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Rubén Amón

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¿Puede perder el PP realmente Galicia?

No es fácil traducir en las urnas la negligencia de Feijóo ni la campaña emponzoñada del PSOE, aunque hay que reconocer a Sánchez el mérito que reviste hacer pagar a los populares la amnistía y encubrir el fracaso socialista en las siglas del BNG

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en un mitin en Lar Blaco. (Europa Press/Agostime)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en un mitin en Lar Blaco. (Europa Press/Agostime)
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No está claro que el jaleo de la recta final de las elecciones gallegas disuelva la mayoría absoluta del PP, aunque el antecedente traumático del 23-J, la semana negra de Núñez Feijóo, la horquilla demoscópica de Tezanos, el ascenso del BNG y la llamada desesperada a la movilización redundan en la expectativa y la sugestión de un cambio de guardia en la Xunta.

Se ha envenenado la campaña con los errores no forzados de los populares y con el emponzoñamiento del PSOE. La portavoz Alegría ha mutado en dóberman, igual que Zapatero se ha convertido en monologuista de la Moncloa, llevando el sanchismo más lejos que el propio Sánchez.

Hubiera tenido el terreno más despejado Feijóo de no haber incurrido en el estado confusional con que se presentó a los periodistas, pero no existe proporción alguna entre el contenido del off the record y el aquelarre mediático-político que pretende sepultar la sede de Génova.

¿Cómo va a traducirse el estado de nerviosismo en las urnas? ¿Cuántos gallegos acuden el domingo a votar motivados por el cambio de época después de 15 años de régimen popular? Las agencias demoscópicas que tanto fallaron en julio remarcan su apuesta inequívoca por la mayoría absoluta, mientras que Tezanos ha concebido un sondeo cuyas ambiguas horquillas admiten todas las posibilidades. Es la manera de sugerir la expectativa del cambio. Y de pronunciarse sobre todas las variantes que pueden precipitarlo. Una de ellas consiste en cuántos votos inútiles puede cobrarse Vox a expensas de los intereses populares. La otra tiene que ver con la entrada o no de Sumar en el futuro Parlamento. No lograrlo sería un fracaso de Yolanda Díaz y un agujero en la coalición de izquierdas, mientras que la hipótesis afirmativa daría cuerpo a la evacuación de Alfonso Rueda.

Foto: El candidato del PPdeG a la Xunta, Alfonso Rueda, durante un mitin en Lugo. (EFE/Eliseo Trigo)

El presidente de la Xunta y candidato del PP no ha podido sustraerse a la transmutación nacional de la campaña. Ya le hubiera gustado plantearla desde la mera gestión política, desde la perspectiva regional, pero Núñez Feijóo convirtió el 18-F en una reválida calenturienta del 23-J y quiso aprovechar la posición humillante de Sánchez en las garras de Puigdemont.

¿Cómo es posible entonces que la vergüenza de la amnistía se haya convertido en un recurso de los socialistas contra Génova? ¿No decía la propaganda oficial que la amnistía no interesaba a los españoles?

La perspectiva ha cambiado porque el PSOE ha transformado el desliz de Feijóo en una prueba de su naturaleza impostora. Regresa al escenario el líder mentiroso y tramposo que los medios sanchistas retrataron en la vigilia del 23-J. Y se reanuda una campaña de desprestigio cuyo objetivo consiste en demostrar que Feijóo se dijo favorable al indulto y sensible a la amnistía. No es verdad ni una posición ni la otra en términos absolutos, pero la maquinaria político-mediática de la Moncloa ha logrado tergiversar el debate. Puede que no lo suficiente para conmover el resultado final de las elecciones dominicales, pero sí lo necesario para trasladar la sensación ambiental de que todavía hay partido, especialmente si fluye la participación.

Perder en casa implica unas consecuencias letales en la credibilidad de Feijóo. Y ganar es una obligación convertida en dramática emergencia

Tiene mérito el sanchismo en su capacidad de adaptación a las situaciones desesperadas. Tan siniestro es hacerle pagar al PP la aberración de la amnistía como patético encubrir el fracaso electoral propio bajo las siglas del BNG. Todas las encuestas colocan en retroceso al candidato monclovense, pero el martirio de Gómez Besteiro reviste una misión sacrificial en beneficio de la coalición de izquierdas. El PSOE hace campaña implícita y explícita por la alternativa nacionalista de Ana Pontón. No les importa a los socialistas quedar en tercer lugar si los pactos finales malogran la mayoría absoluta de los populares.

La hipótesis se antojaba remota hace un par de semanas, pero ha adquirido una dimensión inquietante en la vigilia del domingo. No ya porque el PP corre el riesgo de ceder su principal fortaleza política en términos simbólicos, sino porque la lectura nacional de los comicios identificaría la negligencia de Feijóo en caso de verificarse el sorpaso. Perder en casa implica unas consecuencias letales en la credibilidad futura del líder gallego. Y ganar es una mera obligación que se ha convertido en una dramática emergencia.

No está claro que el jaleo de la recta final de las elecciones gallegas disuelva la mayoría absoluta del PP, aunque el antecedente traumático del 23-J, la semana negra de Núñez Feijóo, la horquilla demoscópica de Tezanos, el ascenso del BNG y la llamada desesperada a la movilización redundan en la expectativa y la sugestión de un cambio de guardia en la Xunta.

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