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Rubén Amón

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¿Cuándo se casan El Escorial y San Lorenzo?

Los pueblos madrileños, separados por una frontera invisible y expuestos a fenómenos paranormales, deberían reunirse en una misma municipalidad y mezclar sus identidades

Foto: Los alcaldes de Don Benito y Villanueva de la Serena. (EFE/ Jero Morales)
Los alcaldes de Don Benito y Villanueva de la Serena. (EFE/ Jero Morales)
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El maridaje ejemplar entre Don Benito y Villanueva de la Serena tendría que estimular las fusiones administrativas, por mucho que la idiosincrasia cainita de Celtiberia predisponga el fervor de las divisiones a ultranza. Que si Pinto y Valdemoro. Que si Alcobendas y San Sebastián de los Reyes.

El caso más elocuente y simbólico de la Comunidad madrileña acaso consiste en la división de El Escorial y de San Lorenzo. El pueblo de abajo y el de arriba. O viceversa, pues los progresos inmobiliarios que arañan terreno a la montaña -hasta desfigurarla- han desdibujado los límites de los respectivos municipios. No está claro dónde terminan las fronteras.

La línea imperceptible no contradice las evidencias administrativas. Ni los resabios históricos de los vecinos. Los más asolerados o arraigados recelan de identificarse con la idea de un “gran Escorial”. Prefieren conservar la diferencia allí donde más pueda exponerse, desde el equipo de fútbol y la parroquia hasta las referencias patrimoniales y esotéricas. Esotéricas porque la toponimia escurialense se resiente de una insólita hiperactividad metafísico-supersticiosa.

Foto: Carretera a Don Benito y Villanueva de la Serena. (Google Maps)

El mausoleo del caudillo formaba parte de las excentricidades del territorio, igual que lo hace en los últimos años la explanada de Prado Nuevo donde se “apareció” la Virgen. Tiene sentido recurrir a las comillas por el escepticismo que suscitan esta clase de fenómenos paranormales, aunque no puede negarse la prosperidad y la fertilidad que ha adquirido el lugar cuarenta años después de haberse producido el aterrizaje mariano en presencia de Luz Amparo Cuevas.

No vive la vidente para contarlo. Y sí proliferan los peregrinos, se supone que subyugados por la locuacidad que caracterizaron las apariciones de la Virgen. Llegó a depositar no tres secretos, como la variante de Fátima, sino 376 mensajes, incluido el que urgía a la erección de un templo en su nombre. Va adquiriendo forma y volumen el santuario en una llanura de 120 hectáreas. La reivindican como propia los vecinos “de abajo”, porque los de “arriba”, en San Lorenzo, presumen de sus grandes recursos turísticos. Y de la singularidad del monasterio. Por la dramaturgia de la gran obra herreriana. Y por las peculiaridades de ultratumba que se alojan en panteón. Una docena de reyes allí se encuentran, entre austrias y borbones.

Foto: Manuel Granero durante la corrida en la que perdió la vida el 7 de mayo de 1922 en Madrid. (Getty/Ullstein Bild/Ernest Hemingway) Opinión
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Conviene a todos los vecinos el proyecto de la fusión. Y la fórmula resultante de un municipio que tanto podría redondear los 35.000 habitantes -18.000 en San Lorenzo, 17.000 en El Escorial- como sacrificaría la duplicidad burocrática -dos alcaldes, 34 concejales-. Se trata de compartir servicios e intereses. Y de adquirir una corpulencia demográfica y económica para competir con las “potencias” del norte, especialmente Collado Villalba (63.000 habitantes) y Galapagar (33.000 habitantes).

Es el contexto en que bien podría convocarse un referéndum. Sucedió en Villanueva de la Serena y Don Benito. Se impuso el “sí” mayoritario en la consulta que llevaron a cabo los respectivos alcaldes, pero el entusiasmo de los vecinos del primer municipio (90,49% a favor) no se pareció demasiado a la prudencia que expresaron los vecinos del segundo (66,27%). Reviste interés el precedente. Y la correspondiente campaña de pedagogía, no vaya a suceder que la llamada a las urnas termine enfrentando a los ciudadanos. Y convengan unos y otros que los de abajo nada tienen que ver con los de arriba, entre la Virgen y los Reyes.

El maridaje ejemplar entre Don Benito y Villanueva de la Serena tendría que estimular las fusiones administrativas, por mucho que la idiosincrasia cainita de Celtiberia predisponga el fervor de las divisiones a ultranza. Que si Pinto y Valdemoro. Que si Alcobendas y San Sebastián de los Reyes.

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