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La añeja librería Pérgamo evita su mutación en local de fast food gracias a la intervención de un filántropo mexicano y a la misión de su compatriota -y novelista- Jorge F. Hernández

Foto: Fachada de la librería Pérgamo en Madrid
Fachada de la librería Pérgamo en Madrid
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Fui testigo de la experiencia. Me refiero al momento en que un transeúnte veterano del barrio de Salamanca accedió a la librería Pérgamo y pidió un ejemplar de 'El extranjero' que estaba expuesto en el escaparate.

— “Hoy ha muerto mi madre, o quizá ayer”, le dijo el librero.

El transeúnte se quedó estupefacto. Dudaba entre darle el pésame o entregar el dinero, al menos hasta que el librero le aclaró que la novela de Camus comenzaba con la escena de un duelo: “Hoy ha muerto mi madre, quizá ayer”.

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Es un ejemplo elocuente de la “autoridad” del librero y de su erudición prescriptora. Jorge F. Hernández se llama, igual que el excelente novelista mexicano. Y se parece mucho en el bigote, en el acento, en la bonhomía. Y en un sobrepeso que sobrelleva con galanura de antiguo novillero.

Tanto se parecen que son… la misma persona. Porque Jorge F. Hernández regenta la “librería más antigua de Madrid” en la calle General Oraá 24. Y no solo la regenta, también se ha convertido en la solución providencial a la desaparición de la librería misma. Pérgamo iba a convertirse en una piezzeria. Y lo ha impedido un “cuate” de Jorge Hernández, un filántropo mexicano que prefiere conservar el anonimato y que se adhiere a las tertulias improvisadas del templo. Para hablar de Camus. O de Morante de la Puebla. O de Maria Callas. O de Irene Vallejo, cuyo bestseller planetario, 'El infinito en un junco', anima y reanima las ventas del negocio.

placeholder Jorge F. Hernández, el librero que regenta Pérgamo
Jorge F. Hernández, el librero que regenta Pérgamo

No es sencillo “competir” desde los presupuestos de una librería de barrio. Por eso tiene sentido acordarse de aquella comedia romántica que escribió Norah Ephron y cuya trama contraponía la resistencia de Meg Ryan en su librería-boutique al abuso de un gran centro comercial. 'Tienes un e-mail', se titulaba en español. La diferencia de la época en que se estrenó (1998) consiste en que ahora el rival de las pequeñas librerías —y de las más grandes— no es Tom Hanks, sino Jeff Bezzos, patrón extraterritorial de Amazon y referencia categórica de las ventas a domicilio.

La forma de reaccionar de Pérgamo no solo radica en el ambiente de una librería “parisina” que huele a madera de cerezo y que traslada la atmósfera de una tertulia decimonónica, sino en el fichaje de Pablo, un sociólogo de 25 años que aporta su conocimiento en las redes sociales y su identificación cultural con las nuevas generaciones de lectores. Pérgamo está preparando el catálogo de la venta “on-line”. Y aspira a rellenar sus anaqueles con libros en inglés y con una oferta específica de literatura para niños, curiosamente en la rebotica del local donde antaño se alojaban los títulos prohibidos.

Puede tratarse de una iniciativa quijotesca —nada que objetar—, pero el “local” en cuestión ya había sobrevivido a otros avatares crepusculares. Su fundador (1945) Raúl Serrano fue represaliado por sus conexiones con el republicanismo. Y las sucesoras de aquel estuvieron muy cerca de vendérselo en 2021 a un empresario de pizzerías.

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Intervino entonces la generosidad del mecenas mexicano. Y un acuerdo de arrendamiento que permitió reabrir la librería de General Oraá cuando la conversión en local de fast-food ya parecía irremediable.

Jorge F. Hernández se ha instalado en las cocinas. Es el “chef” de Pérgamo, la referencia carismática de una librería añeja cuyos anaqueles comercializan las novelas del escritor mexicano. Tan “madrileñas” como 'La emperatriz de Lavapiés' (Alfaguara). Y tan fascinantes, autobiográficas y cosmopolitas como pueda serlo 'Un bosque flotante' (Alfaguara).

Nunca se había desempeñado como librero, pero hacerlo es una manera de conocer la literatura desde una perspectiva insólita y orgánica. De escribir los libros todavía lo hace ha pasado a venderlos, emulando así el camino de perfección y de implicación que Giovanni Agnelli, el histórico patrón de Fiat, exigía a sus herederos. Cualquiera de los que aspirara a un puesto ejecutivo debía trabajar en la cadena de montaje y en los concesionarios.

Fui testigo de la experiencia. Me refiero al momento en que un transeúnte veterano del barrio de Salamanca accedió a la librería Pérgamo y pidió un ejemplar de 'El extranjero' que estaba expuesto en el escaparate.

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