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Madrid está en El Prado… y El Prado está en Madrid
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Rubén Amón

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Madrid está en El Prado… y El Prado está en Madrid

La pinacoteca propone un itinerario por las obras que retratan la capital y su región, desde el cielo de Velázquez a la oscuridad y el costumbrismo de Goya

Foto: Fachada del Museo del Prado, Madrid (CC/Brian Snelson)
Fachada del Museo del Prado, Madrid (CC/Brian Snelson)
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Reviste mucho interés la experiencia de descender a la cripta del Museo del Prado. Un espacio sombrío y recogido donde la pinacoteca habla de sí misma, entre los proyectos arquitectónicos que la alumbraron, las actas fundacionales, los hitos expositivos y los procesos de expansión.

Por eso tiene sentido detenerse en el cuadro que concibió el “pintor Rosales”. Que no solo identifica una calle de Madrid, sino la ejecutoria de un purista a quien influyó sobremanera la huella de Velázquez y entre cuyo legado destaca el “retrato” del Museo del Prado mismo.

Foto: 'En Voyage', Goya. (Ministerio de Cultura)

No llegó a tiempo de terminarlo. Ni falta que hacía, entre otras razones porque Eduardo Rosales (1836-1873) parecía consciente de la naturaleza evolutiva de la institución. Lo demuestran las sucesivas ampliaciones, incluida la extraordinaria impronta de Rafael Moneo. Y lo prueba la maqueta que ya expone los nuevos trabajos de expansión encargados a Norman Foster en el espacio del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro.

Está vivo el Museo del Prado pese al aparente estatismo de los cuadros y de las esculturas. De hecho, la idiosincrasia de la pinacoteca no se entiende sin la relación orgánica con el barrio y la ciudad que la alojan. No solo porque El Prado se halla en Madrid, sino porque Madrid se halla en El Prado.

Una manera de comprobarlo consiste en el circuito alternativo con que puede recorrerse el Museo haciendo inventario visual de las obras inspiradas en la capital. Y no hace falta especial erudición, sino abastecerse de una guía ilustrada que identifica los pormenores del itinerario. Pinturas mayores y menores. Guiños costumbristas. Y escenarios naturales de la periferia que aspiran a evocar o emular el misterio del cielo de Madrid.

Madrileña es la montaña de Príncipe Pío​ en la que Goya concibe las ejecuciones del 3 de mayo

Es la razón por la que el interés del viaje recae en el protagonismo implícito o explícito de Francisco de Goya, cronista de la villa, de sus costumbres y de sus desgracias. Porque Madrid es el escenario de las verbenas y de los peleles, de las romerías y del casticismo, pero también de los horrores. Madrileña es la montaña de Príncipe Pío en la que Goya concibe las ejecuciones del 3 de mayo. Madrileño es el escenario siniestro que contextualiza la matanza en el segundo y tercer plano. Pueden identificarse el cuartel del Prado Nuevo, el convento de María de Aragón, la guarnición de Conde Duque, más o menos como si el artista pretendiera aportar una precisión toponímica a la evidencia de los hechos históricos.

placeholder Los fusilamientos del tres de mayo. (Goya, 1814)
Los fusilamientos del tres de mayo. (Goya, 1814)

Los cuadros de Madrid perforan El Prado como si fueran ventanas hacia dentro y hacia fuera. El cielo de la capital oxigena el paseo a caballo de Felipe IV en el retrato de Velázquez, aunque resulta más inquietante la atmósfera “madrileña” que identifica el cuadro del 'Bufón con libros'. Pude reconocerse el pico de la Maliciosa. Y percibirse la silueta de la sierra de Guadarrama como ejemplo de las pinturas que enfatizan el paisajismo de la región y de los grandes símbolos arquitectónicos.

Por eso tiene sentido detenerse en el díptico del Palacio de Aranjuez que describe el miniaturismo de Francesco Battaglioli (1725-1796) y reviste interés la magnífica panorámica que otro artista “extranjero”, Michel-Ange Houasse (1680-1730), concibió a los pies de San Lorenzo de El Escorial. La magnificencia del monasterio y del palacio estimulan los matices del cielo, pero el lienzo también se delata en la escena secundaria de un monje de los Jerónimos mimetizado entre las rocas y provisto de un breviario.

“Ruta por la región de Madrid en el Museo del Prado”. He aquí el epígrafe que identifica el itinerario de la “exposición” de la pinacoteca. Los cuadros no están ordenados en una sala concreta. Se localizan bajando y subiendo escaleras, recorriendo pasillos y hasta descendiendo a la cripta, de tal manera que el viaje se termina convirtiendo en la oportunidad de recorrer el museo de manera integral, como si Madrid fueran nuestros propios ojos.

Reviste mucho interés la experiencia de descender a la cripta del Museo del Prado. Un espacio sombrío y recogido donde la pinacoteca habla de sí misma, entre los proyectos arquitectónicos que la alumbraron, las actas fundacionales, los hitos expositivos y los procesos de expansión.

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