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Rubén Amón

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Feijóo respira, Sánchez se ahoga

El líder del PP consolida su liderazgo nacional en una situación de emergencia y el presidente del Gobierno paga en las urnas haber desnutrido el PS por sus acuerdos con los nacionalistas

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Calabar)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Calabar)
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Que la victoria en Galicia fuera una obligación y que la mayoría absoluta fuera una emergencia no contradice la merecida euforia de Núñez Feijóo, más todavía cuando la presión político-mediática de la izquierda, los errores en propia meta, el escarmiento de las generales y la sugestión demoscópica de Tezanos sobrentendían que estaba realmente en juego la mayor fortaleza simbólica del PP.

Simbólica quiere decir que Feijóo exponía su prestigio en casa. Y que respondía en primera persona de haber concebido los comicios gallegos como una reválida del 23-J. Para bien y para mal, tenía sentido la extrapolación a la política nacional, de tal manera que la elocuente victoria de los populares desenmascara la aparatosa derrota de Pedro Sánchez.

El patrón de la Moncloa no puede encubrir el fracaso del 18-F en la pujanza del BNG ni en la amalgama de la coalición. Y no solo porque los socialistas gallegos arrojaron ayer el peor resultado de su historia, sino porque Sánchez está desnutriendo, maltratando, las siglas del PS de tanto subordinarlas a los pactos con el nacionalismo, de tanto pisotear la rosa.

El resultado de este domingo fatídico representa una advertencia de cuanto puede sucederle en Euskadi, precisamente porque las necesidades políticas en Madrid contradicen cualquier estrategia agresiva hacia los rivales del ámbito autonómico. Pedro Sánchez es el rehén de todos ellos BNG, ERC, Bildu, Junts, PNV…— y el responsable de haber masacrado las marcas territoriales a cambio de su estricto bienestar monclovense.

Poco le importa a Sánchez la herencia que dejará en Ferraz cuando se marche. Ha vampirizado Ferraz y el PSOE. Y ha desarmado la estructura municipal y autonómica del partido. Ya sucedió el pasado 28-M. Y ha vuelto a ocurrir en el recuento traumático con que se ha resuelto este domingo.

Tiene razones Feijóo para sentirse tranquilo. No solo por haberse anotado una reválida parcial a expensas de su gran antagonista, sino porque han sido los propios socialistas y los medios afines quienes excitaron la idea de un drama en Génova 13. Quisieron hacerle pesar incluso el impacto de la amnistía, como si no hubiera sido una aberración política de Pedro Sánchez. Y como si la torpeza verbal de Núñez Feijóo en la mítica conspiración del pulpo mereciera el escarmiento de amenazar o finiquitar su carrera.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (EFE/Cabalar)

Y es verdad que la pérdida de la mayoría absoluta hubiera deteriorado gravemente la credibilidad del líder gallego al frente del PP, no ya porque las elecciones gallegas se adelantaron inesperadamente para aprovechar el deterioro político de los socialistas, sino porque los propios mentideros populares aludían a la oportunidad de un cambio de guardia. Calentaban en el banquillo tanto Ayuso como Juanma Moreno, pero el desenlace del 18-F sirve a Feijóo de golpe de autoridad y de catarsis personal.

Han hecho el ridículo Podemos y Vox, como ya indicaban los sondeos, aunque más esperpéntico aún puede considerarse el resultado de Sumar. No solo por el nombre impropio del partido —Sumar—, sino porque el fracaso de Marta Lois identifica el patrocinio negligente de Yolanda Díaz. Había jugado la vicepresidenta al galleguismo costumbrista, al argumento oportunista de la movilización. Y no ha hecho otra cosa que debilitar la credibilidad de una coalición inmadura y contraproducente.

Tendría Sánchez que responsabilizarse de este fracaso, porque no se explica el hundimiento territorial del PSOE sin los volantazos del presidente. Ondea la bandera en la Moncloa, tanto como se deprime la identidad del partido. Creíamos que el jaleo de la política nacional iba a influir en la política regional de Galicia, pero puede terminar sucediendo al revés. Que la política regional gallega —ajena al histerismo de Madrid— influya en el rumbo político nacional con los primeros síntomas de un aquelarre.

Que la victoria en Galicia fuera una obligación y que la mayoría absoluta fuera una emergencia no contradice la merecida euforia de Núñez Feijóo, más todavía cuando la presión político-mediática de la izquierda, los errores en propia meta, el escarmiento de las generales y la sugestión demoscópica de Tezanos sobrentendían que estaba realmente en juego la mayor fortaleza simbólica del PP.

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