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Vótame y te doy 400 euros
El cheque cultural es una medida populista-paternalista que capta a los nuevos votantes y que propone la peor manera de acercarse a la cultura: regalarla
Felicidades a los muchachos de 18 años. Pedro Sánchez ha decidido darles la bienvenida con un regalo de 400 euros en el umbral de 2022. Los Reyes Magos no existen, pero el rey Sánchez existe y ejerce un papel paternalista-populista que le permite cultivarse el voto de la juventud premiada.
Qué mejor manera de ganarse la voluntad electoral de la muchachada que seducirla con estas obscenas dádivas. Han pretendido encubrirse con el blanqueo de los fines culturales, pero la definición abstracta y genérica de la cultura —cultura son unas croquetas, un baile regional, un estribillo reguetonero— permite a los nuevos mayores gastarse el dinero cómo les dé la gana. A ver si no van a ser cultura unas Jordan, se me ocurre.
Y se me ocurre también la polémica que ha engendrado la posibilidad de que el regalo navideño pueda utilizarse para comprar videojuegos. El ridículo debate es un perfecto señuelo para distraernos del escándalo que supone repartir dinero entre los chavales que van a votar por primera vez. Se les estimula con 400 euros. Y, además, el Gobierno disimula la añagaza con la buena reputación que implica el estímulo de la lectura y de otros hábitos culturetas. Ya imagino a los beneficiarios del cheque acudiendo a las librerías para comprarse las 'Memorias de ultratumba' de Chateaubriand. E interesándose por la filmografía de los hermanos Dardenne.
El debate es un señuelo para distraernos del escándalo que supone repartir dinero entre los chavales que van a votar
No exageraríamos las cosas si no fuera porque el regalo de Reyes representa un ejercicio hiperbólico de demagogia. No hay peor manera de acercarse a la cultura que regalarla, que devaluarla en sentido estricto. Y no hay peor estímulo que relacionar los hábitos culturales con los premios del Estado, en lugar de fomentarla desde la educación.
Los 200 millones de euros que supone la iniciativa representan una limosna y dan más sinsentido que sentido a una especie de cataplasma. La cultura puede tomarse en serio como una cuestión estructural del Estado, que no es el caso. O se puede abordar desde medidas paliativas-populistas. Nótese la frivolidad que supone acercar la cultura con el premio del dinero. Y subvencionar el voto de los iniciados poniendo en sus carteras 400 eurazos.
Se les conmina a dedicarlos a fines culturales, pero no hay forma de encontrar restricciones. Cultura es un Armagnac de 50 años. Cultura es una camisa de Armani. Cultura es un viaje a la Alcarria.
Es la perspectiva desde la que impresiona la susceptibilidad que han precipitado los toros y los videojuegos. Como si los videojuegos reflejaran una peligrosa adicción. Y como si acudir a un ruedo supusiera predisponer la incitación a la barbarie. Iceta quiere recular. Y ha dicho en la SER que igual se discrimina la tauromaquia del acceso a los hábitos tolerables.
Cultura es un Armagnac de 50 años. Es una camisa de Armani. Es un viaje a la Alcarria
Impresiona el oportunismo cuando son los toros un ámbito del Ministerio de Cultura y cuando están reconocidos institucionalmente como bien de interés cultural y como patrimonio inmaterial. Decía Lorca que los toros eran la fiesta más culta del mundo, pero ya nos ha demostrado Juan Diego Botto que al poeta granadino se le instrumentaliza al antojo del interés contemporáneo y de la coyuntura dominante.
Hubiera sido más honesto intercambiar los 400 euros por la promesa de votar a Sánchez. Entregar el dinero después de introducir la papeleta. En buena parte, es lo que está sucediendo. Sánchez atrae con dinero a los nuevos votantes. Quizá no está diciendo que habrá elecciones anticipadas.
Felicidades a los muchachos de 18 años. Pedro Sánchez ha decidido darles la bienvenida con un regalo de 400 euros en el umbral de 2022. Los Reyes Magos no existen, pero el rey Sánchez existe y ejerce un papel paternalista-populista que le permite cultivarse el voto de la juventud premiada.
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