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El populismo de Ayuso y la conspiración sanitaria
Es verdad que la presidenta madrileña se ha convertido en la diana desmesurada de la crisis sanitaria, pero la "desesperación de la izquierda" que denuncia el PP no puede ser un pretexto para eludir su responsabilidad
No es la comunidad de Madrid la única que aloja graves problemas en la gestión de la sanidad. Ni tampoco la que peor está, pero una y otra evidencia no contradicen que Díaz Ayuso pueda encubrir la negligencia de su política sanitaria con la excusa de la desesperación de la izquierda.
Y es verdad que la izquierda política, mediática y cultural ha encontrado el punto débil de la presidenta madrileña. Las portadas de los periódicos del lunes exhibían las multitudes de las Cibeles. Y atribuían a Ayuso el protagonismo de los eslóganes adversos, independientemente de que hubiera manifestantes menos específicos en las dedicatorias. Se trataba de protestar contra la precariedad sanitaria en líneas generales.
La particularidad la representa Díaz Ayuso. Y no solo por las deficiencias en la atención primaria, o por las listas de espera, o por las dudas que despierta la idoneidad del sistema público-privado, sino porque la emperatriz madrileña también interpreta la crisis con el mismo ventajismo y electoralismo en que incurren sus adversarios. Lo dijo el vicepresidente Ossorio con un sesgo demagógico escandaloso: la respuesta callejera es la cortina de humo con que una izquierda desesperada trata de sustraerse a la dispersión de delincuentes sexuales, al indulto de los malversadores y hasta a la construcción de túneles estrechos en Cantabria.
La amalgama demuestra la ausencia de argumentos defensivos elocuentes. Y es verdad que las manifestaciones contienen una voluntad política, pero semejante obviedad no puede utilizarse para eludir las negociaciones con la sociedad civil ni con los sanitarios que reclaman mejoras. Ayuso es la presidenta de todos los madrileños. De quienes la votan y de quienes la detestan. Y de los profesionales de la sanidad a quienes preocupa la falta de medios, la fuga de médicos, las limitaciones de la atención primaria.
Nada sería más peligroso para el porvenir de Ayuso que subestimar la legítima indignación e incertidumbre de los votantes
Es una obligación de Ayuso remediar la crisis en un plano distinto del que sugiera una gran conspiración de la izquierda. Otra cuestión es que la presidenta de la CAM aproveche la manifestación de la Cibeles para redundar en la estrategia de los grandes antagonismos.
Ayuso crece con el tamaño de los rivales. De hecho, el mayor error de Sánchez fue convertirla en su adversaria equivalente. Y en proporcionarle la facultad de transformarla en la expresión categórica del antisanchismo. Ha demostrado ISA grandes cualidades en el instinto de la política y en la estrategia del populismo. Sabe muy bien como simplificar los debates. O restringirlos a una suerte de cuestión personal. Con ella o contra ella.
Bien lo saben Pablo Casado y el alcalde Almeida. Cada uno a su manera, cada uno en su medida, han conocido las dificultades que implica enfrentarse al fenómeno Ayuso en su popularidad y buena estrella.
Más difícil va a resultarle a la presidenta refugiarse o esconderse en el combate de las abstracciones. Lo hace cuando se unge a sí misma como la cariátide de “la libertad”. E insiste en el mismo ardid cuando identifica las protestas como una mera movilización electoralista de “la izquierda”.
Por eso le conviene la significación de algunos rostros populares. Almodóvar convirtió la estatuilla de los Feroz en la excusa para atacar a la lideresa popular. Estando, como estaba, en Zaragoza, bien podría haber señalado las graves deficiencias del sistema sanitario aragonés, pero la diana de Ayuso resultaba más asequible y demagógica que el presidente Lambán.
Los Goya del sábado reanudaron la campaña e insistieron en el juego de los antagonismos. Ayuso se convierte con desmesura en la gran responsable de las deficiencias de la sanidad española, pero la hipérbole o la caricatura no puede servirle de pretexto para eludir el clamor de los sanitarios y de los ciudadanos que denuncian la degradación del sistema. Nada hay más sensible que la sanidad en la repercusión social de la política. Y nada sería más peligroso para el porvenir de Ayuso que subestimar la legítima indignación e incertidumbre de los votantes -y de los sanitarios- como si fueran marionetas interpretando los eslóganes izquierdistas.
No es la comunidad de Madrid la única que aloja graves problemas en la gestión de la sanidad. Ni tampoco la que peor está, pero una y otra evidencia no contradicen que Díaz Ayuso pueda encubrir la negligencia de su política sanitaria con la excusa de la desesperación de la izquierda.
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