina no revuelva las tripas de las víctimas del terrorismo ni de los demócratas sensibles. Todos nos acordamos de dónde estábamos el día que asesinaron a Miguel Ángel Blanco. Otegi también: estaba en la playa.
El soberanismo catalán ha incorporado la maestría de Arnaldo Otegi. Maestría en la 'kale borroka', en la semántica del conflicto y en la indumentaria del pasamontañas. Le concedió TV3 un espacio de propaganda la noche del viernes, precisamente para alojarlo entre los notables de la causa separatista. Y para cosentirle la oportunidad de amalgamar todos los fenómenos independentistas, de forma que no se explicaría el fervor de la estelada sin los trabajos preliminares y libertarios de ETA.