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Los cuervos nacionalistas le arrancan los ojos a Sánchez
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Rubén Amón

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Los cuervos nacionalistas le arrancan los ojos a Sánchez

La amnistía no ha calmado el furor de los falsos aliados, sino que ha estimulado un camino de chantajes que se han expuesto en la vergonzoosa reunión de Ginebra y que van a exagerarse en las necesidades electorales de Euskadi y Cataluña

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante una sesión de control al Gobierno. (EP/Eduardo Parra)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante una sesión de control al Gobierno. (EP/Eduardo Parra)
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El problema de criar serpientes y cuervos consiste en que se te pueden sublevar a la edad adulta. Le ocurre a Pedro Sánchez con los monstruos del soberanismo. La dieta con que los alimenta los ha convertido en depredadores de comportamiento feroz e imprevisible.

Lo demuestra la reacción inmediata a la ley de amnistía. La cesión de Sánchez a todos los requisitos de Junts y de ERC —y la correspondiente degradación de la democracia— no ha servido de argamasa a la coalición, sino de pretexto para romperla. Primero, porque los destinatarios de la concordia y del amor le reclaman la autodeterminación. Y en segundo lugar, porque los comicios que se avecinan en Cataluña y Euskadi transforman a los aliados de Pedro Sánchez en enemigos electorales.

Tiene sentido mencionar en este contexto la mutación de los gremlins, criaturas tiernas y angelicales cuya naturaleza se radicalizaba cuando se les daba de comer después de la media noche. De "peluches" apacibles a monstruos. Así es la metamorfosis de los compañeros de viaje de Sánchez. Se los trata con educación. Se habla de reconstrucción y de reconciliación, pero los gremlins reaccionan con sus peores instintos letales.

Pensaba Sánchez que la amnistía iba a serenar el hambre de la jauría. Y subestimaba sus pulsiones insaciables. Más se los alimenta, más hambre tienen, especialmente cuando el hábitat sobrevenido de unas elecciones suscita la necesidad y la obligación de diferenciarse.

Foto: Santos Cerdán en Suiza en una imagen de archivo. (EFE)

Ha vuelto a convocarse la cumbre de Ginebra. Ha reaparecido la figura grotesca del mediador salvadoreño. Y ha acudido Cerdán a Suiza no solo para humillarse, sino para celebrar con Puigdemont la vergüenza de la amnistía y para testimoniar las pretensiones maximalistas del expresident desterrado. Incluidos el referéndum y la voladura de los puentes.

Resulta curioso y estremecedor que el work in progress del manual de resistencia exige a Pedro tratar a los socios como a enemigos y a los enemigos como socios. Intentar amaestrarlos en Madrid, pero forzado a competir contra ellos en las elecciones vascas y catalanas.

Foto: El candidato del PNV, Imanol Pradales. (EFE/Javier Zorrilla)

La esquizofrenia política se resiente del escarmiento de los comicios gallegos. La sumisión del PS al BNG condujo al desangramiento de las opciones socialistas. Porque no procedía alterar ni inquietar al socio.

Sánchez necesita mimar a Bildu, el PNV, ERC y Junts entre las paredes del Congreso, pero está obligado a atacarlos fuera del hábitat parlamentario. Él mismo se ha creado un campo de minas que amenaza el porvenir de la legislatura, entre otras razones porque los meses de campaña que se avecinan predisponen el salvajismo de los cuervos que ha malcriado.

La amnistía no es el salvoconducto de la legislatura, la garantía de la continuidad ni la clave de bóveda de la reconciliación (¿?), sino un objetivo independentista en sí mismo y el primer plazo de la extorsión nacionalista que se avecina. Lo demuestran la ignominia de Ginebra y el bloqueo de los Presupuestos. Pedro Sánchez ha tenido que renunciar a ellos —abandonar sus obligaciones— porque la coyuntura electoral de sus "socios" distorsiona los precarios acuerdos de lealtad que formalizan el nido de serpientes.

Foto: Toni Comín con Carles Puigdemont al fondo en un acto del Consell de la República. (Europa Press)

Fue Oscar Wilde quien adulteró la fábula de Androcles y el león para sustraerse al final feliz y desmentir la ingenuidad de Esopo. De acuerdo con la crónica del narrador griego, un esclavo que escapa del presidio remedia en la selva las heridas de un gran felino, y el gran felino le perdona la vida cuando el destino los reúne en el circo de los gladiadores.

Wilde cualifica al esclavo con el oficio de dentista, de tal manera que el dentista sana la dentadura enferma del león, desahuciado e incapaz de alimentarse. Pero el reencuentro en la arena, en el ruedo, aloja un desenlace distinto. La forma en que el gran felino agradece la labor del dentista no es perdonarle la vida, sino devorarlo. Y demostrarle así toda la excelencia de la dentadura.

Le conviene a Sánchez percatarse de la moraleja. Los cuidados que dedica a la salud bucal del león soberanista no le previenen de la ferocidad de la bestia, sino que la predisponen, remarcan la agresividad del depredador.

Cría cuervos y te sacarán los ojos. Sánchez ha demostrado una impresionante capacidad de adaptación. El cinismo y la falta de principios redundan en su naturaleza mutante y mercurial, pero la dependencia de los secuestradores tanto malogra la dignidad democrática de la nación —la ley de amnistía, las reuniones obscenas en Suiza— como lo expone al humor perverso de los gremlins en el umbral de la media noche.

El problema de criar serpientes y cuervos consiste en que se te pueden sublevar a la edad adulta. Le ocurre a Pedro Sánchez con los monstruos del soberanismo. La dieta con que los alimenta los ha convertido en depredadores de comportamiento feroz e imprevisible.

Pedro Sánchez
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