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El sistema se defiende del 'amnistiazo'
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Rubén Amón

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El sistema se defiende del 'amnistiazo'

La aberración a medida de la amnistía y los volantazos cesaristas se han encontrado con la tonicidad del Estado de derecho y con la salvaguarda comunitaria, pero también con un balón de oxígeno del PP

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Daniel González)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Daniel González)
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No iba a resistirse Pedro Sánchez a la oportunidad de concederse un homenaje de la progresía cultureta en los Goya. Y razones había para aludir a la vergüenza de la amnistía en los discursos, pero la izquierda cinematográfica elude la hostilidad política cuando no gobierna el PP.

Hubiera procedido al menos conceder a nuestro guapísimo presidente el Goya al mejor guion adaptado, precisamente por la flexibilidad de un programa y de un proyecto que se mimetizan con las emergencias personales. Ya sabemos que el manual de resistencia está escrito con tinta china. Y que Pedro Sánchez trata de sepultar el Estado de derecho bajo el colchón de la Moncloa, pero la madurez de la democracia española y las salvaguardas comunitarias están complicándole la ejecución de la amnistía.

El propio Puigdemont parece resignado a las dificultades que se amontonan después del gatillazo parlamentario. Ni se fía de Sánchez —cómo hacerlo— ni puede considerarse a salvo de la imputación de terrorismo. Hubieran sido más fáciles las cosas en la Rusia de Vladímir Putin, pero las agresiones a la separación de poderes y los métodos cesaristas se han encontrado con la reacción y la resistencia del sistema español y europeo.

Sirve de cobijo el uno al otro frente las transgresiones autoritarias que pretende urdir el líder socialista. De hecho, la investigación que ha abierto el Europarlamento sobre las relaciones de Carles Puigdemont y el Kremlin desenmascara la posición de Sánchez tratando de protegerlo.

Foto: Zapatero, en un mitin del PSdG en Ferrol

La obstinación de la amnistía conduce al extremo todas las aberraciones políticas que ha ido formalizando el líder socialista a expensas de la salubridad democrática. No solo socavando la credibilidad de las instituciones o apropiándose de ellas, sino autorizando las negociaciones extracomunitarias de Ginebra, frivolizando con el terrorismo y extremando la jibarización del parlamentarismo con el plan de decretazos a medida.

El muro que ha levantado Sánchez para garantizar la legislatura corre el riesgo de caérsele encima. Lo decía Cayetana Álvarez del Toledo: el enemigo consistía en la derecha y va a terminar siéndolo el derecho.

El independentismo es la llave de la gobernabilidad en España y el caballo de Troya que envenena el corazón de la UE

Ha subestimado Sánchez la tonicidad de los contrapesos. Porque no toda la prensa se amamanta en la Moncloa. Porque los jueces y los fiscales defienden su territorio. Porque los estándares democráticos neutralizan los volantazos autoritarios. Y porque la Unión Europea representa un espacio de garantías que pone al descubierto el juego del gran impostor.

Debe resultarle vergonzoso a Sánchez proteger la inmunidad de Puigdemont mientras se investiga al expresident desterrado por un hipotético delito de alta traición o por haberse prestado al plan de sabotaje de Putin.

El independentismo es la llave de la gobernabilidad en España y el caballo de Troya que envenena el corazón de la UE. Ha de responder Pedro Sánchez de semejante contradicción entre sus iguales. Y explicar a la Justicia comunitaria el denuedo con que se protege a un delincuente eurófobo cuyo historial bien podría incluir los delitos de terrorismo.

La aprobación de la ley de amnistía garantizaría la estabilidad política del uno y la redención mesiánica del otro

Sánchez y Puigdemont han encadenado sus destinos en la gloria y en la desgracia. La aprobación de la ley de amnistía garantizaría la estabilidad política del uno y la redención mesiánica del otro, pero la frustración del proyecto predispone el hundimiento de los dos. El sistema los ha retratado en todas sus fechorías. El Estado de derecho los ha desarmado. Y la salvaguarda europea ha limitado y relativizado el impacto del amnistiazo, hasta el extremo de convertirlo en un gigantesco ultimátum.

Cuesta trabajo creer que Pedro Sánchez vaya a malograr su buena estrella. Hará cuanto haga falta para conservar la legislatura. Concederá todo cuanto le exija Puigdemont. Y se expondrá después al escrutinio de los tribunales domésticos y comunitarios, precisamente porque la experiencia y la memoria nos demuestran que la idiosincrasia del sanchismo proviene del lema más famoso de Simeone: "Partido a partido".

Acorralado está Sánchez en la recta final de las elecciones gallegas, pero la hipótesis de un cambio de guardia en la Xunta se añade al balón de oxígeno que acaba de concederle Feijóo especulando con la idea del indulto a Puigdemont y reconociendo que se llegó a estudiar la amnistía.

Cuesta trabajo creer que el PP acuda al rescate de Sánchez cuando más débil se encuentra, pero este episodio de oscuras relaciones entre Puigdemont y Génova acaso nos recuerda que la principal razón por la que Sánchez está en la Moncloa radica en la negligencia con que los populares gestionaron el botín político y electoral de que dispusieron.

No iba a resistirse Pedro Sánchez a la oportunidad de concederse un homenaje de la progresía cultureta en los Goya. Y razones había para aludir a la vergüenza de la amnistía en los discursos, pero la izquierda cinematográfica elude la hostilidad política cuando no gobierna el PP.

Amnistía Pedro Sánchez Carles Puigdemont
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