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Terminator Sánchez: descansen en paz
El presidente del Gobierno ha creado un impresionante inventario de sacrificios políticos que no discrimina entre enemigos y colegas, y que le amenaza con el aislamiento
Podríamos hablar de 'Terminator'. O de 'Rambo V: Last Blood', película indecorosa e hilarante que expone al carcamal de Sylvester Stallone exterminando a la población mexicana. Podríamos hablar de 'Dexter', en sus peculiaridades psicopáticas, pero también de 'Demoliciones Sánchez', una fórmula castiza y hogareña que define la ferocidad y la eficacia con que el inquilino de la Moncloa aniquila a sus costaleros y antagonistas. Encararse a Sánchez es como mirar a los ojos a la Medusa. Y como traerle una bandeja de bombones a Calígula.
El único problema de las masacres y de las cribas consiste en la soledad que está cultivándose el presidente del Gobierno. Y en la desconfianza enfermiza con que se precipitan las degradaciones y las promociones. La unción de Sánchez equivale a una maldición. Por eso conviene hacer memoria e inventario de la masacre. Y llegar a la conclusión de que el mayor enemigo de Sánchez probablemente sea el propio Sánchez. De tanto mirarse al espejo, terminará engullido en el mercurio, ahogado en su propia embriaguez, aunque antes de convocar el escarmiento mitológico de Narciso —quién si no— procede y conviene hacer un estudio de sus capacidades exterminadoras, sin distinción de compadres, amigos, enemigos, adversarios, géneros, generaciones y degeneraciones. La lista negra tiene efectos estupefacientes.
El 'sherpa', el gurú, el aprendiz de Rasputín: Iván Redondo.
El machaca: José Luis Ábalos.
La madrina: Carmen Calvo.
La menestra de ministros: Juan Carlos Campo, Arancha González Laya, Isabel Celaá, Juan Manuel Rodríguez Uribes, Pedro Duque, Carmen Montón, María Luisa Carcedo, Máximo Huerta, José Guirao, Josep Borrell, Magdalena Valerio...
La triple corona: Mariano Rajoy, Albert Rivera, Pablo Iglesias.
Las Sorayas: Sáenz de Santamaría y Rodríguez.
Los patriarcas: Felipe González, Alfonso Guerra.
Los enemigos íntimos y primarios: Susana Díaz, Eduardo Madina, Patxi López.
Los camaradas de generación: Antonio Hernando, César Luena.
La vieja guardia socialista: Alfredo Pérez Rubalcaba, José Bono.
La feminista descarriada: Elena Valenciano.
Los barones sin baronía: Javier Fernández, Tomás Gómez, Rodríguez Ibarra.
Los reaccionarios: Joaquín Leguina, José Luis Corcuera.
Los incrédulos marginales: Antonio Miguel Carmona, Nicolás Redondo Terreros.
Los enemigos del 'procés': Manuel Marchena, Edmundo Bal, Diego Pérez de los Cobos, María José Segarra.
El empresariado hostil y los sacrificados de las compañías públicas: César Alierta, Francisco González (BBVA), Abril Martorell (Indra). Juan Alfaro (Renfe), Javier Cuesta (Correos), Ángeles Alarcó (Paradores), Sebastián Abella (CNMV), José María Marín (CNMC), Vicente Fernández (SEPI).
La némesis de Prisa: Juan Luis Cebrián, Antonio Caño.
El señor feudal del fútbol: Ángel María Villar.
Los premiados con el castigo: Pepu Hernández, Miquel Iceta.
Los barones en el umbral del cadalso: Emiliano García-Page, Guillermo Fernández Vara.
El ministro en la parrilla: Alberto Garzón.
El propagador de la propaganda: Miguel Ángel Oliver.
El dios de la ópera: Plácido Domingo.
El desterrado: Juan Carlos I.
Y las instituciones: el Tribunal Supremo, el Tribunal de Cuentas, el Tribunal Constitucional.
La lista recuerda a una parcela del cementerio de Arlington. Y define la zona oscura del 'Manual de resistencia'. Pueden añadirse nombres y categorías al glosario. Porque es un exterminio 'in progress'. Y porque cada víctima rejuvenece a Sánchez, como si el pudridero donde se amontonan los represaliados le diera el vigor que necesitan sus cualidades supervivientes en la ebriedad de la sangre.
El problema es que Sánchez no ha demostrado noción de la lealtad. Los fantasmas se le terminarán apareciendo como le sucede a Macbeth. Y toda la buena salud que rezuma su aspecto canchero se asoma al lado oculto del retrato de Dorian Gray.
Podríamos hablar de 'Terminator'. O de 'Rambo V: Last Blood', película indecorosa e hilarante que expone al carcamal de Sylvester Stallone exterminando a la población mexicana. Podríamos hablar de 'Dexter', en sus peculiaridades psicopáticas, pero también de 'Demoliciones Sánchez', una fórmula castiza y hogareña que define la ferocidad y la eficacia con que el inquilino de la Moncloa aniquila a sus costaleros y antagonistas. Encararse a Sánchez es como mirar a los ojos a la Medusa. Y como traerle una bandeja de bombones a Calígula.
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