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Robar para comer: el pánico a la pobreza
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Rubén Amón

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Robar para comer: el pánico a la pobreza

La apertura de comedores sociales y la angustia de llegar a fin de mes se añaden a los hurtos y robos famélicos en un escenario de progresivo empobrecimiento

Foto: Foto: EFE.
Foto: EFE.

Puede que la viñeta más feroz del repertorio 'noir' de El Roto consista en aquella que retrata a una señora enjoyada y un opulento magnate impresionados ambos por la resistencia de las clases humildes: “Dicen que no llegan a fin de mes, pero ahí siguen cuando acaba”.

Forma parte El Roto de los cronistas más mordaces, pero también de los más premonitorios. Llevar al extremo las situaciones -la caricatura seria- es una manera de prevenir y de percibir la angustia de la sociedad del bienestar cuando todavía no ha terminado de exponerse.

Ahora lo ha hecho con toda rotundidad, no ya mistificando la indefensión al virus, las supersticiones, la psicosis y las respuestas arcaicas -de la solidaridad a la delación- sino predisponiendo y justificando el miedo a la pobreza.

Las soluciones tanto discriminan la precariedad de las pymes y de los autónomos como subordinan, por fuerza o por definición, la economía sumergida

Miedo, porque la economía se resiente de una crisis impredecible. Y miedo porque ya proliferan las familias en condiciones de satisfacer el sadismo de los protagonistas de la viñeta de El Roto. “Dicen que no llegan a fin de mes. Y ya no están cuando acaba”, podría matizarse ahora.

Es la perspectiva de la que se han urgido los planes de ayuda del Gobierno a las economías más necesitadas, pero las soluciones tanto discriminan la precariedad de las pymes y de los autónomos como subordinan, por fuerza o por definición, la economía sumergida. Que no es siempre delictiva ni insolidaria, sino una respuesta de resistencia o de supervivencia en la zona deprimida de la sociedad.

La economía sumergida forma parte de las peculiaridades de España entre los socios comunitarios. Porque es el país donde más se ha arraigado y porque, tal como escribía Carlos Sánchez este domingo en El Confidencial, compromete el porvenir de entre dos y cuatro millones de personas, también ellas expuestas a la hibernación con que el Gobierno ha edulcorado el drama de la pobreza.

Las diferencias cuantitativas y cualitativas no contradicen el empobrecimiento de la sociedad española ni la protegen de las situaciones límite

Cuesta trabajo utilizar el sustantivo, pobreza, no ya en comparación a la que padecieron nuestros abuelos, o en relación a los países contemporáneos que la comparten en grado extremo, pero las diferencias cuantitativas y cualitativas no contradicen el empobrecimiento de la sociedad española ni la protegen de las situaciones límite que pueden llegar a normalizarse estas semanas.

Es la razón por la que ya se han organizado comedores sociales, campañas de recogidas de alimentos y operaciones de abastecimiento a las “clases desfavorecidas”. Definirlas así resulta mucho más analgésico y abstracto de cuanto resultaría familiarizarse con una realidad mucho más incómoda que ya sacude duramente a los inmigrantes: ¿cuántas familias españolas pueden resistir a la hibernación?

Las interrogaciones sugestionan la proliferación de los llamados hurtos y robos famélicos, es decir, aquellos que se realizan por razones de supervivencia y que conciernen a la sustracción de los productos de primera necesidad.

Foto: La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)

Nuestro código penal es indulgente con ellos, como lo fueron antaño el derecho germánico y hasta el canónico. Aquél dispensaba del calabozo a las mujeres embarazadas porque se privilegiaba la salud del embarazo, mientras que la Iglesia suspendía excepcionalmente el séptimo mandamiento en solidaridad con los necesitados.

Es Italia el país que nos anticipa con una semana de antelación el escenario que puede afectarnos. Y es Italia donde los hurtos y robos famélicos ya constituyen una definición extrema de la pobreza doméstica, no como paradigma de la sociedad, pero sí como un fenómeno insólito y desconocido en la historia contemporánea.

“Robar para comer” no sería robar en sentido estricto. Y no es que vaya convertirse España en un país de asaltos cotidianos a supermercados y de escaramuzas en tiendas de alimentación, pero sobreviene un periodo de angustiosa precariedad al que no se puede poner remedio con las homilías paternalistas de Pedro Sánchez.

El Roto pudo haber ido más lejos. No es que muchas familias no vayan a llegar a final de mes de abril ni a la mitad. Es que ya no llegaron el 31 de marzo.

Puede que la viñeta más feroz del repertorio 'noir' de El Roto consista en aquella que retrata a una señora enjoyada y un opulento magnate impresionados ambos por la resistencia de las clases humildes: “Dicen que no llegan a fin de mes, pero ahí siguen cuando acaba”.

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