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En la casa madrileña de Ava Gardner
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Rubén Amón

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En la casa madrileña de Ava Gardner

El centenario del nacimiento de la diva obliga a recordar que adquirió un dúplex en Doctor Arce, escenario de las fiestas y de la convivencia incendiaria con el general Perón

Foto: Ava Gardner en San Remo, Italia, en 1954. (Getty/Hulton Archive)
Ava Gardner en San Remo, Italia, en 1954. (Getty/Hulton Archive)
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El centenario del nacimiento de Ava Gardner fue un magnífico pretexto para conocer la residencia madrileña de la diva. No la primera, que se ubicó en el oasis yanqui de La Moraleja, sino el dúplex que adquirió la actriz en Doctor Arce con la intervención de Blas Piñar en cometidos de abogado.

Allí nos trasladamos a grabar La Cultureta (Ondacero). Y allí nos recibió José Ramón Iturriaga, propietario del apartamento, economista cualificado y anfitrión generoso de una velada que bien parecía una psicofonía.

Foto: Luis Miguel Dominguín y Ava Gardner, en una imagen de archivo.

Se trataba de evocar o invocar el espíritu de Ava. No solo con los micrófonos y con las ondas, sino también con el alcohol, el fetichismo, los memoriales y las películas. No porque sean explícitamente biográficas, sino porque trasladan matices de su personalidad. Por ejemplo, La noche de la iguana, un thriller psicológico de John Houston que expone a la Gardner en la madurez y que alude a la promiscuidad que bullía en la burbuja madrileña.

Era territorio de excepción la mansión de Doctor Arce. Gardner aprovechaba la vista gorda del franquismo para eludir los impuestos y para sustraerse a la mojigatería y la depresión oficiales en un contexto de libertinaje acordonado. Madrid alojaba a las estrellas de Hollywood porque se rodaban en la capital y en sus alrededores imponentes producciones, hasta el extremo de que Tyrone Power fue atendido en la Clínica Ruber con los hábitos del rey Salomón porque el infarto mortal le sorprendió currando.

Foto: Anna Netrebko en una foto de archivo en el Palacio del Kremlin en Moscú, en septiembre del año pasado. (EFE/Yuri Kochetkov) Opinión
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La escandalera del escalafón explica que el Ritz prohibiera la entrada a los actores americanos. Y no es sencillo diferenciar la verdad de la leyenda en la ejecutoria de Gardner, pero el veto corporativo del hotel parece fundamentarse en las excentricidades en que incurría del animal más bello del mundo. Se despechó Ava orinándose en la alfombra del Ritz. Y convirtió su domicilio en una fiesta permanente a la que acudían toreros, cómicos, flamencos, putas y artistas. Incluido Leonard Bernstein, cuyas manos versátiles tocaron las teclas del piano de cola y los muslos de los efebos. Ava se hacía traer bourbon de la base de Torrejón porque no se vendía en Madrid. Y se camelaba a los taxistas y a los novilleros —y a Luis Miguel—, aunque también presumía de haber eludido el acoso de Marlon Brando.

La jarana de Doctor Arce 11 colisionó con el sueño del general Perón, vecino de Gardner en el piso de abajo y víctima propiciatoria de las fiestas extemporáneas. Le gustaba a Ava insultarlo desde la balconada —“Perón, maricón”— y alteraba la paciencia del dictador. Franco le había ofrecido exilio. Y le había buscado refugio en la colonia de los privilegiados, aunque las atenciones comunes se resintieron de los problemas de convivencia.

Foto: La actriz Ava Gardner. (Movistar+)

Sobrevino entonces el divorcio de la condesa descalza con Madrid. No tanto por las quejas de Perón como porque Hacienda se propuso perseguirla y ajusticiarla. Se ocupó Fraga Iribarne en persona del expediente acaso. E intervino el abad del Valle de los Caídos, no está claro si para interceder por la diva o si para acostarse con ella. Ya lo dice el barón Scarpia en la gran ópera de Puccini: “Cuando veo a Tosca me olvido de Dios”.

Ava Gardner ignoraba quién era el Doctor Arce, igual que le sucede a los transeúntes y los turistas que transitan por la calle donde residía la diva. Por eso tiene todo el sentido que aprovechemos la conmemoración del centenario de su nacimiento en la excusa para dedicarle una calle en Madrid. Doctor Arce mismo.

El centenario del nacimiento de Ava Gardner fue un magnífico pretexto para conocer la residencia madrileña de la diva. No la primera, que se ubicó en el oasis yanqui de La Moraleja, sino el dúplex que adquirió la actriz en Doctor Arce con la intervención de Blas Piñar en cometidos de abogado.

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