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Rubén Amón

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Plácido Domingo resucita un año después

El cantante madrileño, víctima del covid-19, vuelve del más allá para limpiar su nombre y desquitarse de una campaña de extermino socio-mediático que no ha logrado sepultarlo

Foto: El tenor español Plácido Domingo. (Reuters)
El tenor español Plácido Domingo. (Reuters)

La asiduidad con que Plácido Domingo ha frecuentado a los diablos y las brujas en los teatros de ópera -de 'Fausto' a 'Macbeth'- puede haberle proporcionado el don de la inmortalidad. Cualquier otro coetáneo -79 años- o congénere habría sucumbido a la campaña de exterminio personal y se hubiera malogrado entre las víctimas del coronavirus, pero los pulmones del cantante tanto pueden hinchar el Zeppelin como se han demostrado invulnerables.

Cerca ha estado de morir Domingo. Y no solo civilmente, en el potro de un extemporáneo proceso inquisitorial. También en sentido estricto, pues el covid-19 llegó a acorralarlo en un hospital de Acapulco. Y bien pudo haberlo liquidado, más todavía cuando la enfermedad no ha demostrado apiadarse de ninguna categoría ni orden social conocidos.

Foto: Plácido Domingo. (Reuters)

La diferencia consiste en las cualidades sobrenaturales de Domingo. Recién llegado del más allá, el músico ha reaparecido en una operación de rehabilitación personal. Y cumplido un año de la condena sociomediática, el 'monstruo' ha regresado a Europa para colocarse la mayor distinción del teatro austriaco, comparecer en los escenarios principales de la temporada estival -Salzburgo, Caserta, Verona- y recuperar su imagen patriarcal: "No descansaré hasta que mi nombre quede limpio".

Así lo reconocía en declaraciones a 'La Repubblica' y así se distanciaba de los errores de comunicación en que ha incurrido hasta la fecha. Ha venido a asumirse y generalizarse que Domingo se había declarado culpable de los abusos a distintas mujeres. Y le ha penalizado a tales efectos el Ministerio de Cultura con un boicot indecoroso de sus contratos. Ya decía el ministro Uribes que un artista debe responsabilizarse de un comportamiento ejemplar.

Discrepo por completo del criterio ministerial. Y se me antoja justiciero y oportunista confundir la dimensión artística con la personal. Habría que retirar los cuadros de Caravaggio de los museos. Perseguir las fechorías de Lope. Quemar los libros de Marlowe. Incendiar las partituras de Gesualdo. Incluso incinerar en una gran pira las películas de Chaplin.

Todos ellos son ilustres delincuentes, pero no está nada claro que Plácido Domingo pertenezca a la misma categoría. El escarnio y acoso al que ha sido sometido sobrentienden un proceso paralelo e inmisericorde que excita el linchamiento de las redes sociales y que mantiene en estado de vigilancia a las cariátides de la rectitud. A Domingo se le ha pretendido condenar a la muerte civil. Se le ha expulsado de los escenarios. Y se le ha declarado culpable en el arbitrario tribunal de la opinión pública.

A Domingo se le quiso condenar a la muerte civil. Se le ha expulsado de los escenarios. Y fue culpable para el arbitrario tribunal de la opinión pública

Lo que no ha existido ha sido un proceso convencional ni justo. Porque los hechos se remontan a décadas atrás. Porque las víctimas de los presuntos abusos no han acudido todavía al juez. Y porque Domingo no ha gozado ni de la presunción de inocencia ni del derecho a defenderse. Los teatros que lo han desterrado han aprovechado el boicot para blanquearse, del mismo modo que otros artistas 'amigos' del cantante han optado por abandonarlo.

Es verdad que pidió perdón por el daño que hubiera causado, pero no se refería a la responsabilidad de haber cometido abuso alguno, sino al estado de ánimo en que podrían encontrarse las mujeres que lo denunciaron, casi todas ellas anónimas. Domingo ha declarado a 'La Repubblica' lo mismo que dijo a El Confidencial en la entrevista exclusiva que publicamos el pasado noviembre: "Cuando me refería a las costumbres de otras épocas, en absoluto estaba relativizando el abuso o el acoso Aunque lo que quise decir se entendió plenamente por muchos, se malinterpretó por muchos otros. Repito, de ninguna manera estaba tolerando ningún tipo de acoso o abuso. Los españoles somos cálidos, afectuosos y cariñosos. Me refería sobre todo a la cultura del piropo. He sido galante. Pero siempre en los límites de la caballerosidad, el respeto y la sensibilidad".

El informe de la Ópera de Los Angeles establecía que no incurrió en abuso de poder y que tampoco aprovechó su cargo para obtener favores sexuales

Una investigación concebida en la Ópera de Los Ángeles concedía credibilidad a unas denuncias y discutía la otras, pero el informe final establecía que Domingo no incurrió en abuso de poder y garantizaba que tampoco había aprovechado su cargo para obtener favores sexuales.

Ningún otro teatro del mundo ha cuestionado el comportamiento de Plácido Domingo en seis décadas de carrera. Ningún proceso judicial con garantías ha llegado a abrirse o a plantearse, pero el cantante, culpable él mismo de haber participado de los equívocos mediáticos, arriesgaba a terminar sepultado. Y a engrosar la caza de brujas como un trofeo de caza mayor.

La asiduidad con que Plácido Domingo ha frecuentado a los diablos y las brujas en los teatros de ópera -de 'Fausto' a 'Macbeth'- puede haberle proporcionado el don de la inmortalidad. Cualquier otro coetáneo -79 años- o congénere habría sucumbido a la campaña de exterminio personal y se hubiera malogrado entre las víctimas del coronavirus, pero los pulmones del cantante tanto pueden hinchar el Zeppelin como se han demostrado invulnerables.

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