Es noticia
Esconde la mano que viene la vieja
  1. España
  2. No es no
Rubén Amón

No es no

Por

Esconde la mano que viene la vieja

El número 72 de la calle Princesa alojó el siniestro caso de una marquesa de pasado heroico que amputó la mano y la lengua de su hija y que se convirtió en gran protagonista de los misterios y de los cotilleos

Foto: Margarita Ruiz de Lihory.
Margarita Ruiz de Lihory.
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Los vecinos de Argüelles y los foráneos han tenido la costumbre de identificar la calle Princesa 72 con una tienda de deportes. No ha desaparecido. Deportes Princesa se llama ahora, pero la conocíamos como Adidas 72. El número del portal le otorgaba una connotación olímpica accidental. Los Juegos de Múnich. Y evocaba la manera en que Adidas se fue convirtiendo en la referencia comercial y estética hegemónica.

No divaguemos. Porque no estamos aquí para hablar de tiendas entrañables ni de experiencias deportivas, sino de asuntos terroríficos. Dignos de aparecer en 'El Caso', como sucedió. Y acontecidos en Princesa 72. No en el portal donde se exponen las zapatillas, sino en el tercer piso. Que era donde residía Margarita Ruiz de Lihory (1893-1968), marquesa de Villasante y baronesa de Alcalalí y San Juan de Mosquera, aunque los rasgos aristocráticos no le redimieron de su reputación sórdida.

Foto: Jane Birkin posa en el photocall de Cannes. (EFE/Sebastien Nogier) Opinión

Se la proporcionó la situación de truculencia en que falleció su hija. Enfermiza de toda la vida. Y protagonista de una agonía que la marquesa “gestionó” entre la curandería y la magia negra. Vino a descubrirlo un hijo varón alertado por el servicio, de tal manera que las autoridades judiciales exhumaron el cadáver y descubrieron que la muchacha difunta carecía de una mano. Y de los ojos. Y de la lengua. Fue necesaria una orden de registro y un trabajo policial para encontrar el “género” en unos botes de cristal.

Y adquirió vuelo una coplilla que ha sobrevivido con los años en los Madriles. Sobre todo el pintoresco desenlace de la moraleja. “En la calle de la Princesa/ vive una vieja marquesa/ con su hija Margot/ a quien la mano cortó/ Moraleja, moraleja, esconde la mano que viene la vieja”.

placeholder Porta de 'El Caso' sobre el hallazgo del los restos de la hija de la marquesa.
Porta de 'El Caso' sobre el hallazgo del los restos de la hija de la marquesa.

Sucedieron los hechos en 1954. Y trascendieron con dificultades mediáticas. No ya por la censura franquista predominante, sino además porque la “marquesa sádica” —así la clasificaban los periódicos— tenía y mantenía una buena relación con el propio caudillo. Se atribuía haberle salvado la vida en un par de ocasiones, aunque las mayores proezas de Margarita Ruiz de Lahory sobrevinieron en la dictadura de Primo de Rivera. Se desempeñaba como espía. Se pluriempleaba como agente doble, especialmente en Marruecos, hasta el extremo de haberse convertido en amante de Abdel-el-Kim, dirigente carismático de la resistencia rifeña contra España.

Visitaría después México. Y se convertiría allí en representante de la causa feminista. Un viaje trasatlántico que luego la derivó a Boston y que le permitió exponer sus propias pinturas. Demasiado escandalosas, al parecer. Y motivo de una escapatoria a Canadá donde adquirió el apodo de Teodora Álvarez. Utilizaría muchos otros en los años sucesivos. Y abusaría de los títulos nobiliarios que realmente no le pertenecían, redundando así en una reputación de impostora que la prensa cultivaría con asombro.

Foto: Ensayo de "Nabucco" en el Teatro Real. (EFE/ Teatro Real/ Monika Rittershaus) Opinión

Y con restricciones, decíamos. A 'El Caso' se le prohibió publicar en su portada la imagen del frasco que contenía el miembro amputado. En su lugar, el ejemplar sensacionalista aireó un titular sin ilustraciones ni texto añadido que censuraba el hermetismo oficial: “El misterio de la mano cortada”. Y que convirtió la edición en un hito multitudinario.

Tuvo que pronunciarse la justicia. Lo hizo con extraordinario retraso, pues fue en 1961 cuando la Audiencia Provincial de Madrid dio por bueno el pacto de la acusada con la Fiscalía. Se descartaban el asesinato o el homicidio. Se convenía que la marquesa había incurrido en un delito de profanación del cadáver y de otro contra la salud pública. Seis meses de prisión y 5.000 pesetas resolvieron la fechoría, aunque Margarita Ruiz pidió amparo al Supremo, insistiendo en que la conservación de los órganos reflejaba un gesto de adoración y devoción a la difunta. Un argumento fetichista que dio vuelo al planteamiento más estrafalario de sus abogados: si Franco podía conservar la mano de Santa Teresa, ¿por qué Margarita no podía custodiar la de su propia hija? No se apiadó el Tribunal Supremo. La sentencia original era suficientemente benevolente y encubría muchos otros misterios que sacudieron el número 72 de la calle Princesa, aunque el mayor castigo que sufrió la “marquesa sádica” consistió en las maldiciones y el abandono. Murió sola y pobre en una casa de Albacete en cuyos sótanos algunos testigos aseguraban que se producían rituales satánicos y sacrificios de animales.

Los vecinos de Argüelles y los foráneos han tenido la costumbre de identificar la calle Princesa 72 con una tienda de deportes. No ha desaparecido. Deportes Princesa se llama ahora, pero la conocíamos como Adidas 72. El número del portal le otorgaba una connotación olímpica accidental. Los Juegos de Múnich. Y evocaba la manera en que Adidas se fue convirtiendo en la referencia comercial y estética hegemónica.

Delincuencia Audiencia Provincial de Madrid Sucesos Madrid