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La amnesia de Aznar y la mordaza de Sánchez
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Rubén Amón

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La amnesia de Aznar y la mordaza de Sánchez

Hace bien el expresidente en llamar a la movilización y hace mal el Gobierno en calificarlo de golpista e intentar callarle la boca, pero el exlíder del PP debería recordar su contribución a la dieta soberanista

Foto: El expresidente del Gobierno José María Aznar. (EFE/Daniel Pérez)
El expresidente del Gobierno José María Aznar. (EFE/Daniel Pérez)
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Le ha convenido a Pedro Sánchez la irrupción de José María Aznar como jinete del apocalipsis. El expresidente popular es la bestia negra que mejor identifica la aversión de la grey socialista. Y el corolario perfecto al desfile de los dinosaurios. Después de haber enseñado sus fauces González y Guerra, Aznar sería el megalodón. Y el recurso político que Sánchez puede manipular para demostrar la escandalosa conspiración del antiguo régimen.

La estrategia de aprensión socialista ha tenido que forzarse bastante, sobre todo cuando se le han atribuido a Aznar intenciones golpistas. Se ha llegado a entrecomillar en su boca el latigazo de la “rebelión nacional”, cuando no llegó a pronunciarlo en su discurso justiciero del martes.

Foto: El expresidente del Gobierno José María Aznar. (EFE/Raúl Caro)

Fue delirante la reacción de la portavoz Isabel Rodríguez. Y la naturalidad con que se ha descrito la imagen hiperbólica de un Aznar sedicioso, precisamente cuando la verdadera rebelión la ha organizado el delincuente que el Gobierno ha escogido como artífice de la legislatura.

Lo que sí ha hecho Aznar es frivolizar con la referencia emocional del “Basta ya”. Y degradarla al oportunismo del discurso de la amnistía. La amalgama es torpe y sensacionalista, sobre todo porque convoca un estado de consternación cuya naturaleza política y social difiere de la relación sadomasoquista de Pedro Sánchez y la opinión pública.

Foto: El expresidente del Gobierno José María Aznar interviene este martes en la inauguración del Campus FAES 2023 en Madrid. (EFE/Daniel González)

Aznar ha creído conveniente debilitar el liderazgo de Feijóo e intervenir en defensa de las reglas constitucionales, pero la intervención en la tribuna de FAES se resiente de sus problemas con la amnesia. Y de todas las contribuciones que él mismo hizo a la erección del monstruo soberanista.

No se explica la ferocidad del independentismo sin la dieta proteica que le han ido administrando los diferentes anfitriones de la Moncloa. Rodríguez Zapatero es un caso elocuente al respecto, pero también Aznar hizo concesiones indecorosas a la causa separatista. Lo demuestran los pactos del Majestic respecto a las transferencias de competencias y de privilegios territoriales (financiación, régimen fiscal, Tráfico). O la impostura con que Aznar hablaba catalán en la intimidad. Y la euforia con que Jordi Pujol fue proclamado ciudadano español del año, mientras el PP fortalecía la criatura nacionalista —PNV incluido— con hormonas de crecimiento.

Foto: El 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès, conversa con el secretario general de Junts, Jordi Turull (c), durante un acto político de la Diada. (EFE/Enric Fontcuberta)

No se puede hacer una foto fija del soberanismo según le convenga al protagonista. Más sentido tendría plantear un plano-secuencia cuyos pormenores permitieran identificar a los actores políticos que han amamantado el nacionalismo —el vasco, el catalán— por razones de estricta aritmética parlamentaria. González fue el primero, pero la responsabilidad compromete también a los presidentes populares que se instalaron en la Moncloa y que condescendieron al chantaje de los partidos indepes.

Aznar no es responsable de las atrocidades que ha cometido Sánchez en los brochazos del manual de resistencia —indultos, Bildu, reforma del Código Penal, ¿amnistía?—. Sí es responsable de la ceguera con que contribuyó a formalizar el patrón político que ha consolidado las relaciones perversas de las minorías nacionalistas y los dos grandes partidos nacionales.

Foto:  El presidente del Gobierno en funciones y líder socialista, Pedro Sánchez. (EFE/Juan Carlos Hidalgo) Opinión
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Movilización. Razones hay para la agitación democrática de la sociedad civil, igual que se amontonan los motivos para reaccionar al salto cualitativo que implica convertir el Estado en culpable y al criminal en inocente.

El problema es que las urnas han hablado antes de perpetrarse la atrocidad. Y que resulta escasamente emocionante secundar una pancarta que promueve Aznar y que expone el problema de la representación o de la representatividad, más todavía sopesando los antecedentes de Colón y valorando el oportunismo con que Vox suplanta la titularidad de la calle.

Foto: Calendario de investidura septiembre 2023: estas son todas las fechas claves para la formación de Gobierno (EFE/Mariscal)

No hay el menor atisbo de golpismo en el discurso de Aznar. La exageración del Gobierno respecto al alzamiento aloja una frivolidad de sesgo trumpista que relativiza la gravedad de una rebelión o de una asonada, más todavía cuando el líder político que más cerca está de representarlas, Carles Puigdemont, es a quien Sánchez ha entregado las llaves del tesoro.

Le ha convenido a Pedro Sánchez la irrupción de José María Aznar como jinete del apocalipsis. El expresidente popular es la bestia negra que mejor identifica la aversión de la grey socialista. Y el corolario perfecto al desfile de los dinosaurios. Después de haber enseñado sus fauces González y Guerra, Aznar sería el megalodón. Y el recurso político que Sánchez puede manipular para demostrar la escandalosa conspiración del antiguo régimen.

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