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"Estamos suspendidos en ninguna parte, solo queremos volver"
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Rubén Amón

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"Estamos suspendidos en ninguna parte, solo queremos volver"

Pozuelo de Alarcón es uno de los cuatro puntos de la Administración central que coordina la acogida de los refugiados, la inmensa mayoría menores de edad

Foto: Un centenar de ucranianos ya han pasado por el centro de acogida de Pozuelo de Alarcón. (EFE/Ministerio del Interior)
Un centenar de ucranianos ya han pasado por el centro de acogida de Pozuelo de Alarcón. (EFE/Ministerio del Interior)
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La puerta oficial de entrada de los ucranianos a España se aloja en una sede de formación de la Seguridad Social en Pozuelo de Alarcón. Un edificio imponente y de aspecto bunkerizado cuya amabilidad se identifica en la bandera azul y amarilla. Es la manera de recibir a los refugiados. De alojarlos transitoriamente en unas instalaciones impecables -un hotel de alta graduación, un menú versátil- y de tramitar los permisos de residencia y de trabajo con tanta eficacia como sensibilidad.

Todos los servicios que ofrece el centro de acogida pueden reconocerse en ucraniano. Letreros improvisados en rotulador. Intérpretes. Voluntarios de la ONG Accem. Y familias cuyo buen aspecto difiere de las angustias que traslada el drama y el éxodo de la frontera, aunque no contradice el desgarro de los ucranianos ubicados a 3.649 kilómetros de Kiev.

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Es el caso de Mikhail, padre de familia que ha venido hasta el centro de acogida de Pozuelo para ordenar los papeles y gestionar las obligaciones. Porque tiene tres hijos que cuidar. Y porque se siente obligado a defender su patria: “Me siento un privilegiado aquí en Madrid, pero me resulta frustrante asistir a la manera en que Putin bombardea mi país. Quiero volver a luchar”.

Escasean los varones en el centro de acogida de Pozuelo. Proliferan las madres y los niños, no tanto para instalarse en el “hotel” -el promedio rara vez supera las 24 horas- como para buscar un colegio, un trabajo y un hogar.

Es la manera de admitir o de asumir la duración y severidad de la guerra. Y de predisponer la atención de los refugiados más desamparados. El 70% de quienes acuden es menor de edad. Y los orígenes muy diversos: ucranianos que salieron desde Kiev en coche, pasajeros de trenes que llegaron hasta Alicante y familias que han cruzado Europa en autostop.

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La ventaja de María y de sus tres hijos consiste en que su madre ya residía en Getafe desde hace 20 años. Han perdido la casa en Lviv (Leópolis), han dejado atrás las mascotas. Y no les preocupa tanto sentirse seguros como volver: “Estamos suspendidos en ninguna parte. Agradezco la generosidad de los españoles, pero nos angustia haberlo perdido todo. Es durísimo asistir a la destrucción de tu tierra, de tu país. Lo único que queremos es regresar cuanto antes”, explicaba conmovida en una entrevista a Carlos Alsina.

Hemos venido aquí a hacer el programa de Ondacero. Y a indagar con pudor en las historias de los refugiados. Muy distintas y muy similares al mismo tiempo, por mucho que parezcan iguales los pasajeros que descienden de los autobuses. Tantos niños aferrados a sus peluches y sus juguetes. Y más abrigados de lo necesario, como si se trajeran el frío en las mochilas.

placeholder Refugiados ucranianos en Pozuelo. (EFE/Ministerio del Interior)
Refugiados ucranianos en Pozuelo. (EFE/Ministerio del Interior)

Se los identifica en una ficha escueta. La edad, el origen. La necesidad. La urgencia. La célula familiar. Si tienen familia en España o no la tienen. Se les tramitan permisos de trabajo y expedientes escolares. Y se encuentran con policías nacionales tan uniformados como amables. La mejor conversación es fútbol, por la fascinación continental, magnética, del Real Madrid.

Y también recalan en Pozuelo quienes ya tenían arraigo en España -muchas veces como resultado de estancias veraniegas- y currantes expatriados que disponen ahora de la oportunidad de regularizar sus papeles. Un salto de la clandestinidad a la legalidad que compartían 11.000 ucranianos antes de la guerra y que ahora agradece Andriy, albañil de profesión y exiliado en España desde que sobrevino la ofensiva del Donbás en 2014.

“Este país nos ha dado una oportunidad”, aclara. “Por eso quiero ayudar a los compatriotas que han tenido que hacer ahora el mismo viaje que hice yo. Nos movilizamos entre nosotros para encontrarles casa. Y facilitarles que la adaptación sea lo menos traumática posible. Que nos se sientan tan solos”.

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El centro de acogida de Pozuelo es como la Isla de Ellis pero sin restricciones ni incomodidades. Una ventanilla única que “sorprende” a los refugiados con la elocuencia de las soluciones. Y no ya por la sensibilidad de los funcionarios en tiempos de guerra, sino además porque la distancia geográfica y cultural que media entre España y el frente ucraniano ha permitido graduar y relativizar cualquier sensación de avalancha.

Y organizarla. De hecho, los centros como el de Pozuelo, las iniciativas de Accem, la experiencia de Cáritas o de Cruz Roja, aportan profesionalidad y criterio al problema que reviste la solidaridad impulsiva y caótica.

Es ejemplar el caso de Luisa y de los padres de acogida con los que se ha organizado para recoger a sus hijos adoptivos en la frontera de Polonia. El viaje ha sido muy complicado. Tanto como han sido difíciles los trámites con las autoridades polacas hasta permitirles traérselos.

Andrei es uno de ellos, tiene siete años. Ya está en Madrid, tomándose un colacao caliente en el centro de acogida de Pozuelo. Sus tres hermanos se han repartido entre otros tantos hogares. La madre biológica los visita. Y espera la oportunidad de reunirlos bajo un mismo techo mientras adquiere rudimentos en castellano. Su marido, no. Su marido está en el frente.

La puerta oficial de entrada de los ucranianos a España se aloja en una sede de formación de la Seguridad Social en Pozuelo de Alarcón. Un edificio imponente y de aspecto bunkerizado cuya amabilidad se identifica en la bandera azul y amarilla. Es la manera de recibir a los refugiados. De alojarlos transitoriamente en unas instalaciones impecables -un hotel de alta graduación, un menú versátil- y de tramitar los permisos de residencia y de trabajo con tanta eficacia como sensibilidad.

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