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Rubén Amón

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La brutalidad de Vladímir, en ocho coartadas

El zar pretende descabezar Ucrania en una operación relámpago haciendo pesar el poder militar, el maletín nuclear, la pasividad de Occidente, el patrocinio de China y la ausencia de principios elementales

Foto: Vladímir Putin. (EFE/EPA/Filip Singer)
Vladímir Putin. (EFE/EPA/Filip Singer)
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No está siendo solo una invasión y una agresión al derecho internacional, sino una exhibición militar desproporcionada cuyos antecedentes —Crimea y el Donbás— demuestran el instinto con que Putin ha fagocitado la precaria democracia de Ucrania, no solo consciente del poder militar de Rusia y de la amenaza nuclear, sino también sabedor de la debilidad occidental, del patrocinio de China, de la adhesión de los rusófilos, de los insólitos aliados europeos —extrema derecha, extrema izquierda— y de la ausencia de principios que tanto le permiten sacrificar a sus soldados como cobrarse víctimas civiles y quebrantar las reglas del derecho internacional.

1.- El poder militar

El despliegue de 175.000 soldados en la frontera de Ucrania predisponía hace un mes un ejercicio de intimidación que tenía muy poco que ver con unas maniobras y mucho que hacer con una exhibición de poder a la altura de una potencia militar y atómica. El Ejército del zar es un gigante que cuadruplica en efectivos reales al ucraniano, que se abastece de un presupuesto anual de 55.000 millones de euros y que reúne casi un millón de soldados operativos, sin contar los reservistas ni los paramilitares. Ningún país del mundo aglutina tantos tanques —12.500—, aunque la mayor diferencia entre Rusia y Ucrania se describe en las aeronaves de combate: 1.500 frente a 98.

2.- La precaria resistencia

Ucrania está abandonada a su suerte. Ni la OTAN va a ampararla ni el gran patrocinador de la Alianza, EEUU, va a desplegar un solo soldado. Se ha recalcado estos días que la OTAN únicamente actúa en defensa de sus Estados miembros, pero los 80 días de bombardeos sobre Belgrado en la Guerra de Kosovo —sin autorización de la ONU— contradicen la versión de la propaganda atlántica. Otra cuestión es que tenga sentido plantearse una guerra contra Rusia.

El poder nuclear de Putin, expuesto ayer mismo desde Moscú como respuesta a las sanciones, refleja un argumento tan disuasorio como la hipótesis de soldados occidentales envueltos en sus banderas de regreso a casa. Ni EEUU ni la OTAN se plantean una III Guerra Mundial. Putin ha diseñado su feroz campaña militar consciente de la asimetría de los recursos de Ucrania.

La misma ausencia de reglas explica que ayer sacara a pasear el maletín nuclear

Y es verdad que Kiev ha llegado a atragantársele, pero impresiona la desesperación con que el presidente Zelenski ha organizado una resistencia precaria entre soldados, reservistas y civiles, dispuestos estos últimos repeler desde las barricadas los tanques 'soviéticos', como sucedió en la Primavera de Praga de 1968.

3.- La ferocidad del autócrata

Los partidarios de Putin, que tanto elogian su destreza y su audacia frente a la 'debilidad' de Occidente, rara vez reparan en el cinismo y la crueldad con que el presidente ruso revienta los principios democráticos. La fragilidad de Europa y de EEUU es también la expresión de su razón de ser y de su idiosincrasia: las sociedades abiertas, la libertad de prensa, el respeto al derecho internacional, los valores humanitarios.

El régimen de Xi Jinping es la mayor salida de Rusia al aislamiento y la coartada económica y militar que consolida una alianza siniestra

La gran 'ventaja' de Putin consiste precisamente en la ausencia de principios y de límites. Y la concepción autocrática del poder, de tal manera que el patriarca ruso puede concederse sacrificios militares y víctimas civiles que resultan inconcebibles en el planteamiento de un Estado occidental. La misma ausencia de reglas explica que ayer sacara a pasear el maletín nuclear.

4.- El patrocinio de China

Las sanciones de Occidente, el boicot económico, las medidas disuasorias tendrían mayor efectividad y mayor influencia si no fuera porque Putin cuenta con la protección atmosférica y orgánica de China. El régimen autoritario de Xi Jinping es la mayor salida de Rusia al aislamiento y la coartada económica y militar que consolida una alianza siniestra.

