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¿Qué es la sanchosfera?
El presidente del Gobierno ha creado un territorio de inmunidad e impunidad donde se concentran la devoción, el clientelismo y el fanatismo, como respuesta antagonista a la fachosfera
Las anomalías y excentricidades que se amontonan en la política española requieren un nuevo lenguaje más dotado y sensible para escrutarla. Ha sido necesario tomar prestado de Francia el concepto de la fachosfera. Y creo que es mérito de Rafa Latorre la creación del neologismo de la sanchosfera en la lógica de un antagonismo semántico y perfecto.
Sabemos que la fachosfera es el eje del mal, el espacio abstracto y abyecto donde el oficialismo localiza cualquier movimiento opositor a la doctrina mercurial del boss. Fachosféricos son los medios hostiles a la Moncloa y los jueces, igual que los empresarios, Felipe González, la grey folclórica de Vox, el PP en su integridad, Page, Savater, Motos y hasta el comisario Reynders.
La fachosfera cambia de aspecto y de forma a medida que Sánchez introduce sus emergencias y necesidades. Era correcto oponerse a la amnistía, por ejemplo, hasta que se impuso, del verbo imponer, la doctrina contraria. Que se lo digan a Salvador Illa. Nadie más que él se opuso a la amnistía. Y nadie como él patrocina ahora su beneficio e idoneidad.
¿Qué es entonces la sanchosfera? La sanchosfera es el eje del bien, el lado fértil y embriagador del muro. La sanchosfera es el régimen de mansedumbre y de sumisión donde prevalece la devoción a Sánchez por encima de cualquier principio político y decencia ética. La sanchosfera es el sistema del miedo, de la sugestión y de las represalias que ejerce el presidente del Gobierno desde la concentración de poder. La sanchosfera es el medio y el lugar que neutraliza la discrepancia y el disenso, independientemente del metabolismo cambiante del patrón. La sanchosfera es la tierra incontaminada, el paraíso encontrado, la Sangri-La donde florecen las rosas sin espinas y los rapsodas sin vergüenza. La sanchosfera es el régimen clientelar, la oficina de colocación de la prensa afecta, el solaz del tertuliano agradecido y del colega justiciero. La sanchosfera es la adhesión fanática al líder máximo, la idolatría incondicional al gurú.
Y no es sencilla la disciplina de contorsionismo y de plasticidad que requieren los volantazos del maestro. Se aplaude a Sánchez cuando reniega de los indultos y cuando los aprueba, cuando abjura de la amnistía y cuando la bendice, cuando promete arrestar a Puigdemont y cuando lo canoniza, cuando recibe el Aquarius en la escalerilla y cuando lo hunde.
Exige un ejercicio virtuosístico de tragaderas y de amnesia la sanchosfera, aunque no escasean las fórmulas de cohesión que fortalecen el vínculo del capo y los prosélitos. Ondea la bandera socialista en la Moncloa. Y sobreviene un argumento de emergencia nacional, de coyuntura extrema, extremista, para justificar los bandazos y la degradación: lo otro.
Y lo otro es la fachosfera, el peligro de poner España en manos del oscurantismo y de la ultraderecha. Cualquier decisión, cualquier pacto puede justificarse si la profanación o la abyección perpetradas garantizan el porvenir de la mayoría progresista, aunque nada tienen de progresista la agresión a la separación de poderes, la degradación institucional, el cesarismo, la censura o la desigualdad entre territorios y ciudadanos.
El último ejemplo es la vergüenza de la amnistía. Una ley concebida al dictado de los propios delincuentes. Un procedimiento que premia la violencia implícita y explícita. Una fórmula de chantaje cuya aplicación desenmascara la dependencia y sumisión de Sánchez a un partido supremacista, xenófobo, ultraderechista y eurófobo.
Así es que la sanchosfera blanquea cualquiera de las atrocidades y desplaza el foco de interés y de atención a la fachosfera
La extorsión llega tan lejos que Sánchez ha decidido ganarse la adhesión de Puigdemont no ya intimidando la jurisdicción de los magistrados —"garantizo que el independentismo no es terrorismo"— sino explorando la reforma del Código Penal —sucedió con la malversación—, de tal manera que los jueces no tengan otro remedio que atenerse a los límites de la nueva legislación. El delito deja de serlo porque se modifica la figura penal.
Así es que la sanchosfera blanquea cualquiera de las atrocidades y desplaza el foco de interés y de atención a la fachosfera. Para eso la han creado y estimulado los sanchosféricos. La tapadera y el pretexto. El lado oscuro y el abismo que permite a Sánchez haber amañado un espacio de inmunidad y de impunidad que glorifican con tanto fervor sus costaleros.
Las anomalías y excentricidades que se amontonan en la política española requieren un nuevo lenguaje más dotado y sensible para escrutarla. Ha sido necesario tomar prestado de Francia el concepto de la fachosfera. Y creo que es mérito de Rafa Latorre la creación del neologismo de la sanchosfera en la lógica de un antagonismo semántico y perfecto.