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La ducha escocesa de Feijóo y Sánchez
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Rubén Amón

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La ducha escocesa de Feijóo y Sánchez

Los rivales de las elecciones generales comparten la ambigüedad y el equilibrismo con que deben gestionar la relación con sus 'aliados', porque los necesitan, pero también les convienen relativamente débiles

Foto: Sánchez y Feijóo, en un cara a cara en el Senado. (EFE/Fernando Alvarado)
Sánchez y Feijóo, en un cara a cara en el Senado. (EFE/Fernando Alvarado)
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La resaca de la moción de censura expone la precariedad de las coaliciones implícitas o explícitas que Sánchez y Feijóo necesitan para coronarse en la Moncloa. Ninguno depende de sí mismo. Y a los dos competen las sesiones de ducha escocesa que calientan y enfrían a sus respectivos socios.

Llamémoslos falsos amigos. En sentido literal. Y en alusión a las expresiones semánticas que parecen una cosa, pero significan otra. Subire en italiano quiere decir… sufrir. Y vassoura en portugués se traduce como… escoba.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a la segunda y última jornada del debate de la moción de censura en el Congreso. (EFE/J. J. Guillén)

Feijóo y Sánchez están rodeados de falsos amigos y de enemigos auténticos. Por eso va a resultarles tan difícil modular y graduar la lealtad y la deslealtad de los compañeros de viaje en una hipotética investidura.

Feijóo necesita a Vox, igual que la renovación monclovense de Sánchez requiere el trampolín de Unidas Podemos. Y es verdad que el líder socialista ha naturalizado la inercia de la coalición, pero la crisis entre Yolanda Díaz e Iglesias sobrentiende una división cuyo impacto malogra muchos de los escaños que a Sánchez le hacen falta para seguir en la jefatura del Gobierno.

El patrón socialista necesita subordinar a sus aliados sin llegar a desnutrirlos. Le conviene la pujanza de Yolanda, pero no le interesa que se le descoyunte la plataforma desquiciada donde cohabitan los morados. El problema de jibarizar a Iglesias, como ha hecho Pedro Sánchez, consiste en haber provocado el resentimiento de Podemos, más aún después de robarle la tutela o la paternidad de Yolanda Díaz en una parodia de la guerra de Troya.

Foto: Pablo Iglesias, Irene Montero y Gloria Elizo. (EFE/Javier Lizón)

El desgaste del sanchismo contradice un gran resultado del PSOE. Y no porque vaya a producirse un trasvase masivo al PP, sino porque la desmovilización degenera en el abstencionismo. Se explicaría así la aparición providencial de Yolanda Díaz… si no fuera porque su candidatura ha resultado disruptiva en el clan de la izquierda y porque la diva tiene pendiente demostrar en las urnas su verdadera popularidad mediática.

Dosificar. He aquí el delicadísimo verbo que compete o compromete a Sánchez en el equilibrismo estratégico de los meses que se avecinan. Calentar y enfriar a la vez. Distanciarse y acercarse a sus socios.

Le sucede lo mismo a Núñez Feijóo en la coexistencia o cohabitación con la ultraderecha. No ya por el pecado original del pacto castellano-leonés, sino porque al líder gallego no le conviene un batacazo de Santiago Abascal, ni que su partido se desmaye en aquellas circunscripciones donde se dirime la tercera plaza y la correspondiente asignación de diputados. Las elecciones generales que se avecinan son tan importantes en las medallas de oro y de plata como en las de bronce. La clave puede decidirla el tercer clasificado.

"Dosificar. He aquí el delicadísimo verbo que compete o compromete a Sánchez en el equilibrismo estratégico de estos meses"

Y el PP necesita crecer hacia su izquierda y hacia su derecha en las ambiciones o expectativas de un resultado contundente. O sea, atraerse a los huérfanos del PSOE, repescar a los desamparados de Ciudadanos y demostrar a los voxistas que la única manera de evacuar a Sánchez consiste en conceder a Núñez Feijóo una mayoría contundente.

El problema consiste en modular las relaciones con Abascal. Ya se ha ocupado Díaz Ayuso de enfatizar la ruptura en el ámbito autonómico, aunque la vehemencia y sobreactuación con que lo hizo denotan más una estrategia electoral inmediata que un convencimiento. Ni siquiera le sirve a Feijóo el caso de Madrid —ni el antecedente de Moreno en Andalucía—, porque la gran diferencia de la política nacional radica en el factor nacionalista.

Pedro Sánchez disfruta para sí mismo del apoyo integral del independentismo. Un colchón de 30 diputados cuyas lealtades y chantajes permiten al líder socialista reanimar al monstruo de Frankenstein.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una imagen de archivo. (EFE/Ismael Herrero)

Feijóo necesita combatirlo con una paliza en las urnas y con un resultado suficiente de Vox. Suficiente quiere decir que Abascal resultaría imprescindible en la investidura, pero innecesario en el Gobierno. Nunca se plantearía Santi otro escenario distinto a la evacuación de Sánchez.

Es el contexto en que se explican las relaciones ambiguas del PP y la ultraderecha. Las dudas de procedimiento para afrontarlas (¿ignorar a Vox o combatirlo?). Y el desafío que supone para Núñez Feijóo definir los pactos que sobrevengan después de las autonómicas y municipales del 28-M.

¿Será capaz de renunciar a ciertos gobiernos con tal de preservar su reputación centrista? ¿O la recuperación del poder en algunas autonomías prevalecerá sobre la carrera de fondo que implican las generales?

"No le conviene a Feijóo disputarse la Moncloa después de haber firmado pactos de gobierno autonómicos"

No le conviene a Feijóo disputarse la Moncloa después de haber firmado pactos de gobierno autonómicos, pero tampoco le interesa que Vox se desfonde, porque la caída de la extrema derecha podría transformar el equilibrio parlamentario y la lógica de bloques a beneficio de Sánchez.

Cuestión de equilibrismo, de cirugía de precisión. Y de la delicadeza con que tienen que desenvolverse el presidente y el aspirante para aplicar a sus falsos amigos y a sus auténticos rivales la terapia del frío y del calor.

La resaca de la moción de censura expone la precariedad de las coaliciones implícitas o explícitas que Sánchez y Feijóo necesitan para coronarse en la Moncloa. Ninguno depende de sí mismo. Y a los dos competen las sesiones de ducha escocesa que calientan y enfrían a sus respectivos socios.

Pedro Sánchez Alberto Núñez Feijóo
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