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Rubén Amón

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El cuento de Vacunator

Casado restriega a Sánchez la derrota del 4-M, y el presidente reacciona con las profecías de la inmunidad de grupo y la euforia económica

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
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La noticia más atractiva de la sesión de control consistió en el aspecto mutante que se atribuyeron los púgiles. Sánchez observaba que a Casado se le está poniendo cara de Rivera. Y Casado replicó al presidente restregándole su aspecto de Zapatero.

Semejante fetichismo fisonomista nos podría haber proporcionado un estupendo debate inédito: Rivera contra Zapatero. Inédito... y mucho más interesante de cuanto ha sido la reanudación del antagonismo parlamentario. Demasiado previsible. Demasiado prosaico.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Porque Casado necesitaba responsabilizar a Sánchez la derrota del 4-M. Y porque a Sánchez le urgía exhibir los dos motores que enfatizan la restauración de su hegemonía política: la recuperación económica y la fórmula de la sanación, “vacunar, vacunar, vacunar”.

Tres veces repetía Sánchez el verbo mágico como si necesitara convencerse a sí mismo. Y como si quisiera atribuirse los superpoderes de Vacunator. Así bautizó Jorge Bustos a Sánchez cuando se inocularon las primeras dosis, pero es medio año después cuando el superhéroe adquiere la plenitud camino de los 98 días que restan a la promesa de la inmunidad de grupo.

Es la nueva profecía de Sánchez. Y la razón por la que ha convertido el descuento en una peligrosa apuesta personal. No ya porque resulta temerario ponerle un temporizador al monstruo escapista del coronavirus, sino porque el caos normativo en que nos encontramos y la incertidumbre del estado de alarma predisponen el peligro feroz de una cuarta ola.

Pedro Sánchez se ha propuesto surfearla con más arrogancia que soluciones. Y subestimando que pueda emerger de las aguas un tiburón insaciable. Fue el golpe de guion que reanimó una serie de televisión americana setentera en flagrante situación en crisis. 'Happy days', se titulaba. Y exponía la angustia del protagonista al atacarle un escualo mientras practicaba esquí acuático.

Se acuñó entonces la expresión 'jumping the shark'. Saltar el tiburón, sortearlo. No como definición de la escena, sino como analogía con un acontecimiento inesperado que el teatro griego clásico ya había acuñado en los orígenes de la tragedia: 'deus ex machina'.

Foto: La portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra. (EFE)

A Sánchez le puede sobresaltar la sorpresa de una crisis sanitaria inesperada y se le puede atragantar la angustia de la economía a medida en que se retrase el maná de Bruselas y se le encasquillen las reformas estructurales del plan de resiliencia. Casado retrató la precariedad del presidente en una suerte de inventario ornitológico —“pato cojo”, “avestruz”— que enfatizó aún más el aspecto pecho paloma de Santiago Abascal —los pectorales pusieron a prueba la botonadura de la chaqueta marcial—, pero no conviene subestimar la tinta china con que Pedro Sánchez escribe y reescribe el manual de resistencia como si fuera el cuento de 'Las mil y una noches'.

No es que se parezca a Zapatero, como le decía Casado en el intercambio de maldiciones. Vacunator se parece más bien a Scherezade. Tiene 98 noches por delante, 97, 96, 95... para convertir la cuenta atrás en un camino de supervivencia. Y para demostrar a los españoles la capacidad terapéutica del tiempo. La inmunidad de grupo y la euforia económica le devolverán el estado de gloria, siempre y cuando no lo devore a dentelladas el gran tiburón.

La noticia más atractiva de la sesión de control consistió en el aspecto mutante que se atribuyeron los púgiles. Sánchez observaba que a Casado se le está poniendo cara de Rivera. Y Casado replicó al presidente restregándole su aspecto de Zapatero.

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