Es más, el énfasis con que el Gobierno de Beijing ha relativizado la invasión de Ucrania, negando que haya existido, predispone la legitimación con que puede precipitarse la conquista de Taiwán. China está con Rusia. Y viceversa, de tal manera que la definición de un nuevo orden global adquiere una dimensión mucho más inquietante que el bipolarismo perfecto de la Guerra Fría. China puede parar a Putin. Una escalada militar —no digamos nuclear— perjudica la economía y la estabilidad del gigante asiático.

5.- Los rusos ucranianos

La invasión de Ucrania ha sido progresiva. Empezó con la conquista de Crimea en 2014. Y prosiguió solo hace una semana con el reconocimiento de la independencia de las repúblicas del Donbás. Después ha sobrevenido la invasión integral de Ucrania. Y la euforia con que el propio Putin ha ido 'reclutando' las adhesiones de los invadidos. Porque hay ocho millones de rusos en Ucrania, incluido el propio presidente Zelenski.

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin. (Reuters/Sergey Guneev) Opinión

Y porque la división del Estado en una y otra orilla del río Dnieper establece también, de este a oeste, las fronteras del antiputinismo y el putinismo. El zar no ha colonizado un país extranjero. Ni por los vínculos históricos, ni por los culturales ni por los religiosos. La mayoría de los fieles cristianos ortodoxos rinde pleitesía al patriarcado de Moscú. Rusia nació en Kiev, no cansan de proclamar los propagandistas del régimen moscovita.

6.- Los aliados en Occidente

No hace falta mencionar a los rapsodas del putinismo en España —en la prensa, en la clase política— para adquirir conciencia de los insólitos aliados que abastecen la gloria del gran patriarca. Uno de los más llamativos es Donald Trump, aunque la devoción al presidente ruso se identifica por igual en la extrema derecha y en la extrema izquierda europeas. Y en la afinidad de algunos líderes europeos, como el húngaro Viktor Orbán, que participan del sabotaje al espacio comunitario. Putin cuenta con otros aliados históricos antiamericanos —Venezuela, Cuba, Irán— y con la implicación orgánica de Bielorrusia, pero el caso más llamativo acaso se encuentre entre los ministros de Unidas Podemos. Porque forman parte del Gobierno español. Y porque son rehenes del discurso insostenible de Pablo Iglesias.

7.- El peso decorativo de la ONU

Las Naciones Unidas nacieron para prevenirnos de una III Guerra Mundial después de haberse descerrajado las dos anteriores, pero la trayectoria decadente y desesperante de la organización —de Bosnia a Ruanda pasando por Afganistán e Irak— depauperó la influencia de una estructura burocratizada e inútil, más todavía cuando el órgano ejecutivo por antonomasia, el Consejo de Seguridad, concede el derecho a veto tanto de Rusia como de China. Putin lo ejerció el pasado viernes para bloquear la resolución que condenaba la invasión de Ucrania. Y como no podía ser menos, China se abstuvo. Igual que India y Emiratos Árabes.

8.- El orgullo patriótico

Impresionan y enternecen a la vez las manifestaciones contra la guerra que se han organizado en Moscú y en otras ciudades rusas. Son carne de represalia. Y expresión minoritaria de un estado de opinión que Putin ha manejado con todos sus métodos propagandísticos y con todo su predicamento patriarcal. La guerra contra Ucrania ha adquirido un valor aglutinador que juega a favor de la devoción al condotiero. Vladímir Putin exhibe sus músculos y enfatiza la capacidad de sojuzgar el planeta con una retórica hiperbólica de acuerdo con la cual no debe mencionarse una guerra convencional —que lo es—, sino una misión para “desnazificar” Ucrania y neutralizar el genocidio. Cabe preguntarse si la lealtad al 'emperador' resistirá cuando se hunda el rublo y cuando se trastorne la economía nacional.

No está siendo solo una invasión y una agresión al derecho internacional, sino una exhibición militar desproporcionada cuyos antecedentes —Crimea y el Donbás— demuestran el instinto con que Putin ha fagocitado la precaria democracia de Ucrania, no solo consciente del poder militar de Rusia y de la amenaza nuclear, sino también sabedor de la debilidad occidental, del patrocinio de China, de la adhesión de los rusófilos, de los insólitos aliados europeos —extrema derecha, extrema izquierda— y de la ausencia de principios que tanto le permiten sacrificar a sus soldados como cobrarse víctimas civiles y quebrantar las reglas del derecho internacional.

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