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¿Y si Lamine Yamal fuera un mena?
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Rubén Amón

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¿Y si Lamine Yamal fuera un mena?

La pluralidad étnica de la Eurocopa es un feliz espejismo de un continente que celebra a sus ídolos "extranjeros" al tiempo que vota las opciones más excluyentes, empezando por el escándalo de Suiza

Foto: Lamine Yamal y Nico Williams en uno de los partidos. (Reuters/Wolfgang Rattay)
Lamine Yamal y Nico Williams en uno de los partidos. (Reuters/Wolfgang Rattay)
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Me gustaría saber qué piensa Santi Abascal de nuestra extrema derecha y de nuestra extrema izquierda. Me refiero a Yamal y a Williams. Me refiero a los orígenes de ambos. Me refiero a que Lamine -16 años, familia marroquí y de Guinea- podría ser un mena. Y me refiero a que los padres de Nico, oriundos de Ghana, fueron inmigrantes ilegales antes de “normalizarse”.

Debe resultarle a nuestra ultraderecha identitaria muy difícil de asimilar la transformación de la sociedad, tolerar que el equipo español comparezca con dos centrales nacidos en Francia -Le Normand, Laporte- y se exhiba en el planeta con un prodigio magrebí y un talentazo africano. Faltan españolazos en el equipo. No se saben la letra del himno…

Y no es que la Roja pueda considerarse una excepción, sino la evidencia de una heterogeneidad y de un cosmopolitismo que ha desdibujado las fronteras y relativizado el patrioterismo. Los hinchas acuden masivamente a los estadios con sus banderas y cánticos tradicionales, pero los equipos que compiten en la Eurocopa trasladan un mosaico de etnias y procedencias.

El caso de Suiza resulta particularmente representativo porque el fervor de los aficionados y la vibración entusiasta de la nación se resienten de la credibilidad de un país de inclinaciones xenófobas y supremacistas. Y no solo porque gobierne la de derecha populista con un discurso antiinmigración, sino porque los propios ciudadanos remarcan las fronteras y la identidad cada vez que se promueve un referéndum de sesgo excluyente.

Debe resultarle a nuestra ultraderecha difícil asimilar la transformación de la sociedad. Faltan españolazos en el equipo

El mismo estado que repudia a los extranjeros -y su descendencia- los tolera cuando se trata de disputar el título de la Eurocopa. Suiza ha fichado a dos cameruneses, a un kosovar y a un ghanés nacido en Londres. Y presume de un mestizaje -el dominicano Vargas, el congoleño Zakaria, el turco Amdouni, el hispano-chileno Rodríguez- que en absoluto refleja la sensibilidad de los propios suizos hacia los inmigrantes y que invita a reflexionar sobre la estupidez con que se propaga nacionalismo.

Lo han demostrado las últimas elecciones europeas y lo prueba el drama de los comicios franceses. Ya decía Jean-Marie Le Pen, el papá de Marine, que en el equipo nacional había “demasiados jugadores de color”, como si los negros de Francáfrica, los mestizos del Caribe y los invasores de Argelia fueran indignos de interpretar a pulmón el himno de La Marsellesa.

Foto: El delantero del Real Madrid tiene mucho respeto. (Reuters/Stephane Mahe)

El supremacismo y la ultraderechona no reflejan el único problema de identificación con el neofútbol. También sucede con los inmigrantes de segunda y de tercera generación que recelan de los estados donde nacieron y donde viven excluidos. Francia es un caso inequívoco en las banlieues hostiles a la bandera tricolor. Y Alemania misma, el país anfitrión, aloja millones de germano-turcos que anteponen el fervor hacia la media luna por encima de las obligaciones administrativas con la Mannschaft.

La Eurocopa es una tregua ficticia de pluralidad y de convivencia, pero también un interesante experimento civilizador. El hermanamiento de las plantillas -y de sus aficiones- en sus diferencias religiosas, identitarias, étnicas, refleja una excepción sociológica, un espejismo, una fantasía que conviene celebrarse y que rehabilita durante unas semanas la pedagogía constructiva del balompié en los tiempos de la psicosis migratoria.

Y es el contexto donde vuelan como águilas las bandas de Lamine y de Nico. Puede que los malogren mañana los tanques del equipo anfitrión, pero la ingenuidad que los caracteriza y el mensaje subliminal de una España multiétnica sugestionan una pluralidad que impide a Santi Abascal levantarse del asiento cuando Williams meta el balón por la escuadra.

Me gustaría saber qué piensa Santi Abascal de nuestra extrema derecha y de nuestra extrema izquierda. Me refiero a Yamal y a Williams. Me refiero a los orígenes de ambos. Me refiero a que Lamine -16 años, familia marroquí y de Guinea- podría ser un mena. Y me refiero a que los padres de Nico, oriundos de Ghana, fueron inmigrantes ilegales antes de “normalizarse”.

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