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Casado ya es el rehén de Abascal
Vox se expone como el claro ganador de unas elecciones y como un partido más enemigo que aliado del PP
Santiago Abascal ha ganado las elecciones sin bajarse del caballo. No era sencillo multiplicar el precario resultado de 2019 (un asiento), pero la marea verde prorrumpe en el Parlamento de Castilla y León sin necesidad de un candidato de envergadura —García-Gallardo— y con todos los recursos del hartazgo, el 'justicierismo' y la antipolítica. Partiendo de una paradoja indisimulable: Vox quiere acabar con las autonomías, pero antes de fomentar la eventual liquidación territorial ejerce el poder dentro de ellas y se convierte en la fuerza que intimida y acojona al Partido Popular.
Es el escarmiento que desenmascara el ardid temerario de Génova 13 Rue del Percebe. La frivolidad de convocar una elecciones sin otras razones que la estrategia nacional se añade a la temeridad que supone haber sustituido un aliado fiable y moderado —CS— por un artificio político que se relame en el antisistema y que amenaza con su doctrina la convivencia de la sociedad.
Es la razón por la que había cundido en el PP la estrategia preventiva de blanquear al aliado. No solo porque Mañueco necesita a Vox para conservar el cargo presidencial que ya tenía, sino porque el partido revanchista de Abascal se convierte en la pareja de baile que puede llevar a Casado hasta la Moncloa. Empezaremos a conocer el precio del chantaje en las próximas horas —Castilla y León— y en los próximos meses —política nacional—, pero fue Díaz Ayuso quien asumió con más franqueza el teatro de la 'realpolitik'.
Conviene recordar que PSOE y Vox son mucho más aliados que enemigos. Que ambos partidos comparten el mismo rival (el PP)
Por eso resultaba necesario denunciar a los socios abyectos de Sánchez. Tanto se 'delatan' los acuerdos del PSOE con ERC y con Bildu, tanto se homologa la convivencia con el oscurantismo de la bandera verde. Porque no hay otra manera de gobernar en Valladolid. Y porque no existe una aritmética alternativa que garantice a Casado las opciones monclovenses.
Tendrá el líder popular que rectificar los ataques a Santiago Abascal, comerse el discurso con que se atrevió a morder sus espolones en la moción de censura. Y resignarse al mismo papel de rehén con que Pablo Iglesias abusó de la debilidad de Pedro Sánchez en las noches de insomnio.
Reviste importancia el matiz, porque no parece necesario que Vox se involucre en el Gobierno castellanoleonés, aunque Abascal exigiera la vicepresidencia en el mitin de celebración. Puede controlarlo desde fuera. Sabotearlo a su antojo. Imponer la agenda de la regresión —antifeminismo, políticas confesionales, xenofobia, folclore regionalista— y prevenirse del peligro de la asimilación o de fagocitosis que han padecido Podemos y CS en sus traumáticas experiencias de cogobierno.
Conviene recordar que PSOE y Vox son mucho más aliados que enemigos. Que ambos partidos comparten el mismo rival (el PP). Y que el principal caudal de crecimiento de la ultraderecha tanto proviene de la euforia de los nuevos votantes como del caladero despechado de los populares.
Mientras tanto, los socialistas encajan un nuevo estrépito —Madrid, Castilla y León— y Ciudadanos se asoma a su extinción
De hecho, el mayor argumento de credibilidad y de popularidad que funciona a favor del eje PP-Vox consiste en la aversión progresiva hacia el sanchismo. 'Todo menos Sánchez' constituye un lema rotundo y aglutinador que amenaza el porvenir del líder socialista, pero que también le beneficia. Precisamente porque el pacto implícito o explícito del PP con Abascal demostraría el peligro de la ultraderecha y podría funcionar como un argumento movilizador en la izquierda y en el electorado moderado.
Mientras tanto, los socialistas encajan un nuevo estrépito —Madrid, Castilla y León—, Ciudadanos se asoma a su extinción —la polarización machaca las opciones conciliadoras— y Pablo Casado trata de encubrir todas las contraindicaciones de una victoria extraordinariamente ingrata. Se ha desplomado la emulación del ayusazo. Ha sido un mal negocio cambiar las siglas de Cs por las de Vox. Y puede resultar aún más traumático gestionar la convivencia con un partido que no quiere cooperar con el PP, sino destronarlo. Lo demuestra la obstrucción sistemática que ejerce la cuadrilla de Abascal en Andalucía. Se ha opuesto a los presupuestos igual que ha neutralizado todos los proyectos legislativos fundamentales.
Se explica así el recelo de Juanma Moreno a precipitar la iniciativa de un adelanto electoral. Y de convertir Andalucía en un territorio de incertidumbre donde prosperaría la marea verde con todos los argumentos emocionales y viscerales que dan brillo a las espuelas de Abascal.
Santiago Abascal ha ganado las elecciones sin bajarse del caballo. No era sencillo multiplicar el precario resultado de 2019 (un asiento), pero la marea verde prorrumpe en el Parlamento de Castilla y León sin necesidad de un candidato de envergadura —García-Gallardo— y con todos los recursos del hartazgo, el 'justicierismo' y la antipolítica. Partiendo de una paradoja indisimulable: Vox quiere acabar con las autonomías, pero antes de fomentar la eventual liquidación territorial ejerce el poder dentro de ellas y se convierte en la fuerza que intimida y acojona al Partido Popular.