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Picasso se ahoga en el sótano de Buitrago
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Rubén Amón

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Picasso se ahoga en el sótano de Buitrago

El museo que aloja la colección de Eugenio Arias, barbero de profesión y amigo del artista malagueño, ocupa un lugar indecoroso en un pueblo de grandes atractivos e intoxicaciones urbanísticas

Foto: Pablo Picasso, 'ciencia y caridad'.
Pablo Picasso, 'ciencia y caridad'.
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Las guías turísticas de la Comunidad de Madrid enfatizan la visita a Buitrago del Lozoya como un objetivo inexcusable entre las diez joyas autonómicas. Cierto. El municipio parece muy atractivo desde la perspectiva de la carretera de Burgos. Y más aún echando un vistazo a las fotografías que ilustran la muralla medieval a la vera del río y la huella picassiana, pero la sugestión de un viaje en el tiempo se resiente de la distancia corta. El desorden urbanístico, las edificaciones del desarrollismo y las obras de rehabilitación en las áreas arqueológicas, malogran el encantamiento. Y obligan a preguntarse qué hubiera sido de este pueblo tan pintoresco de haberlo gestionado la Administración francesa, tanto por los cuidados que hubieran preservado el encanto medieval como por el lugar predominante que hubiera adquirido el Museo Picasso.

Foto: 'Ciencia y Caridad', (Pablo Picasso, 1897)

Es un reclamo legítimo de Buitrago y un motivo de peregrinación turística, precisamente porque el artista malagueño mantuvo y sostuvo una estrecha amistad con el barbero del municipio, Eugenio Arias. Se conocieron en el exilio. Y se frecuentaron en la localidad de Villauris (Costa Azul). Allí instaló Arias su peluquería (1946). Y allí también proliferaron las relaciones personales con Picasso. Compartían las partidas de cartas y las conversaciones. Iban juntos a los toros, aunque la peluquería también operaba como la oficina de relaciones públicas del propio artista. Ya se ocupaba Arias de intermediar con los españoles y curiosos que aspiraban a conocer al maestro. La gratitud de Pablo Picasso se reconoce en el patrimonio desordenado que fue reuniendo el barbero. Y que terminó cediendo a Buitrago cuando regresó al pueblo madrileños después de haberse restaurado la democracia.

placeholder 'Monaguillo dando aceite a una vieja', (Picasso, 1896)
'Monaguillo dando aceite a una vieja', (Picasso, 1896)

La colección comprende grabados, litografías, carteles y cerámicas de extraordinario interés. También reúne fotografías de valor documental. La amistad se prolongó un cuarto de siglo, de tal manera que la barbería de Arias también representa un espejo del proceso creativo. Y traslada la creatividad de Picasso a un ámbito más íntimo y experimental.

Es la razón por la que resulta frustrante que la generosa colección de Arias, inaugurada en 1985, se encuentre alojada y maltratada en el sótano del Ayuntamiento. Más que presumir de ella y concederle un lugar predominante, se diría que las obras del barbero forman parte de un itinerario clandestino. Las piezas se amontonan. Y el lugar expositivo resulta claustrofóbico.

placeholder 'La virgen me perdone', (Pablo Picasso, 1896)
'La virgen me perdone', (Pablo Picasso, 1896)

¿Qué sería de Buitrago si fuera un pueblo francés? La cuestión tanto concierne a la “colección Picasso” como al escrúpulo con que se hubiera conservado el patrimonio arqueológico. Merece la pena visitarse, desde los vestigios musulmanes de la muralla (siglo XI) hasta el castillo del siglo XV que se emplaza categóricamente en el curso del río, pero la intoxicación urbanística de los edificios “modernos” desdibuja el misterio de experiencia. También lo hace la proximidad intimidatoria de la autopista, de tal manera que la mejor manera de acercarse a Buitrago del Lozoya consista en buscar los rincones mejor preservados. Se trata de forzar los ángulos. Y de encontrar la coyuntura propicia, entre la belleza de la fortaleza, el curso bucólico del río y el contexto de la sierra de Guadarrama, más todavía si el viaje se emprende en moto. Entiendo que es un criterio excluyente, pero las carreteras que serpentean hacia Buitrago a los pies de la Cabrera forman parte de una ruta iniciática que conocen bien los moteros y que permite a los “laicos”, o sea, a los no moteros, saber dónde conviene detenerse para avituallarse y encontrar la recompensa de los mejores miradores.

Las guías turísticas de la Comunidad de Madrid enfatizan la visita a Buitrago del Lozoya como un objetivo inexcusable entre las diez joyas autonómicas. Cierto. El municipio parece muy atractivo desde la perspectiva de la carretera de Burgos. Y más aún echando un vistazo a las fotografías que ilustran la muralla medieval a la vera del río y la huella picassiana, pero la sugestión de un viaje en el tiempo se resiente de la distancia corta. El desorden urbanístico, las edificaciones del desarrollismo y las obras de rehabilitación en las áreas arqueológicas, malogran el encantamiento. Y obligan a preguntarse qué hubiera sido de este pueblo tan pintoresco de haberlo gestionado la Administración francesa, tanto por los cuidados que hubieran preservado el encanto medieval como por el lugar predominante que hubiera adquirido el Museo Picasso.

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