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Rubén Amón

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PSOE-PP, el gran fracaso de la gran coalición

El acuerdo precario del CGPJ ha avergonzado a los dos partidos que lo han firmado y ha demostrado que el gran problema de España es el electoralismo

Foto: Pedro Sánchez habla desde el estrado del Congreso, frente a Feijóo. (EFE/J. P. Gandul)
Pedro Sánchez habla desde el estrado del Congreso, frente a Feijóo. (EFE/J. P. Gandul)
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El ultimátum de Sánchez, la mediación europea, la tregua electoral y el voluntarismo del PP precipitaron un gran acuerdo de Estado —la renovación del CGPJ— cuyo espíritu y letra comienza a deteriorarse. Porque no está claro que Pedro Sánchez vaya a respetarlo en su integridad. Y porque el entusiasmo con que Feijóo lo suscribió se resiente ahora de las dudas y la vergüenza. Había conseguido el líder del PP reponerse a las presiones que renegaban de cualquier acercamiento a Sánchez. No por cuestionarse la idoneidad del pacto de la Justicia, sino porque fue el presidente del Gobierno quien levantó el muro contra las derechas, quien ha perseverado en un tratamiento humillante y quien está desgastándose en las urnas.

El tópico de la altura de miras predispuso la clarividencia de Feijóo en la rúbrica de un pacto cuyo itinerario parlamentario se expone ahora a la tinta china de Sánchez, a las presiones de los indepes excluidos y al rubor de los populares. El compromiso adquirido en Bruselas y la vigilancia comunitaria velan por la regeneración del CGPJ, pero la expectativa de una "gran coalición" arbitrada para los asuntos de Estado puede considerarse una fantasía. O "un oasis en el desierto", como sostenía el ministro Óscar Puente en la entrevista que concedió a Carlos Alsina el pasado viernes.

La táctica política del PP y la impostura política de Sánchez malogran el interés general. Tan general que el bipartidismo representa el 73% del Parlamento. Y tan general que la polarización enfermiza del PP y del PSOE no representa el absoluto la moderación que identifica a los votantes.

Conviene a la sociedad española que prosperen los grandes pactos. Y que trasciendan más allá del reparto de poltronas en el CGPJ, en RTVE, en el Banco de España o en las instituciones que vertebran la credibilidad y la transparencia de un Estado al margen de quien gobierne.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso. (Europa Press/Eduardo Parra)

Sánchez las ha profanado más que nadie desde el cesarismo y desde su posición de rehén de los partidos indepes. Ya se ha ocupado Gabriel Rufián de recordarle que el acuerdo del CGPJ con el eje del mal contraindica el apoyo de ERC en el proyecto central de los Presupuestos Generales.

Por esa misma razón, a Feijóo le preocupan las enmiendas que puedan hacerse al "gran pacto". Le preocupan… y hasta le convienen, precisamente porque el gesto de buena voluntad propio y la falta de palabra ajena le servirían para desenmascarar la gran mentira del sanchismo.

Foto: El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, posa para El Confidencial. (S. B.)
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Ha decaído la tregua armada en cuestión de horas. Y van a reproducirse las hostilidades en cuanto el trámite parlamentario exponga la ambigüedad del pasaje que delimita la forma de elegir a los miembros del CGPJ en el futuro. Y es entonces donde pueden colisionar los criterios del PSOE y del PP. Y cuando puede reanimarse una pugna feroz cuyo periodo de descanso solo ha obedecido a la ausencia de procesos electorales.

El rechazo de los extremos al pacto de la Justicia es la prueba de su idoneidad y de su oportunidad. Podemos y ERC abjuran de la gran coalición, como si el bipartidismo estuviera incurriendo en los peores resabios del régimen de la casta, mientras que Abascal acusa a Feijóo de traidor por haber estrechado la mano de Sánchez. Se trata de aglutinar la corriente antisanchista y de reanimar la etiqueta de la derechita cobarde. Y de agitar el ala dura del PP en el sabotaje al timonel del Génova 13.

Pedro Sánchez está en las manos de sus acreedores, igual que Feijóo trata de conciliar la presión de la ultraderecha (y del ayusismo), la debilidad política del patrón socialista y las responsabilidades de Estado.

Foto: Feijóo y Ayuso se saludan en un acto del PP en Madrid. (Europa Press) Opinión

Unas y otras razones desfiguran las obligaciones del PP y del PSOE con el interés de los ciudadanos y desmienten la posibilidad de una reconciliación para los asuntos mayores (educación, diplomacia exterior, instituciones del Estado, financiación), entre otras razones, porque el gran problema de la política española consiste en el electoralismo enfermizo.

Sánchez y Feijóo se avergüenzan de haber pactado. Y se arrepienten de haber cumplido con el deber de estadistas, aunque no sería justo situarlos en el mismo lugar de responsabilidad. Y no solo porque el líder del PSOE lleva puestos los galones de presidente del Gobierno, sino porque él mismo inauguró la legislatura jactándose de levantar un muro de intolerancia y polarización que se le está echando encima.

El ultimátum de Sánchez, la mediación europea, la tregua electoral y el voluntarismo del PP precipitaron un gran acuerdo de Estado —la renovación del CGPJ— cuyo espíritu y letra comienza a deteriorarse. Porque no está claro que Pedro Sánchez vaya a respetarlo en su integridad. Y porque el entusiasmo con que Feijóo lo suscribió se resiente ahora de las dudas y la vergüenza. Había conseguido el líder del PP reponerse a las presiones que renegaban de cualquier acercamiento a Sánchez. No por cuestionarse la idoneidad del pacto de la Justicia, sino porque fue el presidente del Gobierno quien levantó el muro contra las derechas, quien ha perseverado en un tratamiento humillante y quien está desgastándose en las urnas.

Pedro Sánchez Alberto Núñez Feijóo CGPJ
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