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Rubén Amón

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PSOE y PP: los antisistema son ellos

Los dos partidos mayores fingen la fortaleza del bipartidismo y degradan gravísimamente la credibilidad de las instituciones en un bloqueo que les conviene a expensas de la salud nacional

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el líder del PP, Pablo Casado. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el líder del PP, Pablo Casado. (EFE)

Se diría que el PSOE y el PP se encuentran arrobados y conmovidos por el entusiasmo de haber recuperado las sensaciones del bipartidismo. Se trata de una alucinación pasajera. Y de una prerrogativa circunstancial que proviene de su posición de influencia en la renovación de las instituciones, ninguna tan elocuente como la eterna provisionalidad del CGPJ.

Se han ensimismado Casado y Sánchez en una suerte de antagonismo perfecto. PP y PSOE están totalmente de acuerdo en el desacuerdo. Las dos partes enfatizan la responsabilidad ajena a expensas del prestigio del poder judicial y del escrúpulo institucional que los obliga a un acuerdo. Tiene sentido insistir en el verbo obligar. El PP y el PSOE se entretienen desde hace 1.000 días en un ejercicio de obscena irresponsabilidad. No es que 'tengan' que llegar a un acuerdo. Es que 'deben' llegar a un acuerdo.

La postura evasiva de los partidos mayores lamina la credibilidad del sistema. Y demuestra que el PP y el PSOE no solo fomentan el antisistema. Lo protagonizan. Y asumen el lugar genuino de los partidos ultra. Por eso no han concurrido a la corrala la vocinglería de Podemos y de Vox.

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados. (Reuters)

Es un trabajo inútil establecer una jerarquía de responsabilidades. La propuesta del PP en favor de la independencia judicial tendría sentido si no fuera porque se resiente del tacticismo. Se trata de incitar la reforma de la ley para eludir un acuerdo, no para fomentar el pudor de las instituciones.

Se explica así el escepticismo de los socialistas y se comprende la indignación de los satélites mediáticos, pero la aversión de Sánchez a cualquier entendimiento con Casado también demuestra la conveniencia y la comodidad del antagonismo. El patrón de la Moncloa no convoca al líder de la oposición ni se aviene a llamarlo por teléfono.

placeholder Sánchez y Casado, reunidos. (EFE)
Sánchez y Casado, reunidos. (EFE)

Porque le conviene el bloqueo. Y porque la parálisis y la provisionalidad del CGPJ redunda en la estrategia de desgaste del poder judicial. Ha sido el de Sánchez un Gobierno depredador de la separación de poderes. Las injerencias, los indultos, las presiones y la Fiscalía de parte que ejerce Delgado representan una perspectiva antisistema del sistema.

Semejantes veleidades contradicen la autoridad con que Adriana Lastra reprocha a Pablo Casado la 'boutade' de haber secuestrado a mano armada la Constitución. Ya se ocupan de profanarla y de desfigurarla los socios de Sánchez, pero el líder del PP ha consolidado una oposición irresponsable que proviene de la euforia demoscópica y del horizonte de victoria. Casado ya se observa en la Moncloa. Las encuestas le mantienen en una burbuja de euforia y en una concepción integrista de la oposición. Lo demostró el ridículo del posicionamiento en la crisis afgana.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a Lastra y Cerdán. (EFE)

No va a concederse el líder del PP un pasaje de consenso con el Partido Socialista, menos aún en los asuntos capitales. Ni viceversa. La maquinaria de propaganda del PSOE —y el verbo prolijo de los rapsodas mediáticos— necesita trasladar a la opinión pública el radicalismo de la derecha. Y no solo porque Casado “mantiene secuestradas las instituciones”, sino porque la alternativa al poder requiere del apoyo explícito de Vox.

El pulso de los dos grandes partidos es una desgracia. No ya porque lamina la credibilidad del sistema, sino porque Sánchez y Casado lo someten al interés partidista perfectamente conscientes de que la crisis laberíntica del CGPJ no despierta las menores pasiones entre los ciudadanos y sí permite al PP y al PSOE fingir que el bipartidismo no ha muerto.

Se diría que el PSOE y el PP se encuentran arrobados y conmovidos por el entusiasmo de haber recuperado las sensaciones del bipartidismo. Se trata de una alucinación pasajera. Y de una prerrogativa circunstancial que proviene de su posición de influencia en la renovación de las instituciones, ninguna tan elocuente como la eterna provisionalidad del CGPJ.

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