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Rubén Amón

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Por qué el aborto ahoga al PP

Feijóo tiene delante de sí una mano perdedora: atacar la reforma de Irene Montero resulta tan contraproducente como apoyarla, pero su deber es atenerse a las evoluciones de la sociedad y huir del oscurantismo de Vox

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/David Fernández)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/David Fernández)
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Tiene sentido que las chicas de 16 y 17 años puedan abortar sin la intervención de los padres. Se trata de elevarlas a la categoría de personas responsables. Y de preservarlas de las injerencias religiosas, éticas o circunstanciales con que se las pretende 'inhabilitar' de una decisión que compromete directamente su vida. Por eso acierta la ministra Montero en el alcance de la reforma. Y por la misma razón, el PP se expone al escarmiento de la estrategia especulativa con que se ha desenvuelto en los últimos 12 años. Es el periodo que separa 2022 del día en que los populares recurrieron al Constitucional para sabotear la ley de plazos de Zapatero.

No se ha pronunciado todavía el TC al respecto. Sus señorías han crionizado el expediente, se han desentendido de sus obligaciones y han pospuesto la decisión, no tanto por obscena holgazanería como porque al PP laico y moderno —cohabita con el rancio y casposo— no le convenía cuestionar la normalidad desde la que la sociedad española observa la ley del aborto.

Foto: La ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Bien pudo Rajoy derogar la reforma de ZP cuando dispuso de la mayoría absoluta. Fue más sencillo abstraerse del debate y ejercer las presiones necesarias para que el Constitucional permaneciera en el limbo, de tal manera que la ley del aborto y sus avatares representan un episodio inequívoco de la transgresión a la separación de poderes. Y en todas las direcciones, pues la injerencia del marianismo equivale a la mansedumbre de los magistrados. Incluidos aquellos que Sánchez quiere sustituir ahora para que el TC reaccione con indulgencia a los bandazos anticonstitucionales que caracterizan el bonapartismo sanchista.

El problema lo tiene el PP, sobre todo porque la sensata reforma de Montero obliga a Feijóo a someterse a un ejercicio de equilibrismo. Por un lado, asumir el recurso al Constitucional y el fallo extemporáneo que pueda precipitarse. Por otro lado, la necesidad de mostrarse como un partido conservador… de vanguardia en los asuntos sociales. Y en último término, la difícil tensión a la que obliga la disputa del votante confesional. Vox no tiene reparo alguno en adherirse a la campaña religiosa y fanática con que el Tribunal Supremo estadounidense rectificó la legalidad del aborto. El propio Abascal organizó a las pocas horas del veredicto una manifestación 'por la vida'. Y se atribuyó la bandera del antiabortismo con una elocuencia que amenaza el temple flemático de Núñez Feijóo y su rebaño.

Foto: El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Xoán Rey)

El líder gallego es consciente de que le resulta tan perjudicial apoyar la reforma de Montero como atacarla. Y que tanto le provoca una fuga de votos la posición tolerante como la intolerante. Se explica así la consigna de pasividad y contemporización que Génova ha recomendado a sus espadachines. “No debemos caer en la trampa del PSOE”, se les solicita.

Evitar el debate resulta problemático porque el PP aloja entre sus filas a antiabortistas convencidos y porque la trampa en cuestión no la ha puesto delante el PSOE, sino que se la tendieron los populares a sí mismos hace 12 años. El transcurso del tiempo ha ido perjudicando la posición que entonces se adoptó con tanto entusiasmo y que ahora se presenta con todos los síntomas de una bomba de relojería. Y no hay escapatoria, pero sí existe una solución digna en defensa de la convivencia y de los avances sociales. Me refiero a transigir con la ley de ZP y el corolario de Montero. Y a marcar una línea rotunda y flagrante respecto al oscurantismo de Vox. Se trata de subordinar la estrategia al bien común. Y de asumir los errores del pasado en favor de un modelo aconfesional donde el único peligro que amenace a las chicas de 16 o de 17 años consista en la excomunión.

Tiene sentido que las chicas de 16 y 17 años puedan abortar sin la intervención de los padres. Se trata de elevarlas a la categoría de personas responsables. Y de preservarlas de las injerencias religiosas, éticas o circunstanciales con que se las pretende 'inhabilitar' de una decisión que compromete directamente su vida. Por eso acierta la ministra Montero en el alcance de la reforma. Y por la misma razón, el PP se expone al escarmiento de la estrategia especulativa con que se ha desenvuelto en los últimos 12 años. Es el periodo que separa 2022 del día en que los populares recurrieron al Constitucional para sabotear la ley de plazos de Zapatero.

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