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El frenesí y la testosterona de Sánchez
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Rubén Amón

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El frenesí y la testosterona de Sánchez

La urgencia de iniciativas políticas populistas y paternalistas se resiente de la propaganda y de la pasividad de la legislatura cuando no apremiaban las elecciones

Foto: Pedro Sánchez, en un acto en Sevilla. (EFE/Julio Muñoz)
Pedro Sánchez, en un acto en Sevilla. (EFE/Julio Muñoz)
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La recta final de la legislatura sanchista está resultando fascinante respecto a los hallazgos de la realidad española. Hemos descubierto, por ejemplo, que existe un problema de vivienda. Y hemos tenido noticia de que en España hace calor, hasta el extremo de sobrevenir el fenómeno de la sequía.

Es el estado de ingenuidad y de expectación que permite a Sánchez reaccionar con testosterona a las emergencias. Como si la crisis habitacional fuera una catástrofe natural. Y como si las altas temperaturas representaran una novedad de nuestro hábitat.

Foto: Pedro Sánchez, con simpatizantes en Puertollano. (EFE/Jesús Monroy)

Le urge a Sánchez demostrarse más necesario que nunca. Ponerse el disfraz de bombero. O el uniforme de niño de San Ildefonso, precisamente para convertir el dinero de Bruselas en combustible electoral. Se le cae la pedrea de las manos. Y necesita esparcirla para asegurarse la Moncloa. Que es la vivienda que más interesa de todas al presidente del Gobierno.

La estrategia de Sánchez consiste en promover un frenesí de medidas que juegan a confundir la acción con el resultado. Es sencillo amontonarlas y prometerlas, porque la inminencia de las eleccioneslas del 28-M, las de diciembre— relativiza los plazos de cumplimiento. No es que los agricultores, por ejemplo, necesiten a Sánchez. Es Sánchez quien necesita a los agricultores. Y quien ha convertido las medidas antisequía en un pretexto para repartir 2.100 millones de euros entre los currantes del campo.

La acción no es el resultado, pero Sánchez se esmera en mistificarlos. Y en demostrar a la opinión pública que el Gobierno dispone de recursos económicos y políticos ilimitados para reconducir la crisis, insistiendo además en que la llegada de Feijóo malograría el ciclo virtuoso.

Las ideas que Sánchez ha promovido en las últimas semanas delatan la pasividad de los años anteriores en asuntos nucleares como la vivienda

Se le notan demasiado las costuras al artefacto propagandístico de Sánchez. Empezando por la perversión que supone anunciar las iniciativas gubernamentales en los mítines del PSOE, como hizo este domingo y como hará el siguiente. Se trata de relacionar el mérito con el partido. Y de ningunear a los aliados del Gobierno, cuyas enormes tragaderas demuestran el riesgo menguante y hasta inofensivo de una verdadera ruptura.

Action man Sánchez fertiliza la campaña desde una insólita hiperactividad. Y encadena propuestas de sesgo populista que redundan en la captura de categorías electorales. Bien se ha trabajado a los pensionistas y a los funcionarios. Igual que ahora corteja a los jóvenes ayuda a la vivienda, Interrail— y busca la adhesión desesperada de los agricultores.

El problema de semejante agitación consiste en el contraste que se deriva de la indolencia precedente. Todas las ideas que Sánchez ha improvisado o promovido en las últimas semanas no solo identifican el nerviosismo electoral, sino delatan la pasividad de los años anteriores en asuntos nucleares como la vivienda, la sanidad y la política del agua.

A Sánchez lo delatan la prisa y el frenesí, pero dispone de la agenda, del timón y del dinero

Solo le ha faltado prometer que llovería. Y atribuirse un providencialismo ultraterreno cuya credibilidad se resiente de la demagogia y de la desmesura propagandística. A Sánchez lo delatan la prisa y el frenesí, pero dispone de la agenda, del timón y del dinero. Razones todas ellas que enfatiza el optimismo del PSOE, no necesariamente en los términos hiperbólicos de Tezanos, pero sí con motivos para reclamar al PP un trabajo de oposición más audaz y eficaz que limitarse a denunciar el sanchismo.

Un reciente ensayo de Jean Philippe Postel sobre El matrimonio Arnolfini (Acantilado) permite evocar un pasaje de Ovidio que se encuentra inscrito entre los misterios del cuadro de Van Eyck y que parece concebido a medida de la bulimia política de Pedro Sánchez: "¿Qué sacrificio hay en tus promesas? En promesas, cualquiera puede ser rico".

La recta final de la legislatura sanchista está resultando fascinante respecto a los hallazgos de la realidad española. Hemos descubierto, por ejemplo, que existe un problema de vivienda. Y hemos tenido noticia de que en España hace calor, hasta el extremo de sobrevenir el fenómeno de la sequía.

Pedro Sánchez
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