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Por qué la moción la ha ganado… Feijóo
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Rubén Amón

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Por qué la moción la ha ganado… Feijóo

Escapista y ausente, el líder gallego acierta con el silencio y la distancia respecto a un dislate parlamentario que perjudica mucho a Vox y que encubre la mala salud de la coalición sanchista

Foto: Feijóo no ha acudido a ninguna de las dos jornadas de la moción de censura. (Europa Press/Diego Radamés)
Feijóo no ha acudido a ninguna de las dos jornadas de la moción de censura. (Europa Press/Diego Radamés)
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“Cuando llega la riada, el junco se inclina, pero no se rompe”. Tiene sentido acordarse de este aforismo siciliano para definir la habilidad adaptativa con que Núñez Feijóo ha resuelto el contratiempo de la moción de censura. Abascal se la había organizado a Sánchez, pero el objetivo de ambos —el de Sánchez, el de Abascal— consistía en malograr la credibilidad del líder gallego. Y exponerlo a los extremos de una decisión traumática: apoyar la astracanada de Vox o rechazarla en favor del presidente del Gobierno.

Le ha beneficiado a Feijóo carecer de acta de diputado y de asiento de invitado. Le ha convenido distanciarse del vodevil como si la moción de tortura le fuera extraña y ajena. Por esa razón, no podían herirle las agresiones verbales de Abascal ni de Sánchez en la colusión coreográfica que los identifica. Arreciaba la riada y el junco se inclinaba con flexibilidad.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a la segunda y última jornada del debate de la moción de censura en el Congreso. (EFE/J. J. Guillén)

Es la perspectiva que explica y justifica la posición de abstenerse. O de abstraerse. Se trataba de evaporarse, de observar la profanación parlamentaria desde posiciones periféricas y escépticas. Estuvo el martes en la embajada de Suecia. Y se marchó este miércoles a Bruselas.

La operación de escapismo neutralizaba cualquier efecto perjudicial de la pinza. Y no es que Abascal y Sánchez se necesiten como se necesitanen el juego perverso de la retroalimentación, sino que además procuran amenazar las expectativas electorales del líder popular. Pretenden saquearlo a babor y a estribor, despojarlo de credibilidad, moverlo el suelo.

Abascal insiste en colocar al presidente del PP la etiqueta de la derecha cobarde. Y caricaturizarlo en la pasividad o la indolencia

Sánchez lo hace forzando —mistificando— la relación orgánica de Feijóo con la ultraderecha. Abascal insiste en colocar al presidente del PP la etiqueta de la derecha cobarde. Y caricaturizarlo en la pasividad o la indolencia.

Es atractivo relacionar la estrategia contemplativa de Feijóo con los clichés del galleguismo. Ni sí ni no. Ni subiendo ni bajando. Podría atribuírsele incluso el hallazgo sociológico con que Aldo Moro definió la idiosincrasia italiana en su facultad adaptativa: entre el sí y el no existe el ni.

Ni ha respondido Feijóo a la farsa de estas sesiones parlamentarias. Y ha acertado plenamente con la iniciativa de la evasión y con el planteamiento de la fuga, por mucho que Sánchez y Abascal intentaran ajustarle los grilletes. Le disparaban con balas de fogueo. Y pretendían asfixiarlo con una cortina de humo, pero la ausencia física y verbal del reo malograba la conspiración. Ha decidido Feijóo alistarse unos días en la orden de san Bruno. Callarse. Silenciarse. Y observar en la distancia la operación autodestructiva de Abascal. No solo porque Vox haya acudido al socorro de Sánchez cuando más débil se encontraba el jefe del Gobierno, sino porque el sainete de la operación Tamames refleja la desesperación de la ultraderecha y redunda en la falta de idoneidad para significarse en la vida política adulta y responsable.

Foto: La portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra. (EFE/J. J. Guillén)

Ganar la moción como la ha ganado Sánchez en la desdicha de Tamames y en la ferocidad retórica de Abascal no puede considerarse una victoria. Los números identifican una ficticia cohesión. Encubren la relación problemática de Unidas Podemos. Y demuestran que la rotunda aversión a Vox no garantiza la cualificación ni el porvenir del proyecto político propio. Ni siquiera cuando Sánchez ha ungido a Yolanda Díaz como su delfina y cuando nos la ha presentado como pareja de baile electoral.

La moción la ha perdido Vox, en el gatillazo de Ramón y en el inventario de todos sus despropósitos. Y la ha ganado Feijóo, precisamente por haberse ausentado. O por haber llevado al extremo el principio marianista/taoísta de la pasividad creativa. No hacer nada era la mejor forma de hacer. Y de retratar a Sánchez y Abascal lanzando puñetazos al aire.

“Cuando llega la riada, el junco se inclina, pero no se rompe”. Tiene sentido acordarse de este aforismo siciliano para definir la habilidad adaptativa con que Núñez Feijóo ha resuelto el contratiempo de la moción de censura. Abascal se la había organizado a Sánchez, pero el objetivo de ambos —el de Sánchez, el de Abascal— consistía en malograr la credibilidad del líder gallego. Y exponerlo a los extremos de una decisión traumática: apoyar la astracanada de Vox o rechazarla en favor del presidente del Gobierno.

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