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¿Sobrevivirá el PSOE a su nefasto líder?
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Rubén Amón

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¿Sobrevivirá el PSOE a su nefasto líder?

El problema no son tanto las elecciones del 23-J como el alcance del proceso degenerativo del Partido Socialista, víctima del personalismo de Sánchez y del exterminio del sector crítico

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña de las elecciones del 28-M. (EFE/Enric Fontcuberta)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña de las elecciones del 28-M. (EFE/Enric Fontcuberta)
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Pablo Iglesias Posse fundó el PSOE, Pablo Iglesias Turrión pretendió destruirlo y acaso Pedro Sánchez está capacitado para disolverlo, especialmente si la identificación orgánica del presidente y el partido convierten el 23 de julio en una ceremonia de inmolación.

Podrá objetarse que una formación meta-centenaria (1879) no puede sucumbir a la negligencia coyuntural de un líder, pero la devastación del sanchismo se añade a la inquietante estadística de los socialismos extintos en Europa. Empezando por el francés y por el italiano, cuya antigua tradición en la política nacional y continental no los redimió del vacío.

La concentración de poder de Sánchez y la patada hacia adelante de los comicios estivales cierran en falso el debate embarazoso de la crisis

Y vaciar es lo que ha hecho Pedro Sánchez en la sede de Ferraz. El autoritarismo y el narcisismo han despojado al PSOE de toda capacidad política e ideológica. Ha degenerado el partido en un recurso instrumental con que Sánchez acosa la pluralidad y neutraliza los debates incómodos.

Lo demuestran la omertà y la extorsión que han sobrevenido después de la catástrofe del 28-M. La concentración de poder de Sánchez —presidente del Gobierno, líder del partido— y la patada hacia adelante de los comicios estivales cierran en falso el debate embarazoso de la crisis.

Sánchez lo ha subordinado a la urgencia de la campaña nacional. Se trata de procrastinar la responsabilidad y de convertir las trincheras electorales en el burladero de su fracaso. No puede haber debate político ni cuestionamiento sucesorio porque Sánchez ha improvisado el señuelo de una emergencia superior: la guerra a Franco y a Trump. Qué importancia, entonces, puede adquirir la resaca de unas elecciones locales cuando a España la amenaza el apocalipsis. Y cuando Sánchez se ofrece como redentor, encubriendo en la batalla final el desastre de los comicios dominicales.

Foto: Pedro Sánchez, en su llegada al Congreso, el pasado miércoles. (EFE/Mariscal) Opinión

La perspectiva hiperbólica ha forzado una contorsión ideológica que podemiza el PSOE y que apela a la lealtad y a la sensibilidad de la aguerrida militancia. Sánchez recupera su disfraz radical en el cráter de Unidas Podemos, pero es muy probable que la enésima maniobra oportunista beneficie los intereses de Núñez Feijóo, precisamente porque el timonel de la Moncloa le despeja el centro y la sensibilidad del votante moderado.

Sánchez desquicia la sede de Ferraz con sus volantazos. Ha desnutrido el partido en el espacio de las ideas, de los principios y de los organismos de contraste. Partido Sanchista Obrero Español, podría denominarse el PSOE de tanto haberlo vampirizado y utilizado su autoritario presidente.

Es interesante la imagen o la metáfora con que Ignacio Varela define el desguace del partido. Lo compara con una pieza de taxidermia. Vemos al animal. Identificamos sus rasgos, pero la criatura está hueca.

Foto: Varios veraneantes en una playa de Málaga. (EFE/Jorge Zapata)

¿Puede reanimarse un toro disecado? La cuestión refleja la angustia existencial del PSOE después de haberse expuesto a la radiación del sanchismo. La forma abrupta de llegar equivale a la devastación con que puede marcharse. El problema del 23-J no estriba únicamente en perder las elecciones, sino en matizar la dimensión de la derrota. Cuántos diputados conservaría el PSOE. Y qué tipo de oposición se podría orquestar, aunque la verdadera dimensión de la catástrofe concierne a la hipoteca de los herederos. Y al proceso expiación que implica el postsanchismo.

La mayor ventaja del PSOE en su camino de supervivencia consiste en la ausencia de alternativas en la izquierda, hasta el extremo de que las formaciones gregarias (Unidas Podemos) y las personalidades mesiánicas —Yolanda Díaz— se encuentran en una situación todavía más precaria de cuanto traslada el cuadro clínico del PSOE después del 28-M.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Sergio Pérez)

Han perdido los socialistas el poder municipal y el autonómico. Y, tal como sostiene el colega Rafa Latorre, se ha precipitado un ERE que deja sin oficio a miles de cargos locales y que jubila la clase senatorial de los barones territoriales, opacados unos y otros por la aversión al antisanchismo.

"Los socialistas no mueren, se siembran", sostenía Pablo Iglesias en el frontispicio del partido. Y puede que fuera acertada y conveniente la metáfora de la fertilidad, pero Sánchez la ha malogrado meando napalm.

Pablo Iglesias Posse fundó el PSOE, Pablo Iglesias Turrión pretendió destruirlo y acaso Pedro Sánchez está capacitado para disolverlo, especialmente si la identificación orgánica del presidente y el partido convierten el 23 de julio en una ceremonia de inmolación.

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