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La alta traición de Pedro Sánchez
El presidente entrega a Junqueras el chivo expiatorio de Paz Esteban, indulta otra vez a los soberanistas, debilita la credibilidad del CNI y desampara a Robles, cuya coherencia tendría que haberla obligado a dimitir
Pedro Sánchez ha vuelto a indultar a Junqueras y a la camarilla soberanista. Pedían la cabeza de Paz Esteban. Y la cabeza de Esteban se les ha entregado. Hubieran preferido la caza mayor de la ministra Robles, pero el sacrificio de la directora del CNI reviste un valor extraordinario porque escarmienta quirúrgicamente a quien urdió la trama de espionaje.
Entregársela a Junqueras desautoriza toda la operación. Y premia a los conspiradores del Estado. Es la manera con que Sánchez pretende recuperar la confianza de sus socios. Fue él quien autorizó espiarlos, pero la necesidad de reanimarlos en la agonía de la legislatura tanto explica la degradación del CNI como convierte a Paz Esteban en chivo expiatorio.
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No hay razones objetivas para cesarla ni se han sabido explicar en la rueda de prensa. El propio PSOE había elogiado la actuación ejemplar de Paz Esteban en el proceso de escuchas autorizadas judicialmente.
El mensaje que traslada el sacrificio resulta estremecedor porque desluce la credibilidad del Estado para premiar a quienes han demostrado sabotearlo. Por eso resultaba tan frustrante la comparecencia de la ministra Robles, incapaz de proteger a Paz Esteban más allá de las palabras y resignada al golazo que le han metido Sánchez y Bolaños desde la Moncloa.
Bien podía haber dimitido. Hubiera sido una decisión tan grave como coherente. Ya le hubiera gustado a Robles —y a Sánchez— que Paz Esteban hubiera renunciado “voluntariamente”, pero la resistencia a hacerlo ha precipitado un escenario bochornoso. El lenguaje edulcorado resulta inequívoco al respecto. No se habla de cese ni de dimisión. Se habla de cambio, de sustitución. Y se enfatiza el género de la sustituta como si el recurso a una mujer pretendiera distraer la convulsión de la opinión pública.
No es una mujer cualquiera Esperanza Casteleiro. Porque es la número dos de su ministerio. Y porque haber logrado colocarla al frente del CNI sobrentiende que Robles controla la cadena de mando, pero la carambola no contradice la fragilidad con que ha dejado caer a Paz Esteban.
El mensaje que traslada el sacrificio resulta estremecedor porque desluce la credibilidad del Estado y premia a quienes lo han saboteado
La confusión que intoxica el caso Pegasus obliga a diferenciar la injerencia del espionaje exterior de las escuchas del CNI. Sánchez las ha amalgamado para forzar una versión interesada, de tal manera que el sacrificio de Paz Esteban respondería a la negligencia del CNI en la vigilancia de los móviles ministeriales. No es competencia suya, pero la propaganda con que se la ha responsabilizado permite distraer —inútilmente— de las verdaderas razones. La más concreta radica en proteger la cabeza de Margarita Robles. La más indignante consiste en indultar de nuevo a los soberanistas. Y la más siniestra concierne a la victoria feroz que se cobra Félix Bolaños.
El ministro de Presidencia se esconde en la humareda disuasoria que provoca el guillotinazo de Paz Esteban. Era el eslabón más débil. Y la ejecutora de una iniciativa legítima que no se explica sin la aquiescencia de la cadena de mando: Margarita Robles y Pedro Sánchez.
La una y el otro conocían por obligación y por responsabilidad la trama de espionaje a los compadres soberanistas. Bien lo saben Junqueras y Aragonès. Y bien conocen que Sánchez ha tratado de camelarlos con todas sus habilidades de crupier. Lo hizo cuando pasó de victimario a víctima de las escuchas. Y ha vuelto a hacerlo ofreciendo un cordero pascual que aspira a sustraer la responsabilidad de la Moncloa en la vulnerabilidad de los móviles ministeriales. Toda la culpa es de… la funcionaria.
La operación debilita al Estado y aspira a reanimar la legislatura, pero la obscenidad que implica el caso Esteban ha estremecido a las baronías socialistas. García Page y Francisco Vázquez exponían este martes su desconcierto e incredulidad, aunque la repercusión inmediata de las añagazas sanchistas —el pacto con Bildu, el abrazo a Junqueras— concierne más que nadie a Juan Espadas, candidato a los comicios andaluces.
El pacto sin escrúpulos de Sánchez con el soberanismo repercute en la inercia del ciclo electoral. Más aún cuando se descubra que la propia cabeza de Paz Esteban, caza menor, no va a satisfacer ni la iracundia de Unidas Podemos, ni el chantaje sin fin de los soberanistas. Y que, en cambio, sí ha engendrado una guerra entre la ministra de Defensa y Félix Bolaños. Margarita Robles difícilmente puede ganarla. Su única protección consiste en que España es la anfitriona de la cumbre de la OTAN. Por eso hubiera sido más digno dimitir hoy. Sentenciada ya lo está.
Pedro Sánchez ha vuelto a indultar a Junqueras y a la camarilla soberanista. Pedían la cabeza de Paz Esteban. Y la cabeza de Esteban se les ha entregado. Hubieran preferido la caza mayor de la ministra Robles, pero el sacrificio de la directora del CNI reviste un valor extraordinario porque escarmienta quirúrgicamente a quien urdió la trama de espionaje.
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