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Rubén Amón

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Madrid tuvo un alcalde torero

La controversia de la Generalitat es una buena excusa para evocar la personalidad, la valentía y el compromiso político de Melchor Rodríguez, cuyos vaivenes taurinos, anarquistas y sindicalistas no fueron un obstáculo para llevar en su mano el cetro

Foto: Fachada de la plaza de toros de Las Ventas de Madrid. (Europa Press/Carlos Luján)
Fachada de la plaza de toros de Las Ventas de Madrid. (Europa Press/Carlos Luján)
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Ahora que la izquierda política-mediática se escandaliza porque un matador de toros se convierta en vicepresidente de la Generalitat, tiene sentido evocar la figura libertaria de Melchor Rodríguez, alcalde de Madrid en un periodo tan breve como convulso (1939) y… torero de suerte desigual.

Puede identificarse su ejecutoria taurina —y biográfica— en el tomo tercero del Cossío. Y en la página 810, donde tanto se evoca el lugar de nacimiento (Sevilla, 1893) como sus peripecias profesionales, incluidos el pluriempleo como monaguillo del Hospicio hispalense, calderero, carrocero… y torero.

Se presentó como novillero en 1915. Y le fueron bien las cosas en Sanlúcar de Barrameda, pero los vaivenes y las cornadas desanimaron su porvenir. Sobre todo después de la espeluznante cogida que sufrió en Madrid la tarde de su presentación (1918) en el extinto coso de Tetuán de las Victorias.

Foto: Melchor Rodriguez junto a dos oficiales republicanos durante la Guerra Civil. (EFE)

Hubo otras más —de Sevilla a Algeciras— que agotaron el valor del novillero. Y que predispusieron su interés hacia la política. Sindicalista y anarquista se definía Melchor Rodríguez, aunque también se avino a ejercer responsabilidades institucionales. Llegó a tiempo de convertirse en alcalde, pero su reputación como el “ángel rojo” proviene de las labores humanitarias como delegado de prisiones. Salvó muchas vidas en los estertores de la Guerra Civil, se interpuso en otras tantas ejecuciones. Y tuvo a su disposición la oportunidad de incorporarse a la nomenclatura del franquismo, pero declinó las propuestas en beneficio de una actividad sindical clandestina que el régimen observó desde el rigor… y la indulgencia.

La personalidad y el valor de Melchor Rodríguez prevalecieron sobre el frentismo, hasta el extremo de que la condena a perpetua que sobrevino en los juicios sumarísimos del 1939 se fue “disolviendo”, primero con un castigo de 20 años y después con la mediación de un “indulto” en el que intervino el general Agustín Muñoz Grandes. El alegato del oficial franquista recordó el denuedo con que El ángel rojo se había involucrado en la salvación de españoles implicados en los dos bandos. Incluidas personalidades de la reputación del portero Ricardo Zamora y del periodista Bobby Deglané.

El comunismo oficial del exilio lo consideraba un colaboracionista, pero Melchor Rodríguez nunca se avino a las dádivas de Franco. Terminó en las paredes de prisión hasta en una treintena de ocasiones, no ya por adherirse al movimiento del anarcosindicalismo, sino porque beligeraba en la defensa de los derechos de los presos condenados durante el franquismo.

Se había involucrado en la salvación de españoles implicados en los dos bandos (...) Sostenía que se puede morir por las ideas pero no matar por ellas

Se había convertido Melchor Rodríguez en una incomodidad obstinada y tolerada. Y en un personaje de la bohemia que tanto escribía letras para cuplés y pasodobles como frecuentaba con donosura la plaza de Las Ventas.

Hubiera sido un buen apodo taurino el de El ángel rojo. Sostenía el joven maestro que se puede morir por las ideas pero no matar por ellas. Y cerca estuvo de perder la vida en las plazas de toros y fuera de los ruedos. Presumía de sus cicatrices. Y más lo hubiera hecho de haber sabido que se le concedieron funerales de Estado cuando murió en 1972.

Era la manera de reconocer la categoría humana y humanitaria del último alcalde republicano de la villa y corte. Y de justificar la Medalla de honor a título póstumo que le concedió en Ayuntamiento de Madrid el pasado mes de enero a iniciativa de Ciudadanos. Se está “revisando” el pasado de Melchor Rodríguez en un merecido proceso de canonización. Y va a resultar imposible extirpar del relato el orgullo y el entusiasmo con que el ángel de fuego presumía de haberse vestido… de luces.

Ahora que la izquierda política-mediática se escandaliza porque un matador de toros se convierta en vicepresidente de la Generalitat, tiene sentido evocar la figura libertaria de Melchor Rodríguez, alcalde de Madrid en un periodo tan breve como convulso (1939) y… torero de suerte desigual.

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