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Rubén Amón

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La lluvia dorada de Pedro Sánchez

Los millones de euros y los millones de vacunas enfatizan la reanimación política de Sánchez y le devuelven el protagonismo y el porvenir después del trauma del 4-M

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
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Pedro Sánchez ha emprendido una estrategia de comunicación que consiste en explicarse no con palabras, sino con números. Tanto los utiliza para recrearse en el descuento de la inmunidad de grupo —98, 97, 96, 95, 94, 93...— como los convierte en millones para fertilizar la nación esparciendo vacunas y euros a semejanza de una prodigiosa lluvia dorada. No busquemos en esta alegoría acepciones escatológicas. Se trata de evocar más bien el mito de Zeus y Dánae. Y la manera en que la suprema divinidad griega se transformó en caudal de oro líquido para introducirse en el búnker donde moraba la hija de Acrisio y Eurídice.

Es allí donde la posee y la fertiliza. Una escena abierta a toda suerte de lecturas y expuesta a la obsesión de la pintura de Tiziano. Seis versiones distintas concibió el artista veneciano. Y las seis se han reunido en el Museo del Prado como reclamo de la exposición 'Pasiones mitológicas'.

El acontecimiento representa una estupenda alegoría de los recursos fertilizadores de Sánchez en su estrategia de reanimación política. Se le ha atragantado la victoria de Ayuso en Madrid. Y han recuperado los populares al balcón de Génova como expresión supersticiosa del cambio, hasta el extremo de urgirse la oportunidad de unas elecciones anticipadas.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

No piensa Sánchez precipitarlas ni tiene el menor sentido convocarlas, fundamentalmente porque Pedro Pfeizer, alias 'Vacunator', dispone de los mejores recursos ajenos para convertirlos en la dieta de su resurrección y en el maná que va a devolver el optimismo al pueblo. Un recurso ajeno consiste en los 140.000 millones con que Bruselas sufraga el cráter económico y social de la pandemia. Y otro recurso ajeno define los millones y millones de vacunas que la Comisión Europea ha negociado para su distribución entre los socios comunitarios.

Se entiende así que Pedro Sánchez haya mutado en niño de San Ildefonso. Y que nos acostumbre a discursos repletos de cifras y de datos. Como si los números fueran neutros. Y como si la fertilidad que proporcionan respondiera a un mérito personal del presidente. La Europa que poseyó Zeus disfrazado de toro blanco sirve de pretexto para evacuar los errores propios y atribuirse los éxitos ajenos. Si las cosas van mal, la culpa es de Bruselas. Y si las cosas prosperan, entonces reluce las medallas del gobernante y su eficacia negociadora.

Se entiende así que Sánchez haya mutado en niño de San Ildefonso. Y que nos acostumbre a discursos repletos de cifras y de datos

Se las ha puesto Sánchez en su estrategia de prosperidad, perfectamente consciente de que la lluvia dorada marca el territorio de su estabilidad política. España va a crecer más que ningún socio comunitario (en lógica proporción al descomunal batacazo de 2020). España va a recuperar su euforia turística (más tarde de lo esperado). Y España va a reponerse del trauma sanitario y anímico de la pandemia gracias a la eficacia y generalización de las vacunas.

Es la razón que explica la perseverancia con que el doctor Sánchez menciona la cuenta atrás y expone el objetivo de la inmunidad de rebaño. Le corresponde al presidente del Gobierno gestionar la reanimación de la economía y recobrar la confianza. Ninguna manera más eficaz de conseguirlo que proponerse a sí mismo como el gran macho fertilizador, el timonel de la gran remontada, el artífice de una euforia que suplanta el duelo de la pandemia y que explica la coreografía del optimismo. La ebriedad de los jóvenes en los botellones se añade al regreso del público a los estadios de fútbol. Sánchez no podía permitirse prolongar el estado de alarma. Necesitaba intervenir como garante y protagonista del regreso a la vieja normalidad.

La estrategia escarmienta las expectativas de la oposición popular. Resulta atractiva la imagen de un Sánchez noqueado. Y resulta evidente el error político que supuso la moción de Murcia en todas sus derivadas catastróficas y catastrofistas, pero no procede subestimar el manual de resistencia de Sánchez ni encomendarse a la sugestión del 'efecto Churchill'.

placeholder La obra de Tiziano 'Dánae recibiendo la lluvia de oro'. (Dominio público)
La obra de Tiziano 'Dánae recibiendo la lluvia de oro'. (Dominio público)

Es la fantasía política que se urde en los despachos cenitales de Génova. ¿En qué consiste? Igual que la posguerra mandó a casa al primer ministro británico, Casado espera que la pospandemia jubile al presidente del Gobierno. La extrapolación sobrentiende que es más difícil gestionar la salida de un trauma que el trauma mismo. Y que el estado de 'shock' del coronavirus —igual que la guerra, cualquier guerra— ha ejercido una sugestión y una sumisión impropias de prolongarse en el tiempo, por mucho que Sánchez emule los poderes y los laureles de Zeus.

Sánchez aspira a convertirse en el gran hacedor del milagro, en el sanador absoluto y en el epígono de Zeus convertido en lluvia dorada, aunque el mito griego aloja una maldición: la cópula del dios y Dánae precipitó el nacimiento de Perseo y predispuso el cumplimiento de la profecía de los oráculos, de acuerdo con la cual y con los cuales el nieto acabaría matando al abuelo.

Pedro Sánchez ha emprendido una estrategia de comunicación que consiste en explicarse no con palabras, sino con números. Tanto los utiliza para recrearse en el descuento de la inmunidad de grupo —98, 97, 96, 95, 94, 93...— como los convierte en millones para fertilizar la nación esparciendo vacunas y euros a semejanza de una prodigiosa lluvia dorada. No busquemos en esta alegoría acepciones escatológicas. Se trata de evocar más bien el mito de Zeus y Dánae. Y la manera en que la suprema divinidad griega se transformó en caudal de oro líquido para introducirse en el búnker donde moraba la hija de Acrisio y Eurídice.

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