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Don Tancredo Feijóo: la pasividad es la victoria
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Rubén Amón

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Don Tancredo Feijóo: la pasividad es la victoria

La vehemencia desordenada de Sánchez y la necesidad de un golpe de efecto se malogran en la campaña conservadora del aspirante gallego, cuya mayor fuerza es la inercia del cambio de ciclo

Foto: El líder del PP, Núñez Feijóo. (Reuters/Susana Vera)
El líder del PP, Núñez Feijóo. (Reuters/Susana Vera)
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La desesperación de Sánchez camino del 23-J ha precipitado una campaña de ocurrencias y de iniciativas que benefician la parsimonia de Núñez Feijóo. Le convienen al candidato popular los volantazos del presidente del Gobierno. Y la vehemencia de un giro hacia la izquierda de la izquierda que le despeja el centro. No ya para atraerse todo el voto huérfano de Ciudadanos, como sucedió el 28-M, sino porque Feijóo estima que un 10% del sufragio socialista puede derivarse hacia su recaudación.

La agresividad del PSOE invocando el trumpismo y aludiendo al tsunami reaccionario se malogra en las actitudes contemplativas de Feijóo. Es verdad que los rapsodas más justicieros de la derechona reprochan al presidente del PP un exceso de prudencia, pero la adhesión al marianismo contemplativo puede resultarle ahora tan determinante como inteligente.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (c), junto al vicesecretario de Organización, Miguel Tellado (d). (EFE/Juan Carlos Caval)

Se trata de eludir errores, de permitir a Sánchez consumirse en su propia angustia. La astracanada de retar a Feijóo en seis debates televisivos no revestía otro objetivo que incrementar la oportunidad de los deslices. Más o menos como si la presión de Sánchez evocara el interrogatorio de Tom Cruise a Jack Nicholson en Algunos hombres buenos: "Sí, ordené un código rojo", tendría que confesar Feijóo para sabotear sus opciones.

Entiende Sánchez que un gravísimo error mayúsculo en un debate de máxima audiencia puede determinar el vuelco, pero también subestima la cualificación del adversario y la equidad de las reglas. Ha abusado de ellas en los debates senatoriales a medida. Y no podrá instrumentalizarlas en un duelo catódico que refleja en sí mismo la notoriedad del antagonista. Puede resultarle muy peligroso a Sánchez forzar la propuesta de él o yo.

Foto: Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez. (EFE/Salvador Sas) Opinión

La inercia victoriosa del 28-M implica o sobrentiende que la mejor estrategia del líder gallego acaso consiste en ponerle un espejo a Pedro Sánchez. Es el patrón socialista quien hace la campaña contra sí mismo. Quien ha perdido la distancia con la realidad en sus concepciones apocalípticas. Quien se ha terminado creyendo la demoscopia eufórica de Tezanos. Y quien se encuentra urgido a encontrar un golpe de efecto cada vez menos verosímil.

La iniciativa de un proceso electoral convocado en periodo estival obedecía a la expectativa de una anomalía. Sánchez rebusca un escenario no convencional. Un terreno de juego expuesto a incertidumbre, como hacía Javier Clemente cuando regaba el césped, achicaba el campo —literalmente— y dejaba crecer la hierba como remedio a la lucidez de los equipos jugones.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Andreu Dalmau)

Necesita Sánchez una sorpresa inopinada. Un jumping the shark al estilo de las series americanas de los años ochenta: cuando la narrativa languidecía o perdía interés, los guionistas introducían la sorpresa de un tiburón al acecho. Es un préstamo del teatro griego, cuyas tramas más complejas o más elementales alojaban la convención de un desenlace inesperado: deus ex machina, un latigazo providencial que descomponía el final de la obra a expensas de la arbitrariedad del destino.

Se le agota a Pedro Sánchez el tiempo, como benefician a su adversario conservador los términos del calendario electoral. La precipitación en la fecha de las elecciones le permite sustraerse a los acuerdos orgánicos o estructurales con Vox. Núñez Feijóo debería evitarlos en nombre de la responsabilidad y de la decencia, pero la emergencia del 23-J le permite relamerse en la pasividad, en la especulación y en el tacticismo.

Foto: El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, junto a parte de la ejecutiva socialista, durante su último Comité Federal. (EFE/Sergio Pérez)

El aspirante a la Moncloa es el junco que se pliega en la riada y el toro de Guisando en su inmovilismo, aunque la referencia taurina que mejor refleja el linaje marianista consiste en don Tancredo López. Así se llamaba el maestro valenciano cuya fabulosa popularidad a caballo del siglo XIX y el XX provino de su faena al toro Espantavivos. Se quedaba quieto como una estatua. Y se producía un insólito fenómeno de ensimismamiento y seducción: la reses se resistían a embestir al extraño homínido. Y don Tancredo paseaba su reputación de "sugestionador" —así aparecía en los carteles— y prodigaba encima de un taburete las artes taumatúrgicas, muchas veces encalándose la cara y la indumentaria, hasta asemejarse a la escultura de un sepulcro.

El dontancredismo puede degenerar en indolencia y puede anestesiar al votante indeciso, pero también resulta descriptivo del principio de la creatividad pasiva. Bien puede Feijóo tatuarse en el antebrazo el ideograma chino del wu wei, principio de no actuación, o de acción decreciente, o de voluntad menguante, retórica y práctica de la vida contemplativa que inquieta a la hinchada socialista, que desespera al ala ultramontana del PP y que el aspirante a la Moncloa opone a la hiperactividad desesperada de Sánchez.

La desesperación de Sánchez camino del 23-J ha precipitado una campaña de ocurrencias y de iniciativas que benefician la parsimonia de Núñez Feijóo. Le convienen al candidato popular los volantazos del presidente del Gobierno. Y la vehemencia de un giro hacia la izquierda de la izquierda que le despeja el centro. No ya para atraerse todo el voto huérfano de Ciudadanos, como sucedió el 28-M, sino porque Feijóo estima que un 10% del sufragio socialista puede derivarse hacia su recaudación.

Alberto Núñez Feijóo
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